sábado, 4 de agosto de 2007

A propósito del Islam

Dentro del alma

Miami, (Florida), 3 de agosto de 2007, Diario Las Américas, Por Jesús Hernández

La palabra religión, muchas veces usada como sinónimo de fe, es precisada comúnmente como dogma sobre todo lo que concierne a lo sobrenatural, sagrado y divino. Concepto que es definido por una serie de códigos morales, prácticas y valores que reinterpretados conducen a la creación de instituciones disímiles. Por ejemplo, el judaísmo, el cristianismo y el islamismo son religiones abrahámicas. Es decir, que Abraham, al que todos reconocen como el primer profeta, es la raíz y base de las tres doctrinas más influyentes en el Mundo hoy. Cómo y por qué se dividieron, y lo que es más importante qué profesa la rama islámica y cómo podemos convivir para practicar plenamente la fe, son las cuestiones que nos conducen a conversar con un líder religioso musulmán.

“La principal fuente del Islam es el Corán”, confirma el imán Mahmoud, líder de una pequeña comunidad islámica situada en Estados Unidos, que opta por no nombrarla porque asegura que el mensaje es lo que importa. “Es la palabra eterna e increada de Dios; revelada a Mahoma por medio del ángel Gabriel”. El mismo que aparece en las religiones judía y cristiana. Uno de los 7 arcángeles.

“El mensaje del Islam es universal y va dirigido a toda la Humanidad, sin distinción de razas, culturas o idiomas”, agrega el señor Mahmoud, “es la voz de la verdad que llama a los seres humanos a sumergirse cada día en la oración y a ofrecer constante ternura. Así ayuda a todo el que la necesite”. Un legado de conductas, al igual que las otras dos religiones abrahámicas, que apuesta por la perfección espiritual del ser humano en su diario vivir.
Sin embargo, no es el ofrecimiento de ternura y ayuda lo que identifica al Islam ante los ojos del mundo Occidental. “Desdichadamente hay una apreciación errónea”, comenta el líder religioso, “una apreciación que tiene su base en la interpretación desacertada de la Palabra”. Interpretación errónea que surge precisamente en la diversidad que distingue el pensamiento de la sociedad arábica.

En principio el imán, que identificamos como el equivalente musulmán de los curas o los rabinos, es el estudioso que dirige el ritual del rezo y la comunidad que representa por medio del templo llamado mezquita. A falta de un eje central institucionalizado que rija el razonamiento de la Palabra, como sucede en el catolicismo y el judaísmo, el nombramiento de líder espiritual o imán es otorgado en principio por los fieles del lugar. Una primera disimilitud que otorga cierto grado de autonomía y la peligrosa interpretación desacertada de la Palabra.
“Una vez que la Palabra es recibida, hay seguidores que disienten y se fragmentan en facciones religiosas. Esto es profundamente lamentable, ya que todos reciben precisamente la misma instrucción espiritual”, afirma el imán.

“Son los teólogos y los líderes religiosos los que tienen la responsabilidad de transmitir el equilibrio que hay en la Palabra de Alá”, amplía, “si no lo consiguen, si se genera discrepancia y separación, son ellos los que están errando su misión, incumpliendo su responsabilidad”. Interpretaciones que producen ciertas conductas que los occidentales calificamos de lamentables e inaceptables: la aparente sumisión de la mujer, ciertos aspectos de la ley islámica Sharia, que si bien prohíbe el homicidio, actos delictivos, relaciones sexuales extramaritales, consumo de alcohol y juegos de azar, aplica severos castigos arcaicos; así como el llamado fundamentalismo islámico que se enfrenta al pensamiento moderno dado por otras culturas y religiones, e incluso, en algunos casos, aboga por la violencia como solución.

“La palabra islam tiene su raíz en la palabra arábica salam, que significa paz”, aclara el imán, “el Corán enseña el respeto a otras religiones y culturas”, agregando que no hace falta culturizar, colonizar, ni destruir otras culturas. “Cada una de ellas encuentra un nexo común en la universalidad que contiene el Islam”.

La solución inmediata sería la centralización de la interpretación de la Palabra. Un eje central que dirija la predicación. Que evite la disparidad del pensamiento. “Ahí radica la diferencia entre una y otra cultura”, contesta el líder islámico, “cada hombre es sujeto receptor del mensaje divino de acuerdo con su grado de conocimiento. Todos están capacitados para acceder a esa revelación, pero no puede exigírseles igual respuesta”.

Interpretación, segmentación y diversidad que tiene comienzo en la propia Palabra. Los musulmanes creen que Mahoma fue el último de una serie de cinco profetas enviados por un único Dios, que incluye Abraham, Noé, Moisés y Jesús. Cada uno ellos siendo portador de mensajes y promesas.

De hecho, fue Abraham uno de los patriarcas del pueblo de Israel, a quien Dios le prometió la Tierra Prometida para su pueblo. Tuvo dos hijos: Ismael, considerado el padre de los ismaelitas, los beduinos nómadas, que hoy relacionamos con los árabes; e Isaac, quien tuvo por hijo a Jacob y éste a los doce que fundaron las Doce Tribus de Israel. Disyuntiva que separó a judíos y árabes mucho antes de la aparición del profeta Mahoma.

“Creo en el entendimiento”, asegura el imán Mahmoud, “que algún día todas las partes sean iluminadas por la razón para respetarnos mutuamente y compartir juntos la tierra de nuestros antecesores”.

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