El patio principal está cubierto por un artesonado de madera móvil. :: SALVADOR SALAS
Además de la oración, en la mezquita saudí de Málaga se imparte religión y clases de árabe
En ramadán hay dos imames procedentes de Egipto; se da de cenar a centenares de personas y se celebra un concurso coránico ..La madraza funciona los sábado y en ella se enseña a leer de forma correcta el texto sagrado
El portavoz niega que en la mezquita se imparta el Islam más conservador .Un chico porta garrafas de agua. Las amontona junto a algunas de las columnas de mármol de Macael sobre las que se levantan arcos de herradura tallados a mano por expertos artesanos. Más que comer, lo que el cuerpo reclama es beber.
Han pasado catorce lunas desde que comenzara el mes sagrado de ramadán y en Málaga el terral ha subido los termómetros hasta los 40 grados, haciendo del miércoles el día más caluroso del año. Los hombres, oriundos de Marruecos, Ghana, Senegal, Nigeria y alguno también de España se sitúan detrás de las dos mesas dispuestas en el patio central de la mezquita saudí levantada en la calle Ingeniero De la Torre Acosta.
En esas dos largas mesas puede haber más de un centenar de vasos con leche y otros tantos platos con dátiles grandes y dulces. Los fieles esperan. El imam dice algo y entonces, como si fueran uno solo, los hombres se aproximan a la mesa y extienden los brazos. Son las nueve y dos minutos de la noche. El sol, por fin, ha comenzado a caer. Se rompen quince horas de ayuno.
Más que hambre, lo que tiene es sed. Y calor. Eso comenta una chica en perfecto español con acento andaluz. Tiene 17 años y nació aquí. Dice que también en la zona destinada a las mujeres hay mucha gente. Luego está el pañuelo que cubre la cabeza, la obligada manga larga y las constantes postraciones que se realizan durante el rezo, todo un ejercicio abdominal.
Climatizada
«Toda la mezquita está climatizada», le hace notar Asmae Hajjaj, responsable del departamento de Asuntos de la Mujer del Centro Cultural Andalusi. Este es el nombre con el que se quiere dar a conocer el conjunto arquitectónico, que además de los espacios destinados a la oración, tiene salón de actos, biblioteca, guardería, restaurante y una madraza o escuela coránica que de momento funciona solo los sábados.
Las mujeres cenan en las mesas preparadas en el lateral de la mezquita, también separadas de los hombres. «En Marruecos se cocina muy despacio. Con tiempo y con amor. Se utilizan muchas especies; no solo sal y pimienta», dice la chica, que también explica que en ramadán se cocina para que sobre, por si a última hora se presenta un familiar o un pobre pidiendo un plato. «No tener nada que ofrecer sería una vergüenza para la familia, y los marroquíes no podemos pasar vergüenza», afirma.
Ocurre igual en la mezquita. En la cocina de lo que en un futuro pretende convertirse en un restaurante abierto al público se prepara los platos para las cien o ciento cincuenta personas que cenan a diario allí en el mes sagrado de los musulmanes, una cifra que se eleva los viernes hasta los cuatrocientos o quinientos fieles. Además se hace comida para otras ochenta personas que no acuden al rezo ni siguen las enseñanzas del Profeta, pero que todas las noches cenan en una jaima levantada en el patio exterior. Hay rumanos, polacos, ingleses, españoles; casi todos indigentes. En sus bandeja hay lo mismo que en el resto de bandejas: un vaso con 'harira', un plato con ternera acompañada de ciruelas dulces y patatas fritas; un gran melocotón y un zumo de leche y frutas. La cena es sabrosa y suficiente, pero no es opulenta y nadie come sin parar hasta el amanecer. Esa es una creencia errónea bastante generalizada: que este mes, de noche, los musulmanes se dan atracones inmensos.
Según Javier Isla, portavoz del Centro Cultural Andalusí, otro gran error es el de afirmar que en el templo musulmán se predica el wahabismo o salafismo, la rama más conservadora del Islam y la que se profesa de forma mayoritaria en Arabia Saudí, país que ha desembolsado los 22 millones de euros que ha costado la mezquita. Eso es lo que pone en Wikipedia; que la construcción de la mezquita ha supuesto la supremacía del wahabismo en la provincia. En la autodenominada 'enciclopedia libre' de Internet también se lee que el minarete tiene una altura de cincuenta metros cuando en realidad tienen veinticinco.
«No hay doctrina wahabita aquí. El público no vendría. Aquí la mayoría de los musulmanes son marroquíes. Si el discurso fuera muy radical se irían a rezar a su casa», afirma Isla. También dice que hay dos razones por las cuales se traducen los sermones al castellano. La primera y principal es para que los entiendan las personas que no saben árabe. La segunda, «por si alguien quiere enterarse de lo que decimos». En deferencia a los numerosos fieles subsaharianos, la ceremonia del viernes también se traduce al haussa, lengua oficial de Nigeria y que se habla en gran parte de África Occidental.
Director saudí
Si bien el director del centro de Málaga es el saudí Saleh Al Somaidi, que también lo fuera del centro cultural islámico que gestionaba la mezquita de la M-30 de Madrid, los dos imames elegidos por él son marroquíes, aunque durante el mes de ramadán les apoyan otros dos guías espirituales procedentes de la universidad de estudios religiosos coránicos Azhar, de Egipto.
Madraza
Son los imames los que se encargan de impartir las clases religiosas de los sábados. Este día, la mezquita funciona a modo de madraza o escuela coránica y en las aulas, además del aprendizaje y la recitación del Corán, se imparte árabe. «Hay policías, guardias civiles, economistas y empresarios que han venido aquí a aprender árabe», asegura Javier Isla.
En la pizarra de una de las siete aulas dispuestas en el ala reservada para la zona de aprendizaje hay una única frase escrita en árabe: 'En el nombre de Dios, el clemente y el misericordioso'. «Así comienzan los suras. Nosotros, todo lo que hacemos lo hacemos en nombre de dios», dice la responsables de Asuntos para la Mujer. La pizarra de otra clase está algo más pintarrajeada: «Están aprendiendo las reglas de la lectura del Corán. Las subidas, las bajadas, las paradas, los tonos, los ritmos, las reglas fonéticas y gramaticales», añade Asmae Hajjaj.
Tangerina con dieciocho años en Málaga, esta profesora de árabe afirma que el aprendizaje de la lectura perfecta del Corán puede llevar tres y cuatro años. Sabérselo de memoria, ni se sabe. Durante este mes, entre las actividades programadas en la mezquita hay un concurso coránico, una de cuyas categorías es la memorización completa del texto sagrado.
Para cuando estará el centro abierto al público es todo un misterio. Podría ser dentro de una semana o de un año. «Todo depende del protocolo», dice Javier Isla, y al parecer, el protocolo depende del príncipe Salman Bin Abdulaziz Al Saud, hermano del desaparecido rey Fahd y a la postre máxima autoridad de la Fundación Suhail, de la que depende este centro, al igual que las mezquitas de Fuengirola y de Madrid.
Por eso, porque no está inaugurado oficialmente, el director del Centro Cultural Andalusí elude hacer cualquier tipo de declaración. Cuando se le pregunta por los objetivos, señala a la sala de rezo principal, inspirada en la mezquita de Córdoba y en cuyo mihrab están escritos los mismos versos coránicos. En ella, los hombres oran.
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