jueves, 12 de agosto de 2010

Pacto en la empresa por el Ramadán

BARCELONA,12/08/2010,elpais,JESÚS GARCÍA.

Mujeres musulmanas, ayer al inicio de su jornada laboral en la cooperativa Rutaito de Aitona de Lleida.- H. SIRVENT

Los empresarios ajustan horarios con sus empleados musulmanes para facilitar el ayuno - Los expertos piden diálogo para evitar conflictos

Los casi dos millones de musulmanes que viven en España celebran, desde ayer, el Ramadán. Este año, cumplir con el ayuno absoluto entre la salida y la puesta del sol les va a resultar más sacrificado que de costumbre, ya que la festividad coincide con el caluroso mes de agosto.

Los casi dos millones de musulmanes que viven en España celebran, desde ayer, el Ramadán. Este año, cumplir con el ayuno absoluto entre la salida y la puesta del sol les va a resultar más sacrificado que de costumbre, ya que la festividad coincide con el caluroso mes de agosto. Los musulmanes no pueden combatir la sed y, además, pasan más horas sin probar bocado. Algunos han podido coger vacaciones y viajar a sus países de origen. Pero otros tienen que trabajar. Los que están ocupados en labores arduas (como el campo o la construcción) llevan la peor parte.

Obligados por su fe a permanecer sin comer ni beber, los musulmanes corren el riesgo de deshidratarse y sufrir problemas de salud. Por ello, reclaman a sus jefes flexibilidad en la jornada laboral. Pero ¿deben las empresas ceder a las demandas de sus trabajadores para que estos cumplan con su religión? ¿Es una reivindicación legítima, ya que se trata de un derecho fundamental, o una medida de discriminación positiva? ¿Conviene una regulación estatal que clarifique las cosas?

Con el incremento de población -y, por tanto, de mano de obra- procedente de países musulmanes, algunas empresas optaron en su día por tomar medidas para facilitar el disfrute de la libertad religiosa. Es el caso de la empresa Escorxador de Girona. El 30% de los trabajadores de este matadero -el segundo de España, después del de Melilla, que empezó a acoger sacrificios islámicos- son musulmanes. Tres de ellos trabajan como imanes en sendas mezquitas. "Hay gente con profundas convicciones religiosas y nosotros tenemos una cultura de respeto a la diversidad", explica el gerente, Josep Maria Puigvert.

Para evitar suspicacias -y porque hay trabajo- nadie coge vacaciones durante el mes de ramadán. La jornada, en cambio, se adapta a las necesidades. Así, al empleado musulmán se le permite un descanso antes del amanecer para que pueda rezar, beber agua y comer en abundancia. Como contrapartida, cuando los demás paran para almorzar a eso de las nueve de la mañana, el musulmán continúa trabajando. La empresa procura, además, que pueda marcharse a casa un poco antes para estar con la familia. Puigvert admite que esa medida ha generado malestar entre algunos autóctonos, que la perciben como un trato de favor injusto.

Una opinión similar expresa Albert Riba, presidente de la Asociación Ateos de Cataluña. "Hay una legislación civil que fija los horarios, y se deben cumplir. Los religiosos deben adaptarse o aguantarse, pero no tienen derecho a imponerse". Riba no rechaza que, si una empresa lo desea, modifique sus costumbres. Pero insiste en que los trabajadores deben ofrecer algo a cambio.

Esa fórmula, la del pacto y la contrapartida, es la que se ha impuesto entre las empresas que han optado por la flexibilidad. Son solo unas pocas y pertenecen a sectores muy concretos (la hostelería, la agricultura y la construcción), donde los esfuerzos físicos son mayores. "Lo ideal es compaginar las creencias religiosas con las obligaciones del contrato. Hacemos ver a los empresarios que no es discriminación positiva y que no les supone ninguna pérdida, porque el trabajador rendirá igual", relata uno de los responsables de inmigración de UGT, Samir Kollech.

Además de hacer coincidir las vacaciones de los musulmanes con el Ramadán, hay medidas menos drásticas. Por ejemplo, permitir que acaben la jornada una hora antes. O, en el caso de los temporeros que deben recoger fruta de sol a sol, hacerles empezar una hora antes para aprovechar las energías de la última comida.

"La cultura empresarial en España todavía no ha llegado a cotas como las de Holanda o Canadá, donde la acomodación de las fiestas religiosas está más avanzada", resalta Kollech. "Si un trabajador pide fiesta un día por motivos religiosos, hay dos opciones: dársela, y que la compense otro día, o negársela. Pero si se le niega, el empresario corre el riesgo de sufrir una baja laboral. Estas medidas evitan el absentismo", apostilla el responsable sindical.

Hace dos meses, una asociación agraria de Lleida anunció que iba a obligar a firmar a los temporeros musulmanes un documento por el que les eximían de cualquier responsabilidad si caían enfermos por el ayuno. La entidad dio marcha atrás y, en vez de eso, impartió cursos de formación a 400 empleados para evitar riesgos en la medida de lo posible.

Desde hace unos años, además, los convenios colectivos de ciertos sectores recogen esas demandas. En 2000, patronal y sindicatos firmaron un convenio en Baleares por el que los empresarios se comprometían a que los temporeros pudieran hacer jornada intensiva. El pacto también reconoce como día festivo (no retribuido) la Fiesta del Cordero. En la ciudad de Melilla, el convenio de la construcción de 2006 consideraba inhábiles los dos últimos días del Ramadán.

Para Taoufik Cheddadi, teólogo e imán de la mezquita de Mataró (Barcelona), se trata de un falso debate. "Los musulmanes llevan siglos ayunando y no les ha pasado nada. Las mayores batallas que han ganado las han luchado, precisamente, en épocas de Ramadán, como cuando Saladino echó a los cruzados de Jerusalén. Y eso es gracias a la fortaleza espiritual", señala Cheddadi. El imán admite que el Ramadán es una de las festividades "que mejor se conocen y más se acepta" en Europa, pero remarca que los europeos "solo se han quedado con la faceta material: con que no se puede comer ni beber ni practicar sexo. La gente ve el sacrificio, pero no el mensaje más profundo, de contacto con Dios".

Cheddadi concede, no obstante, que las altas temperaturas pueden suponer un esfuerzo excesivo para los que desempeñan las tareas más duras. Por eso recuerda que "el islam solo obliga al ayuno a aquellos que pueden seguirlo". Algunas personas, por su condición, están exentas de seguir el ayuno: los niños, los ancianos, los enfermos (crónicos o temporales), las embarazadas, en periodo de lactancia o menstruación. Cheddadi cree que no se trata de escoger entre trabajo o religión, sino de buscar caminos intermedios: "Hay un principio islámico universal: la vida prevalece sobre la creencia, la práctica y la liturgia".

El tercer pilar del islam, sin embargo, es observado por la inmensa mayoría de musulmanes. Los que, por alguna razón, no pueden seguirlo en el mes correspondiente, tienen que recuperar los días de ayuno antes del siguiente Ramadán. Y, si aun así no pueden hacerlo, deben dar dinero a los pobres. Este año, la cantidad fijada por la mayoría de comunidades islámicas de España es de cinco euros por cada día que el musulmán come y, por tanto, incumple el precepto.

El gran seguimiento del Ramadán hace que la comunidad islámica insista en la necesidad de ser flexibles. El presidente de la Unión de Comunidades Islámicas de España e imán de la mezquita del barrio madrileño de Tetuán, Riay Tatary, llama a empleadores y administraciones a ser "generosos" y facilitar el cumplimiento del ayuno. Tatary recuerda que las horas que se dejen de trabajar "tendrán que ser recuperadas" y que siempre debe haber "previo acuerdo" de las partes.

Las comunidades islámicas no solo apelan a la buena voluntad, sino también al acuerdo de cooperación entre el Estado y la Comisión Islámica de España, de 1992. El artículo 12.1 indica que las entidades pueden solicitar "la conclusión de la jornada laboral una hora antes de la puesta del sol, durante el mes de ayuno (Ramadán)". La misma norma fija que el horario de las comidas en las prisiones debe adaptarse. Aun así, los expertos aseguran que prevalece lo que fija el Estatuto de los Trabajadores.

"La religión les prohíbe comer, pero no trabajar. No existe ninguna obligación de acomodar horarios, eso dependerá de que la empresa, buenamente y si no le supone ningún perjuicio, lo haga. En los trabajos físicos, esa situación puede ser más difícil, y lo será más en los próximos años", dice la profesora Zoila Combalía, profesora de la Universidad de Zaragoza experta en islam, en alusión a la alteración de fechas que sufre cada año el Ramadán.

Hasta última hora, los musulmanes de España no supieron que ayer, a las 5.05 horas, empezaba el periodo de abstinencia, ya que el inicio del Ramadán depende de la observación de la luna. Además, como el calendario es lunar, cada año se pierden 12 días. Si en los años noventa, el Ramadán se celebraba en pleno invierno, en los próximos años caminará hacia el mes de julio, cuando los días son aún más largos.

En los países de mayoría musulmana, hasta el tiempo se adapta a la festividad del islam: en Egipto, las autoridades han adelantado la hora para minimizar el periodo de abstinencia. Aquí, nada de eso ocurre. Hay algunos a los que no les preocupa: los que tienen jefes musulmanes o llevan su propio negocio. Pero son una minoría. El islam español es, sobre todo, un islam asalariado.

En qué consiste la celebración

- Qué es. Es una de las festividades más importantes de los musulmanes, que rememoran la revelación divina al profeta Mahoma para escribir el Corán.

- Duración. El Ramadán se celebra el noveno mes lunar del calendario islámico, durante un mes. Este año ha comenzado el 11 de agosto.

- El ayuno. Los musulmanes no pueden ingerir alimentos ni líquidos entre el amanecer y el ocaso. Tampoco pueden fumar o mantener relaciones sexuales.

- No lo siguen. Los niños, los ancianos, los enfermos, las embarazadas y, en general, las personas que no pueden hacerlo.

- Antes del alba. Los fieles rezan su primera oración del día e ingieren más calorías de lo habitual para aguantar el trabajo hasta la caída del sol.

- Tras el ocaso. Rompen el ayuno con un dátil e ingieren una pequeña cantidad de agua u otros líquidos. Después rezan y empiezan a comer con la familia.

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