Nour-Eddine, el pequeño Mohamed de tres años, Kamal, Mohamed y Mohamed Smaili comparten mesa de Ramadán. PABLO GÓMEZ
Cientos de musulmanes celebran en el Principado el Ramadán, mes de recogimiento y oración para purificar el alma
Lejos de un mundanal agosto asturiano una familia sigue desde su hogar un antiguo ritual. Ha caído la noche en la ciudad y mientras unos ovetenses se ponen los zapatos para salir a tomar unas copas, ellos preparan el desayuno. Mohamed Smaili y los suyos se disponen a celebrar el Ramadán, temporada de purificación para los musulmanes que celebran en el noveno mes del calendario lunar.
Cuatro tramos de escaleras separan la calle del piso en el que Smaili, Mohamed, Nour-Eddine y Kamal disponen la mesa para el primer bocado y trago que probarán en 17 horas. La humildad que impone el Ramadán parece contagiarse al modesto salón en la zona de la Tenderina en el que se han reunido. Entre las intervenciones de unos y otros se escuchan las oraciones de La Meca que retransmite en directo la televisión del salón.
La conexión con el templo contribuye a crear un ambiente solemne que completan los cuadros de la sala. En las paredes, versículos del Corán, imágenes de La Meca, Medina y Jerusalén arropan las oraciones del templo de Arabia Saudí. En el centro del cuarto de estar una mesa repleta de manjares. Son las diez menos diez de la noche cuando comienza la cena, hora determinada también por el anochecer. Según avance el mes, con el movimiento de la Tierra y la luna, la cita se irá cambiando hasta llegar a cenas a horarios peculiares que los musulmanes compaginan con cinco oraciones diarias.
Mientras se sirven una sopa típica con carne, garbanzos, lentejas y especias, la harira, Mohamed Smaili comenta que tras tantos años ayunando, el cuerpo se acaba habituando. “La alimentación frugal purifica cuerpo y alma”, comenta. Coinciden con él el resto de la reunión, que zanjan: “No importa si el ayuno es en el desierto a 50 grados o en otro tipo de clima adverso”.
El hermano de Smaili, Nour-Eddine se atreve con el msemmen , una torta muy similar a los frixuelos . Acaba de llegar del consulado de Marruecos en Bilbao, el más cercano a Asturias y se sirve café. “A pesar de que el Corán exime a los viajeros del ayuno, he preferido seguir la tradición” explica en referencia al versículo que se refiere a trayectos superiores a los 85 kilómetros. El marroquí pone un ejemplo. “No se puede comparar un periplo de 100 kilómetros por el desierto en camello con uno en coche con el aire acondicionado puesto”, comenta.
Esta no es la única excepción que el libro sagrado de los musulmanes contempla. Las mujeres embarazadas, en lactancia o con la menstruación, los niños o los enfermos no deben ayunar. Por su parte, los que sí se decidan a llevar a cabo la dieta han de respetar los mismos preceptos que el resto del año. Nada de alcohol, carne de cerdo, conservantes o colorantes. Si bien a lo largo del año incumplir las doctrinas de Mahoma está prohibido, en Ramadán los dogmas han de seguirse estrictamente. “El sacrificio ayuda a ser mejor persona”, cuenta Mohamed, que coge un briwat relleno de verduras, carne picada, pimientos y cebolla.
La conversación fluye entre tradiciones magrebíes, historia de Marruecos y la asociación Azahra, que Smaili preside. Desde este grupo se ayuda a los jóvenes marroquíes residentes en Oviedo a labrarse un futuro y alejarlos de conductas delictivas.
A mil kilómetros de distancia Con la llegada de los postres más dulces, los comensales se enternecen. Recuerdan su Marruecos natal y los meses de ayuno en el país. “Echo de menos la llamada a la hora de rezo de las mezquitas”, comenta Mohamed. Las otras pinceladas del retrato melancólico de los chicos lo componen las gentes fumando en sus cachimbas, o el ambiente de solidaridad que se vive durante el Ramadán, donde aseguran que se cierran los bares por respeto a la tradición.
Con la mirada puesta en el norte de África, sin duda lo que más lamentan es el sufrimiento que sus hermanos tunecinos, egipcios y sirios durante las revueltas de la Primavera Árabe.
Lo que la mayoría de gente desconoce es por qué se utiliza la palabra primavera para denominar estas protestas. “Para un musulmán simboliza un motivo de alegría inmenso, un gran gozo. Cuando un enamorado habla de su esposa se refiere a su primavera ”, explica Smaili mientras se encamina a mezquita de La Argañosa con sus compañeros y otros musulmanes ovetenses.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Lejos de un mundanal agosto asturiano una familia sigue desde su hogar un antiguo ritual. Ha caído la noche en la ciudad y mientras unos ovetenses se ponen los zapatos para salir a tomar unas copas, ellos preparan el desayuno. Mohamed Smaili y los suyos se disponen a celebrar el Ramadán, temporada de purificación para los musulmanes que celebran en el noveno mes del calendario lunar.
Cuatro tramos de escaleras separan la calle del piso en el que Smaili, Mohamed, Nour-Eddine y Kamal disponen la mesa para el primer bocado y trago que probarán en 17 horas. La humildad que impone el Ramadán parece contagiarse al modesto salón en la zona de la Tenderina en el que se han reunido. Entre las intervenciones de unos y otros se escuchan las oraciones de La Meca que retransmite en directo la televisión del salón.
La conexión con el templo contribuye a crear un ambiente solemne que completan los cuadros de la sala. En las paredes, versículos del Corán, imágenes de La Meca, Medina y Jerusalén arropan las oraciones del templo de Arabia Saudí. En el centro del cuarto de estar una mesa repleta de manjares. Son las diez menos diez de la noche cuando comienza la cena, hora determinada también por el anochecer. Según avance el mes, con el movimiento de la Tierra y la luna, la cita se irá cambiando hasta llegar a cenas a horarios peculiares que los musulmanes compaginan con cinco oraciones diarias.
Mientras se sirven una sopa típica con carne, garbanzos, lentejas y especias, la harira, Mohamed Smaili comenta que tras tantos años ayunando, el cuerpo se acaba habituando. “La alimentación frugal purifica cuerpo y alma”, comenta. Coinciden con él el resto de la reunión, que zanjan: “No importa si el ayuno es en el desierto a 50 grados o en otro tipo de clima adverso”.
El hermano de Smaili, Nour-Eddine se atreve con el msemmen , una torta muy similar a los frixuelos . Acaba de llegar del consulado de Marruecos en Bilbao, el más cercano a Asturias y se sirve café. “A pesar de que el Corán exime a los viajeros del ayuno, he preferido seguir la tradición” explica en referencia al versículo que se refiere a trayectos superiores a los 85 kilómetros. El marroquí pone un ejemplo. “No se puede comparar un periplo de 100 kilómetros por el desierto en camello con uno en coche con el aire acondicionado puesto”, comenta.
Esta no es la única excepción que el libro sagrado de los musulmanes contempla. Las mujeres embarazadas, en lactancia o con la menstruación, los niños o los enfermos no deben ayunar. Por su parte, los que sí se decidan a llevar a cabo la dieta han de respetar los mismos preceptos que el resto del año. Nada de alcohol, carne de cerdo, conservantes o colorantes. Si bien a lo largo del año incumplir las doctrinas de Mahoma está prohibido, en Ramadán los dogmas han de seguirse estrictamente. “El sacrificio ayuda a ser mejor persona”, cuenta Mohamed, que coge un briwat relleno de verduras, carne picada, pimientos y cebolla.
La conversación fluye entre tradiciones magrebíes, historia de Marruecos y la asociación Azahra, que Smaili preside. Desde este grupo se ayuda a los jóvenes marroquíes residentes en Oviedo a labrarse un futuro y alejarlos de conductas delictivas.
A mil kilómetros de distancia Con la llegada de los postres más dulces, los comensales se enternecen. Recuerdan su Marruecos natal y los meses de ayuno en el país. “Echo de menos la llamada a la hora de rezo de las mezquitas”, comenta Mohamed. Las otras pinceladas del retrato melancólico de los chicos lo componen las gentes fumando en sus cachimbas, o el ambiente de solidaridad que se vive durante el Ramadán, donde aseguran que se cierran los bares por respeto a la tradición.
Con la mirada puesta en el norte de África, sin duda lo que más lamentan es el sufrimiento que sus hermanos tunecinos, egipcios y sirios durante las revueltas de la Primavera Árabe.
Lo que la mayoría de gente desconoce es por qué se utiliza la palabra primavera para denominar estas protestas. “Para un musulmán simboliza un motivo de alegría inmenso, un gran gozo. Cuando un enamorado habla de su esposa se refiere a su primavera ”, explica Smaili mientras se encamina a mezquita de La Argañosa con sus compañeros y otros musulmanes ovetenses.
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