viernes, 6 de noviembre de 2009

Mamadou Djouma

Artículo publicado en Vistazo a la Prensa en octubre de 2009

Miguel Martinez

Mamadou Djouma es guineano y debe rondar la treintena. Llegó a la península el año 2000. Quizás pensó que el nuevo milenio le traería aquí la fortuna que le negaba en su tierra y se embarcó, como otros tantos, rumbo a la esperanza.

Pasó cuatro años en Andalucía, sin papeles y agradeciendo que, pese a eso, le diesen trabajo. No sabemos si quien se lo ofreciera lo hacía por hacerle un favor o porque le salía más barato, pero el caso es que Mamadou consiguió regularizar su situación al cabo de cuatro años y fue entonces cuando pudo asentarse con su mujer y sus dos hijos en una ciudad del centro de Cataluña, y ahí sigue desde entonces. La crisis acabó con su trabajo estable y ahora vive de lo que le va saliendo. Aquí y allí, chapuzas y remiendos le posibilitan llegar, aunque con muchas dificultades, a fin de mes.

Obviamente Mamadou es negro y a buen seguro habrá quien, al sentársele al lado en el autobús, se lleve la mano discretamente a la cartera o se cambie de lado el bolso. Les garantizo a mis queridos reincidentes que no tendrían por qué.

Una tarde de éstas, Mamadou fue a un cajero electrónico para retirar efectivo y, lo que es la vida, encontró allí ochocientos euros en metálico. Parece ser que el cajero electrónico sufrió una avería y devolvió, billete por billete, los ochocientos euros que otro cliente había ingresado un buen rato antes. Contrariamente a lo que habría hecho mucha gente, Mamadou llamó a la policía y les contó que alguien había olvidado allí un fajo de billetes, que se quedaba donde estaba para custodiarlos hasta que pudiesen enviar a alguna patrulla para hacerse cargo de aquel dineral.

Los policías recogieron el dinero, agradecieron a Mamadou su honradez, llevaron a comisaría el dinero, llamaron al banco, del banco pasaron al recoger los billetes al día siguiente, el director del banco llamó a Mamadou para darle las gracias y fin de la historia.

Mamadou se ve ahora incluso en los periódicos de tirada nacional y no lo entiende.

¿Cómo iba yo a quedarme un dinero que no era mío?
Mi padre me enseñó que sólo nos pertenece lo que ganamos con esfuerzo.
Mi religión me obliga a que si encuentro algo perdido, debo buscar la manera de retornárselo a su propietario.

Si yo hubiese perdido ese dinero y nadie me lo hubiese devuelto, me hubiese llevado un gran disgusto.

Ésas y otras frases de Mamadou han sido utilizadas en los diferentes medios como titulares de la noticia.

Y digo yo que es justo que, igual que cada vez que un inmigrante comete un delito hay quien tiende a generalizar, será bueno que esta vez se haga lo propio y se concluya con que también los inmigrantes nos dan lecciones de honradez.

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