Una imagen obtenida por microscopio electrónico muestra la bacteria que causa la fiebre Q creciendo en la vacuola de una célula humana. NIAID / wikimedia.org / CC BY 2.0
El nuevo estudio ha confirmado que las actividades de los seres humanos contribuyen a las alteraciones fenotípicas en las poblaciones de animales y plantas.
Un grupo de los científicos de EE.UU., Canadá, el Reino Unido y Chile, encabezado por la Universidad de Washington, ha realizado un estudio para determinar qué impacto tienen las actividades de los seres humanos en la evolución genética de las especies y en qué medida aceleran los cambios fenotípicos de los animales y las plantas.
En su investigación los científicos analizaron 1.600 casos de cambios fenotípicos de las especies, o sea, las alteraciones de su tamaño, proceso de desarrollo y comportamiento, comparando los impulsores evolutivos de origen antropológico y no antropológico.
Los resultados del estudio, publicados en la revista científica estadounidense 'Proceedings of the National Academy of Sciences' (PNAS), pusieron de manifiesto que la urbanización y otras actividades humanas afectan la composición genética de las especies a gran escala y cambian de ese modo los ecosistemas, porque las especies se ven obligadas a adaptarse a nuevas condiciones. Además, esta influencia humana tiene el carácter "de escala planetaria", cambiando los ecosistemas por toda la Tierra.
"El mayor impulsor de la evolución contemporánea"
Asimismo, la urbanización fue destacada por los investigadores como "el mayor impulsor de la evolución contemporánea", dado que los índices de los cambios fenotípicos en los ecosistemas afectados por la urbanización resultaron, según el estudio, más altos que en los sistemas naturales no antropológicos o en los sistemas antropológicos de las zonas no urbanas.
Entre estos procesos originados por las actividades humanas figuran la acidificación y la contaminación de los hábitats con las aguas residuales y el calor de las centrales eléctricas, el desplazamiento de las especies y los cambios en su reproducción debido al calentamiento global y los elevados umbrales de tolerancia de algunos elementos químicos en los organismos de animales y plantas.
Asimismo, algunas especies cambian el tamaño de su cuerpo, como en el caso de la trucha marrón, que se disminuyó debido a las actividades pesqueras de los seres humanos, afectando de esta manera tanto a sus depredadores como a sus presas y desatando las alteraciones sucesivas de los ecosistemas.
Los autores del estudio esperan que su investigación contribuya al entendimiento del papel de los seres humanos en el proceso evolutivo de nuestro planeta como "la mayor fuerza evolutiva del mundo" y ayude a promover el desarrollo sostenible de las actividades humanas. Asimismo, el estudio desafía la percepción habitual de que el proceso de la evolución tarda centenares y miles de años, porque las secuelas de las alteraciones que generan las actividades humanas ya se notan en las estructuras genéticas de las especies.
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