Interno en la cárcel de Bochum
Los autores de los ataques terroristas en París, Bruselas y Berlín se radicalizaron en la cárcel. En Alemania se están abriendo nuevos caminos para evitar que los reclusos se conviertan en extremistas.
Debido a que más y más islamistas están encarcelados, las prisiones alemanas quieren proteger a los prisioneros musulmanes de los predicadores del odio, como en la prisión de Bochum (JVA), en Renania del Norte-Westfalia (NRW), un estado federado en el que uno de cada cuatro internos es musulmán.
Batuhan es algo así como el prisionero musulmán modelo: arrepentido, reflexivo y tolerante. Es turco y vive en Alemania desde que tenía cuatro años. Desde marzo de 2014, fue encarcelado y luego condenado por fraude.
Batuhan es uno de los casi 16.000 prisioneros actualmente detenidos en NRW. Una buena parte de ellos son musulmanes. Entre ellos hay un pequeño grupo que obliga a una observación especial: el de los islamistas radicales. "33 de ellos en cárceles de NRW”, dice a DW el Departamento de Justicia del estado.
Los llamados "Gefährder” o personas que representan un riesgo especial de que cometan un acto terrorista o de que involucren a otros en sus planes, están distribuidos en varias cárceles para evitar su agrupación. Uno de esos centros es Bochum, aunque a DW solo se le permitió hablar con Batuhan, quien dice que "la religión juega un papel importante para muchos prisioneros en prisión”. Por ejemplo, "cuando hay un ataque islamista en alguna parte, hablamos de las razones".
Peligro reconocido, y vigente
Las autoridades esperan un crecimiento de la población carcelaria de islamistas radicales. Solo en 2018, la Fiscalía Federal en Karlsruhe abrió 855 investigaciones preliminares contra presuntos islamistas radicales. Es más, tras la derrota militar del EI en las zonas kurdas de Siria, hay más de 120 yihadistas que se encuentran detenidos allí y que tienen algún vínculo con Alemania, según la cadena pública WDR. Otros están detenidos en cárceles iraquíes. Si regresan, se espera que muchos de ellos sean juzgados en Alemania.
Este es un momento crítico. "Si regresan líderes radicales, no detendrán su agitación en las cárceles”, advierte Michael Kiefer, investigador del extremismo.
Entran a la cárcel como criminales, y salen como radicales
La mayoría de los actos terroristas islamistas en Europa han sido cometidos por personas que se radicalizaron en prisión. Como los asesinos de París y Bruselas. Y al igual que Anis Amri, que embistió con un camión un mercado navideño en Berlín en diciembre de 2016, matando a once personas e hirió a decenas.
Más de la mitad de los más de 5.000 yihadistas que han abandonado Europa occidental para ir a las áreas de combate del Estado Islámico tenían un pasado criminal. Muchos eran pandilleros, traficantes de drogas o ladrones. A esta conclusión llega un estudio publicado en 2018 por el Centro Internacional de Investigación de Radicalización en el King's College de Londres.
Las prisiones alemanas intentan garantizar que los extremistas no hagan proselitismo y no tengan contacto con otros internos de ideas afines. Por eso son observados y separados de otros reclusos, aunque no están completamente aislados las 24 horas. En los patios, por ejemplo, tienen contacto con otros prisioneros. "Aquí en las condiciones de una cárcel, es más fácil convencer a alguien”, dice Batuhan, el recluso de Bochum.
Presa fácil para los islamistas
El abogado Numan Özer está convencido de que las cárceles son el caldo de cultivo perfecto para los grupos extremistas. El joven abogado ha trabajado durante siete años para la iniciativa de Colonia "Cambio de 180 grados", financiada con fondos federales.
Según islamistas radicales, "Occidente libra una guerra contra los musulmanes. Y el Corán permite saquear”. Con este argumento, legitiman los robos o el tráfico de drogas, además de considerarse "héroes”. "Con esto, los extremistas convencen fácilmente a algunos jóvenes", cree Özer. Es un escenario peligroso: hombres jóvenes desesperados, agresivos, solitarios y a menudo inútiles en cautiverio se encuentran con individuos que les brindan respuestas simples a todas sus preguntas.
Cómo la política y la Justicia quieren prevenir
El gobierno del estado federado de Renania del Norte-Westfalia se centra principalmente en la prevención. En muchas cárceles de NRW se han designado oficiales de integración para que los internos con antecedentes migratorios tengan su propio punto de contacto. Además, los centros de detención trabajan en estrecha colaboración con académicos islámicos como Mustafa Doymus y Mehmet Bilekli. En nombre del ministerio de Justicia, los dos han estado capacitando a unos 2.700 de un total de unos 8.600 agentes carcelarios en NRW desde 2016.
La pérdida de libertad causa inevitablemente crisis personales entre los reclusos que, a menudo, "los convierten en filósofos", dice Doymus. Algunos también se hacen preguntas religiosas. Su trabajo consiste en "sensibilizar" a los funcionarios judiciales para que puedan ayudar en tiempos de crisis. Así como para detectar señales tempranas de radicalización, como cuando descubren escritos y libros que incitan al odio. O cuando los prisioneros reciben extrañas cartas del exterior. En Renania del Norte-Westfalia hay, además, 26 imanes para 36 prisiones, que han pasado una estricta prueba de seguridad.(jov/eal)
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