lunes, 7 de noviembre de 2016

El veto al islam desencadena una movilización sin precedentes

USA,05-11-2016,larazon.es,César Vidal.
 

Varios fieles islámicos rezan en una mezquita de Norfolk, en el Estado de Virginia

Más de un millón de musulmanes se han registrado para votar el martes después de que el republicano amagase con prohibir la entrada a esta minoría.

A pesar de las palabras del presidente Barack Obama señalándolos como parte de la Historia estadounidense, lo cierto es que los musulmanes han contado con una presencia residual con alguna excepción como la llegada de algunos procedentes del imperio británico a finales del S. XIX. Los conocidos vulgarmente como «Black Muslims» –los musulmanes negros o, mejor, Nación del Islam– no son considerados musulmanes por el islam ortodoxo dado que sus enseñanzas constituyen una mezcla de gnosticismo, ocultismo y virulento racismo anti-blanco. Su personaje más conocido, Malcolm X, militó en su seno hasta que, finalmente, se convirtió al islam suní. Aunque sus fieles no pasan de unas decenas de miles e incluso algunas instancias los incluyen entre los grupos de odio, la Nación del Islam continúa teniendo una enorme influencia en el seno de las comunidades negras.

El caso del islam ortodoxo es muy diferente. Sus miembros alcanzan una cifra cercana a los tres millones y medio de miembros, en torno al 1% de la población estadounidense. Es previsible que dupliquen esa proporción para 2050 aunque incluso podrían superar esa estimación dado que su crecimiento desde 2004 ha sido sostenido y creciente. De hecho, más de la mitad del incremento del número de musulmanes desde 2010 hasta 2015 se ha debido a la inmigración. En la actualidad, los musulmanes constituyen en torno a la décima parte de los inmigrantes legales –una proporción nada baladí– y una porción muy inferior de los ilegales.

Actualmente, los musulmanes son menores en número que los judíos (cerca de seis millones) pero superiores a los hindúes (2,1 millones) y a otras religiones orientales como los sijs. Sin embargo, suelen tener más hijos que los fieles de otras confesiones y también su edad media es más joven lo que lleva a prever un mayor crecimiento demográfico. El número de conversiones al islam entre los que ya viven en EE UU es reducido y suele darse especialmente entre hispanos o negros. Significativo también es que el número de apostasías del islam es muy similar al de conversiones.

Su distribución no resulta homogénea y en no pocas ciudades y estados superan el 1% de la población. Por ejemplo, en New Jersey el porcentaje de musulmanes podría rondar el triple de la media nacional. Con estos datos a la vista, resulta especialmente notable la manera en que los musulmanes que viven en EE UU se han registrado para votar en los últimos meses.

A diferencia del sistema español, en EE UU, es el ciudadano el encargado de registrase para poder votar. A finales de diciembre, el US Council of Muslim Organizations –Consejo estadounidense de organizaciones musulmanas– anunció sus planes de conseguir que se registrara no menos de un millón de musulmanes a fin de que votaran en las presidenciales. Semejante plan incluye jiras a escala nacional para alcanzar su objetivo entre las comunidades islámicas. Conscientes del peso de los «swing states» en las elecciones, los mayores esfuerzos se centrarían en estados esenciales como Florida, Ohio y Virginia.

¿A qué se debe ese interés, súbito, poderoso y bien organizado, en pos de que los musulmanes voten? La razón principal parece hallarse en las referencias de Donald Trump en el sentido de impedir la entrada en EE UU de aquellas personas que procedan de naciones donde el terrorismo es una realidad cotidiana. En otras palabras, la entrada de musulmanes en EE UU se vería considerablemente limitada para evitar que entre ellos se encontraran infiltrados terroristas. Se piense lo que se piense de semejante visión, lo cierto es que no se limita a Trump. En el seno del Partido Demócrata no son pocos los que piensan que debería impedirse la entrada en EE UU no de los musulmanes, pero sí de aquellos que crean que debe aplicarse la ley islámica o sharía. Se trataría, pues, de diferenciar a los que se considera potencialmente peligrosos de los que no lo son. La posición adoptada por Hillary Clinton es más moderada. En el último debate entre los candidatos a la vicepresidencia, el demócrata Kaine insistió en que no podía limitarse la inmigración por causas religiosas y que sólo podía apelarse a principios como el del peligro real que pudieran presentar inmigrantes concretos. Si, finalmente, habrá un millón de votos musulmanes en las urnas es algo que hoy no sabemos aunque entra en el terreno de lo posible. Más fácil resulta todavía especular con el candidato que los recibirá de manera mayoritaria.


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