lunes, 24 de julio de 2017

La poetisa andalusí que vendía fruta

Cordoba,23 Julio, 2017,eldiadecordoba.es,PILAR BARTOLOMÉ


Muhya Bent al-Tayyanis recibió una educación esmerada por parte de la célebre princesa Wallada, aunque la satirizó y dejó en evidencia con sus poemas al airear sus intimidades

Los escasos datos que sobre Muhya Bent al-Tayyani o al-Qurtubiyya se tienen son recogidos por grandes estudiosos de la época y la poesía andalusí, Mahmud Sobh y Teresa Garulo, entre otros. Muhya provenía de una familia cordobesa de extracción humilde. Siendo hija de un vendedor de higos, Wallada, hija de Muhammad III al-Mustakfi, uno de los últimos califas cordobeses de la familia de los Omeya, se fijó en ella, posiblemente, en el momento que llevaba la fruta a su casa. O también por asistir a las reuniones literarias celebradas en palacetes privados, jardines o casas de campo en donde los nobles y los poetas organizaban sus fiestas, en calidad de esclavas sirviendo el vino, cantoras o músicas; se sabe que en Al-Andalus algunas mujeres célebres tomaban parte de estas reuniones en calidad de invitadas como es el caso de la célebre princesa Wallada, de quien se dice que tenía "un salón literario" donde ella misma actuaba como anfitriona.

Como dicen sus biógrafos, "Wallada se prendó de Muhya y se ocupó de que recibiera una esmerada educación, hasta el punto de que aprendió el arte de la poesía". El derrocamiento y muerte de su padre Al-Mustakfi se produce en Uclés en 1024 y alguno de los poemas de Muhya está fechado entre el 1025 y el 1050, lo que invita también a situar la juventud de la muchacha en esta etapa de Wallada.

Según cronistas e historiadores era una mujer de gran belleza, cuidados modales en la vida palaciega, y poeta satírica, además de ágil y veloz en el ingenio y en el insulto. A pesar de la protección de la princesa Wallada, parece no fue muy leal a su benefactora, no se sabe por qué razón, aunque ella se excusaba en motivos morales, reprobando la libertad de su señora, la satirizó, aireando sus intimidades en poemas. Así, acabaría convertida en enemiga acérrima de su mecenas.

Existen dudas de ciertos autores, entre ellos Henri Pérès, sobre la posible relación lésbica entre ambas. Rafael M. Mérida Jiménez, por ejemplo, apunta que acabó siendo una amante despechada y celosa de los amores de la princesa Wallada e Ibn Zaydun. Se han conservado tres poemas de Muhya, de los cuales dos son sátiras muy bruscas y bastante eróticas. Una de ellas está dirigida contra Wallada. El juego más habitual era el del nombre de Wallada que significa "la que da a luz". Por lo cual, Aragón Huerta propone la teoría de que Wallada tenía algún hijo ilegítimo. Satirizándola en estos versos donde alude a unos pasajes del Corán que representan a la Virgen apoyándose en una palmera, que por indicación divina hace caer sobre ella dátiles frescos y maduros. "Wallada ha dado a luz y no tiene marido, se ha desvelado el secreto, ha imitado a María más la palmera que la Virgen sacudiera para Wallada es un pene erecto". Sus versos son de una frescura y descaro sorprendentes, de entre los traducidos, hay uno dedicado a un enamorado que a Muhya le ha mandado unos melocotones que ella compara con los pechos "de las bellas", para acabar diciendo que ese fruto deja en ridículo "el glande de los penes".

"Oh tú, que das melocotones a tu amada, ¡bienvenida esa fruta que a las almas alegra! Su redondez imita el pecho de las doncellas. Más la cabeza humilla los penes". En él puede verse con claridad que no ha sido escrito con el fin de incitar al hombre, sino responde más al desenfado y libertad de expresión de las mujeres del harén.

En el tercero de los poemas conservado, un enamorado asegura "defender su boca de los merodeadores", pudiera esconder una crítica a su maestra y más concretamente a uno de los versos que Wallada llevaba bordados sobre los hombros de sus vestidos: "Doy mis besos a quien lo solicite… Aleja de la aguada de sus labios a cuantos la desean, igual que la frontera se defiende de cuantos la asedian, a una la defienden los sables y las lanzas, y a aquéllos los protege la magia de sus ojos". En una gran cultura como la andalusí, el amor y el enamorarse se consideraba como un acto cultural, un arte y un juego con reglas fijas, para ambas culturas cristiana y musulmana, una mujer que expresara sus sentimientos amorosos en una poesía, resultaba motivo de escándalo.

A pesar del erotismo evidente de su obra, una mujer que habla de otra mujer y tiene el coraje de hacerlo en un lenguaje reservado a los hombres, será admirada por las generaciones siguientes gracias a su lengua mordaz y comparada con el poeta famoso Ibn ar-Rumi, como señala al-Maqqari.

Las poetisas andalusíes son un fenómeno excepcional tanto de la literatura medieval mundial como de la literatura musulmana en general, respecto al grado de la emancipación femenina, aunque no en el sentido como la entendemos hoy en día en la sociedad moderna, ya que superó a la sociedad cristiana. Normalmente, las mujeres sabias andalusíes solían recibir educación en gramática, estudio del Corán y lectura de los autores árabes clásicos. Además, varias de las poetisas, como señalan las fuentes árabes, recibían una formación especial que las cultivó en la composición de versos. Se reconocen dos temas principales tratados por las poetisas andalusíes: erótico-amoroso y panegírico.

Estas escasas manifestaciones de la expresión literaria femenina fueron frenadas a causa de los cambios sociales y culturales que se produjeron al establecerse el Califato Omeya.

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