Duisburgo (Alemania), 26.10.2008,dw-world.de.
La mezquita más grande de Alemania fue inaugurada este domingo en la ciudad de Duisburgo. Además de sitio religioso, es símbolo de los produndos lazos entre las comunidades musulmanas y la sociedad alemana.
El distrito de Marxloh, en Duisburgo, es conocido punto de efervesencia social. Edificaciones en ladrillo rojo conforman largas filas y en uno de cada tres casilleros de correo aparecen nombres extranjeros.
Alminares junto a chimeneas
Fue precisamente ahí donde hace tres años y medio comenzó la construcción de la mezquita más grande de Alemania. En ese entorno, la mole de clara piedra arenisca da una impresión amigable. Las torres con sus puntas doradas, que terminan en la tradicional media luna, otorgan brillo al panorama ennegrecido por la influencia del carbón.El decorado del templo es impresionante.
El alminar más elevado se alza 34 metros y convive en el firmamento con las chimeneas hoy inactivas, que sobreviven a la caída del otrora próspero bastión de la cuenca del Ruhr.
“Pienso que son impresionantes y hermosas”, dice un joven con caireles tipo rasta. Él creció en este barrio y quisiera conocer el interior del monumental templo.
Similar el el sentimiento de una joven madre que camina por la calle y que ha superado su recelo inicial por vivir en pleno centro de actividades de la comunidad musulmana. A su hijo de cuatro años le gusta especialmente la acústica del recinto.
Ella, por su parte, se maravilla ante los candeleros de ocho metros de diámetro. En otros tiempos, en ese mismo lugar se ubicaba el comedor de los mineros; más tarde, el espacio fue utilizado por la comunidad musulmana para rezar sus plegarias.
Un antiguo trabajador del carbón, hoy de 82 años de edad, afirma que la mezquita es más bella que “nuestra” iglesia. Hace años ya, él trabajó con muchos turcos que trajeron a sus hijos y nietos a vivir a Duisburgo. Son muchos, dice, pero “si se llevan bien con nosotros, no hay problema”.Orgullo en cada detalle del templo.
Un pedazo de patria
Justo a la entrada de la mezquita se encuentra Osman Calek, quien charla con otros jubilados de origen turco. Cada día, Calek peregrinó hasta el sitio de la construcción. Fueron largos tres años y medio. Hoy lleva el orgullo impreso en el rostro.
Con mirada radiante, cuenta que por fin se ha hecho realidad el sueño que comenzó hace 40 años, cuando se trasladó a Alemania. Sus hijos y sus nietos son todos practicantes de la fe musulmana. Ahora él espera que acudan a la mezquita muchas familias a festejar honomásticos o ceremonias matrimoniales.
Bálsamo para el alma
Por su aprte, Zülfiye Kaykin dice encontrar paz y serenidad en la enorme mezquita de Duisburgo. Ella forma parte de la Unión Turco-Islámica y recibió la Cruz al Mérito Federal por su compromiso con el diálogo intercultural.
Ella intervino ante los arquitectos de la mezquita para que fueran colocados grandes ventanales. Su objetivo era claro: todos deberían ver, incluso desde el exterior, que los musulmanes nada tienen que ocultar.Vista exterior del recinto musulmán.
Sin embargo, por dentro la mezquita es más fastuosa de lo que su fachada deja ver. El templo luce ornamentos en colores azul, rojo y dorado, además de enormes mosaicos en las paredes. Es aquí donde hasta 1.200 fieles musulmanes encontrarán un lugar más que digno para practicar su religión en pleno corazón de Europa.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
La mezquita más grande de Alemania fue inaugurada este domingo en la ciudad de Duisburgo. Además de sitio religioso, es símbolo de los produndos lazos entre las comunidades musulmanas y la sociedad alemana.
El distrito de Marxloh, en Duisburgo, es conocido punto de efervesencia social. Edificaciones en ladrillo rojo conforman largas filas y en uno de cada tres casilleros de correo aparecen nombres extranjeros.
Alminares junto a chimeneas
Fue precisamente ahí donde hace tres años y medio comenzó la construcción de la mezquita más grande de Alemania. En ese entorno, la mole de clara piedra arenisca da una impresión amigable. Las torres con sus puntas doradas, que terminan en la tradicional media luna, otorgan brillo al panorama ennegrecido por la influencia del carbón.El decorado del templo es impresionante.
El alminar más elevado se alza 34 metros y convive en el firmamento con las chimeneas hoy inactivas, que sobreviven a la caída del otrora próspero bastión de la cuenca del Ruhr.
“Pienso que son impresionantes y hermosas”, dice un joven con caireles tipo rasta. Él creció en este barrio y quisiera conocer el interior del monumental templo.
Similar el el sentimiento de una joven madre que camina por la calle y que ha superado su recelo inicial por vivir en pleno centro de actividades de la comunidad musulmana. A su hijo de cuatro años le gusta especialmente la acústica del recinto.
Ella, por su parte, se maravilla ante los candeleros de ocho metros de diámetro. En otros tiempos, en ese mismo lugar se ubicaba el comedor de los mineros; más tarde, el espacio fue utilizado por la comunidad musulmana para rezar sus plegarias.
Un antiguo trabajador del carbón, hoy de 82 años de edad, afirma que la mezquita es más bella que “nuestra” iglesia. Hace años ya, él trabajó con muchos turcos que trajeron a sus hijos y nietos a vivir a Duisburgo. Son muchos, dice, pero “si se llevan bien con nosotros, no hay problema”.Orgullo en cada detalle del templo.
Un pedazo de patria
Justo a la entrada de la mezquita se encuentra Osman Calek, quien charla con otros jubilados de origen turco. Cada día, Calek peregrinó hasta el sitio de la construcción. Fueron largos tres años y medio. Hoy lleva el orgullo impreso en el rostro.
Con mirada radiante, cuenta que por fin se ha hecho realidad el sueño que comenzó hace 40 años, cuando se trasladó a Alemania. Sus hijos y sus nietos son todos practicantes de la fe musulmana. Ahora él espera que acudan a la mezquita muchas familias a festejar honomásticos o ceremonias matrimoniales.
Bálsamo para el alma
Por su aprte, Zülfiye Kaykin dice encontrar paz y serenidad en la enorme mezquita de Duisburgo. Ella forma parte de la Unión Turco-Islámica y recibió la Cruz al Mérito Federal por su compromiso con el diálogo intercultural.
Ella intervino ante los arquitectos de la mezquita para que fueran colocados grandes ventanales. Su objetivo era claro: todos deberían ver, incluso desde el exterior, que los musulmanes nada tienen que ocultar.Vista exterior del recinto musulmán.
Vista exterior del recinto musulmán.
Sin embargo, por dentro la mezquita es más fastuosa de lo que su fachada deja ver. El templo luce ornamentos en colores azul, rojo y dorado, además de enormes mosaicos en las paredes. Es aquí donde hasta 1.200 fieles musulmanes encontrarán un lugar más que digno para practicar su religión en pleno corazón de Europa.
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