martes, 3 de noviembre de 2009

El templo de los ambiciosos

Doha,03/11/2009,EFE/El Universal.

El MIA se eleva sobre una isla artificial construida "ex profeso" en la bahía de Doha (Foto: EFE )

Esta impactante construcción en Doha tiene cinco plantas y 35 mil 500 metros cuadrados de superficie

Igual que los Médicis purgaron el pecado de la usura financiando el Renacimiento, la familia real de Qatar, bendecida por los petrodólares, emula a los banqueros florentinos con maravillas como el Museo de Arte Islámico (MIA) de Doha.

Si los Médicis hicieron de Florencia un centro neurálgico de la Italia renacentista mediante el mecenazgo, la dinastía Al Thani, que gobierna el pequeño emirato desde el siglo XIX, aspira a convertir el país en el epicentro cultural de Oriente Medio.

El emir, jeque Hamad Ben Jalifa Al Thani, "quiere transformar Qatar en una sociedad basada en la cultura y el conocimiento. Es el comienzo del Renacimiento en Qatar", dijo el portavoz del MIA, Omar Chaikhouni.

Al Thani no está dispuesto a perder el tren tomado por el emirato vecino de Abu Dhabi, que planea la apertura de sucursales del Museo del Louvre de París y el Guggenheim de Nueva York, a fin de ganar prestigio, atraer turistas y crear una marca internacional.

El monarca qatarí tiene músculo financiero de sobra para cumplir su sueño pues el país, con una de las rentas per cápita más altas del mundo, dejó atrás hace años una economía basada en la pesca y la recolección de perlas para erigirse en un gran productor energético.

No en vano, Qatar, una península un poco más grande que la isla de Hawai habitada por un millón y medio de personas, pertenece a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y posee las terceras reservas de gas natural más vastas del planeta.

Con esos recursos, el emirato -subrayó Chaikhouni- "está convirtiendo los petrodólares en conocimiento", una alquimia simbolizada en el Museo de Arte Islámico, obra del nonagenario arquitecto estadounidense de origen chino Ieoh Ming Pei, autor de iconos arquitectónicos como la pirámide del Louvre.

"El Islám es una religión que yo desconocía", ha admitido Pei, quien viajó por el mundo árabe en busca de una inspiración, que halló en la sobriedad de la milenaria Mezquita de Ahmad ibn Tulun, de El Cairo, y las fortalezas de Túnez.

Inaugurado oficialmente el 22 de noviembre de 2008 con unos espectaculares fastos a los que asistieron mil dignatarios, el MIA se eleva sobre una isla artificial construida "ex profeso" en la bahía de Doha y conectada al popular Corniche, el paseo marítimo de la ciudad, por un puente con dos filas de espigadas palmeras.

Con cinco plantas y 35 mil 500 metros cuadrados de superficie, el edificio es una impactante composición de bloques cuadrados y octogonales culminada por una torre central, y parece desde lejos un templo-fortaleza teñido del marrón claro de la arena del desierto.

En su interior, más de 4 mil metros cuadrados de galerías, organizadas en torno a un atrio coronado por una cúpula con un tragaluz, por donde se cuela con clemencia el impenitente sol arábigo, albergan unas 800 piezas (manuscritos, joyas, cerámicas, esculturas, armas, alfombras...) de Europa, Oriente Medio y Asia.

Entre esos tesoros brillan con fuerza objetos de Al Andalus (territorio ibérico bajo poder musulmán entre 711 y 1492), como nueve capiteles de mármol de la ciudad palatina de Medina Al Zahara (Córdoba) o un venado esculpido en bronce, de cuya boca brotó agua en una fuente de un palacio de la España de los califas omeyas.

Las piezas proceden de "casas de subastas, museos y colecciones privadas", explicó la subdirectora de la oficina de atención al público del MIA, Merridy Wilson,

La popularidad de este museo, según Wilson, "ha superado -en menos de un año- todas las expectativas al recibir 270 mil visitas".

Es sabido que la realeza qatarí ha participado activamente durante los últimos años en subastas de arte islámico de renombradas firmas como Sotheby's o Christie's, aunque los responsable del MIA tienen a evadir las preguntas sobre los distinguidos postores.

"Algunos objetos han sido adquiridos por la familia real", concedió Chaikouni con mucha discreción.

Sobre qué obras son propiedad de la familia Al Thani, Wilson, frunce el ceño, esboza una sonrisa nerviosa y responde: "la familia real es dueña del país".

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