USA,01/06/2016,hoylosangeles.com,Sonali Kohli
Un niño musulmán nacido en Estados Unidos lee con el representante Mike Honda la carta de una víctima en un campo de concentración (Cortesía de Frank Chi).
Los niños americanos japoneses que pasaron años en campos de concentración de la Segunda Guerra Mundial tenían esperanzas. Algunos pensaban que la discriminación racial terminaría después del conflicto bélico, según revelan las cartas que escribían acerca de su vida cotidiana. Pero ahora, esos sobrevivientes -ya adultos- ven cómo otro grupo soporta el aislamiento y el odio: los musulmanes estadounidenses.
Así ilustró esta conexión un video realizado por Frank Chi, en el cual niños estadounidenses musulmanes de entre 7 y 13 años leen en voz alta las cartas, junto con los sobrevivientes de los campos de concentración.
El Smithsonian Asian Pacific American Center publicó esta semana el video de Chi en su página de Facebook, como parte de la exhibición CrossLines:A Culture Lab on Intersectionality (o ‘Líneas cruzadas: un laboratorio de intersección cultural’), que se realiza con motivo del Día de los Caídos y que tiene por objeto recordarle a la gente que las palabras de odio no son sólo ‘términos’, sino que pueden ocasionar daño y temor reales.
En noviembre pasado, en el marco de una declaración en contra de permitir a los refugiados sirios la entrada al país, un alcalde de Virginia hizo referencia a los campos de concentración. Después del ataque terrorista en San Bernardino y desde entonces, el candidato presidencial republicano Donald Trump pidió que se prohíba a los musulmanes entrar a los EE.UU.
Los sobrevivientes de los campos señalan que este lenguaje es demasiado similar a lo que escucharon hace décadas. “Si usted me pregunta, ¿le podría ocurrir esto de nuevo a los jóvenes?’ La respuesta es: ‘Absolutamente sí’”, afirmó el representante Mike Honda (D-San José). “Cuando bajamos la guardia como ciudadanos y líderes políticos... suceden cosas malas”.
Honda es uno de los supervivientes de los campos japoneses que aparecen en el video, junto a un niño de 11 años de edad, Zaid Syed, oriundo de Virginia. En el video, Zaid lee parte de una carta escrita por una chica llamada Louise Ogawa, enviada en 1942. “Una cosa desalentadora que ocurrió aquí es la construcción de una valla”, lee Zaid, de pie junto a Honda, frente a la bandera de los Estados Unidos. “Ahora hay una valla alrededor de este campamento. Espero que muy pronto sea derribada”.
Para Honda, el video es una forma de manifestarse contra la retórica de odio. Esa fue la lección que Saba Baig quiso enseñar a su hijo, Zaid, cuando accedió que forme parte del clip. Baig nació en 1976, de padres que crecieron en Pakistán y la criaron en Nueva Jersey. La mujer recuerda el ambiente multicultural que se propiciaba en su escuela, pero reconoce que ese sentimiento de aceptación ha cambiado en la última década.
El año pasado, Baig fue con Zaid y otros familiares a comprar helados, cuando un hombre se dio cuenta de que portaba su hijab y comenzó a decirles que debían ser cristianos y que sus hijos morirían e irían al infierno. Otros clientes que estaban allí sacaron al hombre de la tienda, y el gerente llamó a la policía. Pero antes de que alguien interviniera, Baig vio que sus hijos “tenían miedo en los ojos”. Este video, remarcó, es una manera de enseñarle a su pequeño cómo combatir el odio de una manera positiva.
¿De dónde provienen las cartas?
En la década de 1940, mientras las familias estadounidenses japonesas eran detenidas y enviadas a cumplir años de encierro, una bibliotecaria en San Diego, llamada Clara Breed, dio a los niños papel, tinta y sellos postales, y les pidió que le escribieran. También les envió libros y cartas.
Chi se enteró de la colección de cartas en el sitio web del Japanese American National Museum. Ubicado en el centro de Los Ángeles, el lugar alberga la colección en un archivo.
Carta
Una carta de Louise Ogawa, que data de 1943. (Japanese American National Museum).
Las cartas hablan de la vida en los campos de concentración, lo que los niños esperaban después de su liberación, y cómo querían ser vistos por los EE.UU. “Estoy seguro de que, cuando termine esta guerra, no habrá discriminación racial”, se lee en una carta, “y no vamos a tener que poner en duda por un minuto los grandes principios de la democracia”.
El video incluye a seis pares de niños y ancianos japoneses, que leen tres cartas distintas: dos de Louise Ogawa, de Arizona, y una de Fusa Tsumagari, de Minneapolis .
Breed es una figura muy querida en la comunidad americana japonesa, remarcó Kimura, debido a la forma en que ella combatía el odio. Ella, una representante de la sociedad estadounidense, se aseguró de que estos niños supieran que sus pensamientos importaban, expresó.
Chi filmó la mayor parte del video en la casa de Claire Haratani, ubicada en Menlo Park Chambers. Haratani es una mujer de 89 años de edad quien de adolescente estuvo recluida en una campo de concentración. Seis miembros de su familia pasaron de vivir en una casa de tres dormitorios en Santa Clara, ubicada en una granja de 10 acres, con árboles de nogal y frambuesas, a una única habitación, primero en Santa Anita y luego en Heart Mountain, Wyoming.
“Cuando nos fuimos [de la casa], no había nadie en la estación para decirnos adiós”, recordó Chambers, que no tenía a nadie a quien enviar cartas. Clara Breed “fue muy valiente y muy reflexiva”.
Aunque las cartas no están actualmente en exhibición en el museo, se pueden encontrar en internet. Chambers quiere que la gente vea este video para que comprendan lo que niños como ella pasaron a causa de los juicios que otros estadounidenses tuvieron, por temas de religión o raza. “Sucedió una vez”, dijo. “Nunca debe volver a ocurrir”.
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