La redactora fue la única mujer que accedió ayer al rezo en la sala de hombres de la mezquita. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL
Miles de fieles llenan cada viernes el templo musulmán más grande de España El Centro Cultural Islámico condena el acto contra la mezquita de la M-30
Yassine Elyazghe nació en Casablanca (Marruecos), pero vive desde hace 14 años en Madrid, donde cada viernes, a las 14.30 horas, deja lo que está haciendo para acudir a uno de los momentos más especiales de la semana: la oración. "Vengo a la mezquita sobre todo los viernes porque es nuestro día sagrado", cuenta este hombre de mediana edad mientras disfruta de un té moruno. Como él, más de 1.500 fieles acuden cada viernes al rezo en la mezquita de la M-30, la más grande de España.
La mayoría son de Madrid;otros, como Abdel Idrissi, están de paso en la capital, pero no pueden dejar de acudir al templo sagrado durante el día bendito para los musulmanes. Como no habla español, explica en un perfecto francés que está en Madrid «por cuestiones de negocios» y no quería perderse el rezo. «Cuando estoy en Francia o en cualquier otro país hago lo mismo, busco el templo más cercano e intento acercarme», explica. La mezquita de la M-30 está integrada en el Centro Cultural islámico de Madrid y, en contra de lo que algunos puedan creer, es mucho más que un lugar de rezo.
Allí se organizan actividades para difundir la lengua y la fe musulmana a creyentes y no creyentes. En este sentido, según Sami El Mushtani, director del departamento cultural, «la función del centro es dar a conocer la cultura musulmana a todo el mundo, sea o no de esta religión». Con esa finalidad, se organizan conferencias, talleres y cursos de árabe, entre otras actividades.
Patio interior del Centro Cultural islámico de Madrid. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL
Al traspasar la puerta del edificio principal es perceptible que el número de mujeres es infinitamente menor al de hombres. Su cultura les obliga a rezar separados «por comodidad para ellas», se justifica El Mushtani, ya que para orar hay que arrodillarse en el suelo. Esta imagen queda más patente aún en el bar del centro, que también está repleto de hombres. Huele a hierbabuena y, sobre las mesas, que son de arte morisco, el té moruno es el principal protagonista. Uno de los espacios más desconocidos del centro islámico es su biblioteca, que está abierta al público general. Sus estanterías están llenas de traducciones e interpretaciones del Corán, pero también de libros en inglés, francés o español, y no sólo de religión.
Hay incluso una colección de obras de la Historia de España que brilla sobre una estantería del fondo de la sala. También gratuito para todo el público es el gimnasio del centro, donde organizan cursos y torneos de deportes como el kárate.Entre los fieles que visitan la mezquita hay jóvenes que viven la fe, como Mounir Elkadire. «Antes salía de fiesta, estaba un poco perdido. Ahora, afortunadamente, vivo más el Islam», explica el chico, de 19 años.Con la finalidad de difundir los preceptos de la religión y enseñar árabe, el centro también organiza los fines de semana cursos para niños de siete a 14 años con un precio simbólico que, según El Mushtani, ronda los 20 euros al mes. Las mujeres, por su parte, tienen a su disposición de lunes a viernes un taller de costura. «Hay unas 25 máquinas y allí pueden aprender a hacer arreglos y a coser sus propios trajes», explica El Mushtani.Las instalaciones cuentan también con un salón de conferencias con capacidad para 530 personas y una sala de exposiciones donde organizan muestras y otras actividades. «Durante el Ramadán ofrecemos cada día una comida gratis en la sala de exposiciones. La damos por la noche y pueden acudir musulmanes y no musulmanes», asegura
El Mushtani.Todas estas actividades gratuitas se financian, según el director cultural, gracias al presupuesto de la mezquita, que proviene, únicamente, de la Liga del Mundo Islámico. «Aquí no aceptamos ningún tipo de donación», repite.La fe en la sala de rezoA partir de las 14 h., cientos de fieles van reuniéndose en la mezquita. En la sala de rezo hay repartidas una decena de estanterías con libros del Corán. Algunos hacen tiempo leyendo el libro sagrado hasta que llega el imán;otros, le echan un último vistazo al móvil antes de que comience la liturgia. El rezo se hace sobre el suelo pero quien tiene dificultades para agacharse se lleva al templo su propia silla plegable.
El imán durante la oración. SERGIO ENRÍQUEZ-NISTAL
Cuando el imán, Sheij Houssam Khoja, sube al púlpito, el silencio impera en la sala. El discurso es primero en árabe y después en castellano, ya que según explica El Mushtani, «hay vecinos del barrio que no saben árabe y se acercan a la mezquita para escucharlo». El sermón varía según el día, pero ayer trató sobre cómo se debe educar a un hijo, un tema del que bien podría hablar cualquier párroco en su iglesia. Cuando el imán termina su intervención, baja del púlpito y la legión de fieles se pone en posición de rezo: arrodillada en el suelo y orientada hacia la Meca. A penas se ve la moqueta.Al terminar la oración, tres jóvenes comentan a las puertas del templo que vienen desde Guadalajara a Madrid porque les gusta «el ambiente y cómo da el imán el discurso». Poco a poco, el templo se vacía y los fieles salen para continuar con su vida diaria. Hasta el próximo viernes.
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