miércoles, 31 de diciembre de 2008

Genocidio consentido en Gaza; el cuento del lobo

Madrid, 30-12-2008, World Image Press, Pablo Jato, opinión

Si en realidad toda esta violencia se justifica con la erradicación de líderes de Hamás, ¿por qué no bombardean París? Es sabido que en esa ciudad se esconden altos dirigentes de grupos (...)

Israel ataca el territorio palestino con todo su poder militar. 150 toneladas de explosivos en apenas un fin de semana, descargadas en su mayoría por los F-16. Se cuentan hasta hoy 310 muertos y 1.400 heridos; destruidas escuelas, mezquitas, hospitales… El ataque indiscriminado contra la población civil, solo puede calificarse como genocidio, pero Israel lo llama eficacia antiterrorista.

El primer ministro israelí, Ehud Olmert, ha asegurado que su gobierno manejará la situación "con sensatez, paciencia y firmeza" hasta "alcanzar los resultados deseados" pero el lunes había 9 bebés amortajados que no eran terroristas de Hamás. No sé qué resultados espera el primer ministro, si se refiere a las próximas elecciones o a la cantidad de bajas civiles, pero asesinar a un niño pequeño no es precisamente algo justificable con un simple discurso.

La operación es solo en contra de Hamás, dicen, no contra el resto de la población, una población asediada desde hace meses, sin comida, medicinas o suministros básicos.

Si en realidad toda esta violencia se justifica con la erradicación de líderes de Hamás, ¿por qué no bombardean París? Es sabido que en esa ciudad se esconden altos dirigentes de grupos terroristas islámicos. ¿Por qué no bombardean Londres, Egipto o Siria? Hay líderes radicales enemigos de Israel en muchas ciudades del mundo, pero no serían capaces. Es mejor bombardear al vecino, sobre todo cuando saben que su capacidad de respuesta es increíblemente limitada.

La Cruz Roja ha hecho un desesperado llamamiento, porque los escasos 30 camiones de ayuda que lograron cruzar la frontera no son suficientes. Los hospitales, ahora más que saturados, no pueden operar porque no tienen ni luz eléctrica, ni antibióticos, ni el más elemental de los materiales.

Además, Israel ha bombardeado los túneles clandestinos que supuestamente comunican el territorio palestino con Egipto, en la región de Rafah. Subterráneos utilizados para esquivar el asedio, pero según fuentes militares israelíes son armas lo que pasa por ahí y no alimentos, así que los han eliminado. Cerrados todos los accesos y salidas, los palestinos se han abalanzado a las fronteras, la mayoría tratando de eludir los bombardeos.

Grupos de civiles palestinos, desesperados, intentaron saltar un muro fronterizo en Rafah, que se encontraba cerrado. No se les permitió el paso a Egipto y saltó la violencia. Los disparos procedentes de supuestos combatientes de Hamás han acabado con la vida de un policía, agravando aún más las relaciones con El Cairo. Ya hay una razón más para no abrir las fronteras.

Los políticos tienen en la violencia la mejor de las excusas. Es una “bendición” para ellos que existan este tipo de exaltados que les llenan de razones para hacer lo que de otro modo, jamás podrían.

La ONU no se atreve a condenar la violencia israelí. Le da miedo. Tiene obligaciones. Solo ha pedido “amablemente” y casi bajando la voz, que los ataques cesen de inmediato, pero en Israel, el sonido de los cañones es tan grande que no escuchan. El Consejo de Seguridad de la ONU, en una reunión de emergencia, ha pedido emprender las medidas necesarias para permitir la entrada de ayuda humanitaria en Gaza pero sin el permiso del ejército, eso sería simplemente imposible.

Los grandes G-8, los G-20... todos los G, evitan hacer declaraciones y esconden la cabeza en su propio agujero. Avestruces de la demagogia. Nadie quiere terroristas, pero si uno de esos bebés asesinados se llamara William, Ernest… o fuera de nacionalidad francesa, belga o Italiana… ¿qué pasaría?

Un pequeño convoy de alimentos es lo único que ha enviado la ONU, que apenas da para la foto de los periódicos pero que no cubre su vergüenza. La ONU ha rubricado su pacto con el diablo, una vez más, delante de todos nosotros.

Pero hay otra imagen en la tele, la de los extremistas palestinos, enfurecidos y clamando venganza. Era de esperar. Lo sorprendente es que los palestinos anunciaran hoy la no violencia. Es una imagen que circula por las pantallas de los medios de comunicación, que pone rostro y voz a la maldad. Sin embargo, cuando hablan de la violencia Israelí no hay caras; solo uniformados impersonales. Tanques, cañones sin voz, pero que cuando gritan matan con la misma crueldad que cualquier acto terrorista cometido por barbudos salvajes.

Parece que las bombas deben ir en tubo, en misil, lanzadas desde un tanque con número de serie, lanzadas por un botón apretado por un uniformado. Cuando esa bomba se entrega en mano, metida en una bolsa y se lleva, no volando con un misil, si no caminando despacito, entonces es un ataque terrorista.

Está claro que hasta para matar hay clases. Los israelitas tienen aviones, alta tecnología, radares, satélites, misiles… millones, amigos, aliados… Los palestinos tienen hambre, platos vacíos, hospitales destruidos, chanclas y rabia, mucha rabia que por desgracia solo alimenta el dolor y la terrible sed de la venganza.

Los israelitas tienen frialdad, planes establecidos, generales, mapas, cifras. Hamás, ofrece odio, venganza, dolor; por desgracia la única respuesta, la única voz para todos aquellos que se han quedado sin nada de la noche a la mañana.

La violencia nunca es justificable pero es perfectamente compresible y humana la reacción musulmana, que clama la Yihad islámica. El máximo líder del grupo palestino en el exilio, Jaled Meshaal, convocó este sábado a sus partidarios para una nueva Intifada contra Israel. Es una reacción tan esperada, que hasta parece que se busca. Quizá es precisamente lo que quiere Israel. ¿Para qué? Seguramente, para poder seguir con un plan aún más ambicioso. ¿Consigue Israel algún beneficio con todo esto? ¿Alguna vez lo ha conseguido?

La desproporción de la información es consecuente con los dueños que la administran. Hoy sabemos que el policía fornterizo asesinado en Egipto se llamaba Yaser Fraig Wssawi, pero no conocemos el nombre de los niños palestinos muertos.

Por desgracia, Hamás devuelve la sangre con más sangre, por eso no se puede estar ni de parte de unos ni de otros. Si hay que tomar parte, si hay que estar de algún lado, es el de ellos: el de los niños asesinados, los inocentes, los que han sido despedazados por los F-16 y las bombas “inteligentes” que para matar a un terrorista en su casa, destruyen todo el edificio. Hay que estar del lado de los que sufren sin causa ni razón. El mundo debe siempre estar del lado de ellos, aunque por desgracia, no tengan a nadie de su lado.

Este conflicto ya no tiene pies ni cabeza, y mucho menos, corazón. Hace tiempo que perdió su aspecto humano si es que alguna vez lo tuvo.

En todo el mundo ha habido manifestaciones de repulsa a lo que está ocurriendo. Siete mil árabes se manifestaban en Egipto pidiendo el cese de los bombardeos. Incluso en Israel ha habido gente pidiendo paz en la calle. Es decir, no es una cuestión de pueblos, si no de gobernantes. No es un conflicto de religiones, si no de intereses.

Si dios existe, sea el dios que sea, no está del lado de ninguno. Ninguna mano, o dedo que apriete botones de misiles o gatillos, ninguna mano que cargue un arma, que tire una granada, que ordene la muerte de un inocente, estará nunca del lado de díos, de ningún dios, sea el que sea. Por desgracia, todos sabemos que la religión no tiene nada que ver. Es una simple excusa para dividir aún más a los seres humanos. Una excusa para matarse. Pretenden que la religión le de sentido a un conflicto que no tiene ninguno.

Este ataque puede ser la chispa que encienda una guerra a escala mundial, si los países árabes deciden atacar Israel como amenaza el presidente de Irán, pero estamos ya tan acostumbrados a escuchar esta desgracia, esta guerra en cámara lenta, que ni nos sorprende. ¡Que viene el lobo! Una vez más. ¿Cómo acababa el cuento?

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