Camboya 19-10-2008,EFE
En la budista Camboya, la minoría musulmana de los cham ve como su cultura tradicional se diluye poco a poco ante el auge del puritanismo islámico patrocinado por los países del Golfo Pérsico.
Lengua, alfabeto propio, vestuario o rituales son algunos de los elementos autóctonos que los cham han ido arrinconando en favor de la influencia árabe al mismo ritmo que mezquitas e imanes proliferan ya en Camboya, gracias a los petrodólares.
Víctimas como nadie del régimen del Jemer Rojo en los años 70, los musulmanes camboyanos vieron en aquella época como su comunidad no solo perdía a 90.000 miembros, casi un tercio del total, sino también el 85 por ciento de sus templos y casi todos sus clérigos.
Este vacío es el que ha ido rellenando desde 1991 la solidaridad musulmana de las monarquías del Golfo y su estricta interpretación del Islam.
Sólo en agosto pasado, los emiratos de Kuwait y Qatar comprometieron 700 millones de dólares en inversiones para Camboya, de los que cinco millones se destinarán a 'obras culturales'.
El dinero será bien recibido por la empobrecida comunidad cham, aunque la operación ha hecho saltar las alarmas en Estados Unidos, que ha situado a los musulmanes camboyanos en su punto de mira dentro de la guerra mundial contra el terrorismo.
La mayoría de los 300.000 cham se impregnan de la regresión del wahabismo que vende el Golfo, pero un pequeño grupo de irreductibles todavía resiste y mantiene su condición de depositario de su tradición cultural.
Se trata de los cerca de 20.000 cham daem (originales) o imamsan, que viven en los aledaños de la antigua capital camboyana de Udong.
Este colectivo desciende de la realeza y aristocracia del viejo reino de Champa, que floreció en el centro del actual Vietnam entre los siglos VIII y XV, y que tras su caída ante el empuje vietnamita se dispersó por todo el sureste asiático.
Sus guerras con los jemeres, inventariadas en varios relieves que decoran los templos de Angkor, no fueron un obstáculo para que, siglos más tarde, estos patricios cham encontraran refugio en Udong.
'Eran aristócratas y al llegar a Camboya decidieron ir a vivir a la corte', explica Alberto Pérez Pereiro, un antropólogo español que lleva varios años trabajando en su tesis doctoral sobre los cham.
El rey camboyano les ofreció tierras iniciando una relación entre familias reales en el siglo XV que, de alguna manera, todavía subsiste hoy a través del 'ongknur', una figura cuyo liderazgo moral es ampliamente aceptado por la comunidad cham y, al mismo tiempo, goza del reconocimiento oficial del Gobierno desde 1988.
A diferencia del resto de cham, los imamsan practican la fe a su manera.
'Rezan sólo una vez por semana en vez de las cinco oraciones diarias, no utilizan el árabe ni el Corán, sino textos propios en lengua y alfabeto cham', según Pérez Pereiro, quien afirma que 'para el resto de creyentes, los imamsan no son musulmanes verdaderos'.
'Por ser depositarios de una tradición que los otros cham ya no entienden, se les respeta, pero al mismo tiempo, a medida que se acentúan visiones más estrictas del Islam se les tacha de impuros', resume el experto.
Un ejemplo son las ceremonias de posesión en las que se invoca a los antiguos guerreros del reino de Champa, que los musulmanes más puritanos rechazan y califican de actos de brujería inaceptables.
Ante este panorama, el futuro del legado cultural de los musulmanes camboyanos no es halagüeno, señala un Ek Buth, un viejo peregrino de Udong.
'En tres generaciones ya no habrá cultura cham, pues ante los petrodólares no tenemos nada para protegernos', se lamenta.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
En la budista Camboya, la minoría musulmana de los cham ve como su cultura tradicional se diluye poco a poco ante el auge del puritanismo islámico patrocinado por los países del Golfo Pérsico.
Lengua, alfabeto propio, vestuario o rituales son algunos de los elementos autóctonos que los cham han ido arrinconando en favor de la influencia árabe al mismo ritmo que mezquitas e imanes proliferan ya en Camboya, gracias a los petrodólares.
Víctimas como nadie del régimen del Jemer Rojo en los años 70, los musulmanes camboyanos vieron en aquella época como su comunidad no solo perdía a 90.000 miembros, casi un tercio del total, sino también el 85 por ciento de sus templos y casi todos sus clérigos.
Este vacío es el que ha ido rellenando desde 1991 la solidaridad musulmana de las monarquías del Golfo y su estricta interpretación del Islam.
Sólo en agosto pasado, los emiratos de Kuwait y Qatar comprometieron 700 millones de dólares en inversiones para Camboya, de los que cinco millones se destinarán a 'obras culturales'.
El dinero será bien recibido por la empobrecida comunidad cham, aunque la operación ha hecho saltar las alarmas en Estados Unidos, que ha situado a los musulmanes camboyanos en su punto de mira dentro de la guerra mundial contra el terrorismo.
La mayoría de los 300.000 cham se impregnan de la regresión del wahabismo que vende el Golfo, pero un pequeño grupo de irreductibles todavía resiste y mantiene su condición de depositario de su tradición cultural.
Se trata de los cerca de 20.000 cham daem (originales) o imamsan, que viven en los aledaños de la antigua capital camboyana de Udong.
Este colectivo desciende de la realeza y aristocracia del viejo reino de Champa, que floreció en el centro del actual Vietnam entre los siglos VIII y XV, y que tras su caída ante el empuje vietnamita se dispersó por todo el sureste asiático.
Sus guerras con los jemeres, inventariadas en varios relieves que decoran los templos de Angkor, no fueron un obstáculo para que, siglos más tarde, estos patricios cham encontraran refugio en Udong.
'Eran aristócratas y al llegar a Camboya decidieron ir a vivir a la corte', explica Alberto Pérez Pereiro, un antropólogo español que lleva varios años trabajando en su tesis doctoral sobre los cham.
El rey camboyano les ofreció tierras iniciando una relación entre familias reales en el siglo XV que, de alguna manera, todavía subsiste hoy a través del 'ongknur', una figura cuyo liderazgo moral es ampliamente aceptado por la comunidad cham y, al mismo tiempo, goza del reconocimiento oficial del Gobierno desde 1988.
A diferencia del resto de cham, los imamsan practican la fe a su manera.
'Rezan sólo una vez por semana en vez de las cinco oraciones diarias, no utilizan el árabe ni el Corán, sino textos propios en lengua y alfabeto cham', según Pérez Pereiro, quien afirma que 'para el resto de creyentes, los imamsan no son musulmanes verdaderos'.
'Por ser depositarios de una tradición que los otros cham ya no entienden, se les respeta, pero al mismo tiempo, a medida que se acentúan visiones más estrictas del Islam se les tacha de impuros', resume el experto.
Un ejemplo son las ceremonias de posesión en las que se invoca a los antiguos guerreros del reino de Champa, que los musulmanes más puritanos rechazan y califican de actos de brujería inaceptables.
Ante este panorama, el futuro del legado cultural de los musulmanes camboyanos no es halagüeno, señala un Ek Buth, un viejo peregrino de Udong.
'En tres generaciones ya no habrá cultura cham, pues ante los petrodólares no tenemos nada para protegernos', se lamenta.
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