jueves, 23 de agosto de 2007

Se celebra en Hamadán el aniversario del nacimiento de Avicena

Hamadán, (Irán) 23 de agosto de 2007, IRNA

Hoy 23 de agosto se conmemora el 1027 aniversario del nacimiento de Avicena, el médico persa cuya nombradía llegó a la Cristiandad de la Edad Media y sus dictámenes médicos fue palabra de autoridad a lo largo de la Edad Media, tanto entre musulmanes como entre cristianos.

Con ocasión de este día se le rinde tributo hoy en la ciudad de Hamadán, donde murió este sabio, en el marco de un seminario al que han llamado “El sabio de los milenios”, y al que asisten más de 200 personas, entre iraníes y extranjeros, del mundo de la cultura.
Hoy es el día que Irán dedica al médico en su calendario, ya que realmente no hay jornada mejor que esta para celebrar el que fuera el médico más grande que haya visto nacer Persia.
Con ocasión del aniversario de Avicena ofrecemos a nuestros lectores de habla hispana una breve descripción de su vida y obra.

Avicena 980-1037

Avicena es el nombre latino del sabio persa Abu Ali Ibn Sina. Nació en Afshaneh, cerca de Bujara, provincia que se encuentra actualmente en Uzbekistán. Fue un niño prodigio y a corta edad recitaba de memoria el Corán y las obras de los clásicos.
Avicena supo aprovechar las ventajas que le daba el haber nacido en el seno de una familia acomodada y cercana a la Administración de los Samaníes pues su padre era valí del sultán. Primero estudió filosofía, derecho, matemáticas y en particular, la geometría de Euclides.

Antes de los 20 años tenía conocimientos avanzados de medicina, de tal manera que curó al emir samaní Nuh ibn Mansur que ya estaba desahuciado por médicos ancianos de reputada fama, y que lo recompensó poniendo a su disposición la biblioteca de la corte. Avicena supo aprovechar la oportunidad y se empapó allí de todo el saber de la época que tuvo tiempo de estudiar y leer. Mas aquel ambiente propicio samaní estaba destinado a durar poco tiempo. Los turcos gaznavíes no tardaron en llegar con el sultán Mahmud de Ghazni a la cabeza, y, en el año 999, la benefactora y mecenas dinastía samaní es derrocada y suplantada por la gaznaví procedente de Asia Central.

Se cuenta que el sultán Mahmud, enterado de la presencia de sabios e ilustres eruditos en la corte samaní, no quiso ser menos y quiso también verse rodeado de los más sabios y doctos de la época. Para ello, mandó llamar a su presencia a Avicena y a su amigo y compañero Abu Reihan Biruní (Al-Biruni). Éste último accedió y acudió al nuevo sultán, pero Avicena salió huyendo no solo de Bujara sino de Asia Central y encaminó sus pasos hacia la meseta iraní.

Aquí llega la parte legendaria de la vida de Avicena ya que poco se sabe de este periplo del que se cuentan muchas historias y leyendas, y la parte de la que tenemos seguridad es cuando nos lo encontramos, primero en la corte de un príncipe buyí de Qazvin, donde no encontró apoyo ninguno, y luego ya como visir de Hamadán bajo el mandato del príncipe buyí Shams al-Dawla. Pero este cargo político le trajo más perjuicios que beneficios y tras la muerte del príncipe y protector tuvo que salir huyendo de los cuantiosos enemigos que se había creado en Hamadán.
Avicena acabó bajo la protección del príncipe buyí ‘Ala al-Dawla de Isfahán, y bajo su mecenazgo vivió y trabajó los últimos 14 años de su vida. Murió relativamente joven, con 58 años, y está enterrado en la ciudad iraní de Hamadán, donde podemos visitar su mausoleo.
Avicena fue uno de los grandes sabios que ha visto nacer la humanidad. Nos han llegado de él algo más de cien obras y su saber abarcaba prácticamente todos los campos de las ciencias y letras de aquella época, incluida la filosofía.

El rango de Avicena en la medicina medieval no tiene parangón, es considerado el padre de la medicina europea y su obra no fue superada en Occidente hasta el Renacimiento europeo.
Entre sus descubrimientos médicos cabe destacar el carácter contagioso de la tuberculosis y el peligro que supone las aguas estacadas y putrefactas como agentes patológicos.
Avicena supuso también acertadamente que había un fuerte vínculo o relación entre muchas enfermedades y la mente, lo que hoy día se expresaría como la influencia del estado de ánimo en las enfermedades.

Fue el primer médico en hacer una descripción de la meningitis así como de la estructura del ojo incluyendo el nervio óptico. Hizo también numerosos descubrimiento en otros campos médicos como el de la ginecología y la anatomía, descubrimientos estos que fueron incluidos en su “Canon de Medicina”.
Entre sus obras médicas cabe destacar su mencionado “Canon de Medicina” (Qanun fi-l-Tibb) una obra enciclopédica donde expone todos los conocimientos médicos de su época y más de 700 tratamientos para diferentes enfermedades. El libro fue traducido al latín sólo 100 años después de la muerte del sabio persa por Gerardo de Cremona, y fue libro de texto de medicina en las universidades europeas siendo la gran referencia médica hasta el siglo XVII.

La filosofía de Avicena

Sin embargo, Avicena no sólo sobresalía en medicina. El terreno en el que más destacaba, junto al de la medicina, era el de la filosofía. Este sabio persa tuvo el gran mérito de sistematizar la filosofía racionalista aristotélica de tal forma que se pudiese adaptar a la fe musulmana, algo que hizo mezclando dos pensamientos tan dispares como el de Aristóteles y Platón.
Su filosofía y su visión del mundo está impregnada pues, de aristotelismo, neoplatonismo y por supuesto del Islam que él profesaba. No obstante, se muestra más aristotélico que platónico, pero a la vez no sigue ni obedece al Estagirita en todo, creando con los elementos platónicos e islámicos una nueva filosofía a la que él denominó hikmat al-mashriqi (filosofía oriental) a la que el filósofo alude en el prólogo de su “Kitab al-Shifa.”

La filosofía aviceniana gira alrededor de varios ejes como son el conocimiento de Dios y de la existencia, la discriminación entre ser y esencia, lo posible y lo obligado, la contingencia del ser, la teoría del conocimiento, la razón, la Resurrección y el Juicio Final.
Es obvio que toda esta temática la retomó Avicena de los griegos, pero él le otorgó una dimensión islámica, la incorporó en el pensamiento musulmán.

Avicena vivió en un período en que las ideas y la doctrina ismailí estaban en Persia en auge. Se cuenta incluso que su padre y uno de sus hermanos eran ismailíes. Tanto es así que hay similitudes fundamentales entre el pensamiento ismailí y el aviceniano, y, si bien él nunca quiso adherirse a las filas de estos shiíes septimanos, sí parece ser que era shií duodecimano, hecho que podría estar corroborado por la calurosa acogida y mecenazgo de los buyíes shiíes de Persia, como muy acertadamente señala Henry Corbin.
Avicena nos cuenta cómo leyó más de 40 veces la “Metafísica” de Aristóteles sin llegar a comprenderla, hasta que le compró a un vendedor ambulante un comentario a la Metafísica escrito por Alfarabi. Fue entonces cuando Avicena vio la luz y pudo comprender la obra del Estagirita, que ya tenía memorizada. De todas formas, aunque en un principio se puede decir que la filosofía aviceniana estaba muy marcada por el pensamiento de Alfarabi, pronto lo superó con su obra enciclopédica.

El pensamiento peripatético aviceniano pasó a la Edad Media europea a partir del siglo XII cuando se tradujeron parte de sus obras al latín e influyó profundamente en filósofos occidentales como Juan de Escoto y Tomás de Aquino, o lo que es lo mismo, dejó una honda impronta en la escolástica latina.

Entre las obras filosóficas de Avicena caben destacar “Kitab al-Insaf” (El libro del juicio imparcial); “Kitab al-Shifa” (El libro de la curación) que fue traducida al latín con el título de “Sufficientia” y es una especie de pequeña enciclopedia científica que no trata sobre medicina, aunque su título lo parezca. Es tan extensa que él mismo la resumió en otro título, “Nejat” (La salvación.); “Daneshname-ye-Alai” (El libro del saber de Alaí), la primera obra filosófica en persa. Además de estos libros tiene multitud de tratados sobre lógica, cosmogonía y metafísica.

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