lunes, 24 de julio de 2017

Crece tensión por nuevos choques en Jerusalén que dejan ocho muertos

Jerusalén,24 de julio 2017 ,EFE,Jana Beris*


Como señal de protesta, jóvenes palestinos rezan en las afueras de la Explanada de las Mezquitas.Foto: Ammar Awad / Reuters

Enfrentamientos son por medidas israelíes en la Explanada de las Mezquitas. Habrá reunión en la ONU.
La solución de la crisis que desató el ataque en Jerusalén hace diez días, cerca de la Explanada de las Mezquitas –que los musulmanes llaman Haram al Sharif y los judíos, el Monte del Templo–, donde dos policías israelíes fueron asesinados, no parece estar a la vuelta de la esquina.

Según Israel, las armas usadas en el ataque habían sido escondidas en la mezquita de Al Aqsa. Pero la instalación de los detectores de metales en tres de los accesos al lugar sagrado, una medida a la que acudió Israel después de lo ocurrido, continúa siendo rechazada en términos categóricos por la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y el Waqf (autoridad islámica jordana, que gestiona la Explanada), quienes lo consideran una “humillación”.

En el terreno, las discrepancias se manifestaron, por un lado, en enfrentamientos violentos entre la policía israelí y palestinos y, por otro, en un atentado de un palestino en el asentamiento en Halamish, al noreste de Ramala.

Los choques se saldaron el viernes, luego del gran rezo semanal de los musulmanes, con la muerte de tres palestinos en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.

Esa misma noche, tres israelíes, miembros de una misma familia, murieron apuñalados por un palestino en Halamish. Omar al Abed, un palestino de 19 años de la aldea aledaña, se infiltró en el asentamiento llevando consigo un cuchillo y un libro del Corán y asesinó a puñaladas a tres civiles, miembros de la familia Solomon.

El atacante fue neutralizado de un disparo por un vecino, soldado en un día libre de su servicio militar que oyó los gritos y salió con su arma. El palestino fue luego evacuado a un hospital israelí.

Otros dos palestinos murieron el sábado, para llegar así a una cifra de ocho fallecidos.
Israel recalca categóricamente que no tiene intención ninguna de cambiar el statu quo en la Explanada de las Mezquitas –donde los musulmanes son los únicos que pueden orar–, pero los palestinos no lo creen y afirman que “Al Aqsa está en peligro”.

Las autoridades israelíes acusan a la Autoridad Palestina de “incitar a la violencia” y de atribuirles una intención que no es cierta. Pero los comentarios de parlamentarios israelíes sobre “los detectores de metales como expresión de soberanía”, pese a que el primer ministro Benjamín Netanyahu se manifiesta de otra forma, son vistos por los palestinos como una luz de alarma.

El presidente de la ANP, Mahmud Abás, anunció la interrupción de “todos los contactos con Israel” y afirmó que esto incluye la coordinación de seguridad. Aunque ha habido varios casos en los que la ANP proporcionó a Israel información de inteligencia sobre posibles atentados, expertos y políticos suelen afirmar que quien más precisa esa coordinación es el propio Abás. Sin ella, sostienen, corre el riesgo de ser derribado rápidamente por Hamás.

Pero uno de los colaboradores del presidente palestino dijo el domingo que “en caso de emergencia, seguirá habiendo diálogo”, aunque aclaró que “cuando termine la crisis, se volverá a la normalidad”.

En Israel se tomó el atentado en Halamish como “ataque estratégico”, pues es del tipo de incidentes que tienen consecuencias a largo plazo.

Netanyahu dijo que la casa del palestino que perpetró el atentado será demolida, medida que Israel sostiene se aplica no como castigo, sino como intento de disuasión para el futuro y, según afirman los palestinos, es “castigo colectivo”.

El gran desafío ahora es poner fin a la crisis actual, bajar la altura de las llamas en torno a la Explanada de las Mezquitas, uno de los temas más explosivos de un conflicto en que hay complejos elementos religiosos.

Esta oleada de violencia será este lunes objeto de una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad de la ONU, convocada a petición de Francia, Suecia y Egipto. Los representantes del Cuarteto para Oriente Próximo pidieron a todas las partes “ejercer la máxima moderación, evitar las acciones de provocación y trabajar para lograr una desescalada”.

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