domingo, 4 de octubre de 2015

"Occidente no ha sido moralmente superior en Oriente Próximo"

Sevilla, 04.10.2015,Agencias,FRANCISCO CAMERO


John McHugo (Londres, 1951), el pasado martes en la Fundación Tres Culturas.

El británico acaba de publicar 'Una breve historia de los árabes' (Turner), una obra iluminadora y sintética que abarca desde el siglo VII hasta hoy.

En algo más de 300 páginas se puede contar prácticamente todo, pero resumir con perfecta claridad y buena prosa 14 siglos de conquistas, derrotas y conflictos, de hechos complejos y con mucha frecuencia enmarañados entre mitos e interpretaciones sesgadas, adquiere rango de proeza. La firma el historiador y abogado John McHugo (Londres, 1951), un hombre cuya elegancia combinada con un fino y comedido sentido del humor están a la altura de lo que todos esperaríamos de un miembro de la noble estirpe de professors británicos. 

McHugo está convencido de que el tristemente célebre choque de civilizaciones es tan sólo un "eslogan fundamentalmente erróneo" destinado a encontrar resonancia en "personas con una determinada actitud mental y una determinada visión de la historia", y cuya única utilidad constatable consiste, por tanto, en "lastrar seriamente" todo debate digno de tal nombre. Una breve historia de los árabes (Turner) es un libro no sólo iluminador sino también ameno y en algunos pasajes incluso conmovedor, que parte del siglo VII, cuando Mahoma predicaba en La Meca una nueva fe profundamente basada en los fundamentos del cristianismo y el judaísmo, para llegar hasta nuestros mismos días con el desastre de Siria y el terror demente del grupo que él prefiere denominar Daesh, pues llamarlo Estado Islámico entraña "una grave ofensa" a los musulmanes. 

El pasado martes John McHugo ofreció una conferencia en la Fundación Tres Culturas, y horas antes charlamos con él.

-Estamos asistiendo ahora al terrible drama de los refugiados sirios, acogidos con hostilidad en tantas partes de Europa... 

-Sí... pero están siendo muy bien recibidos en otras. Lo más importante que nos dice este éxodo es que si los sirios vienen a Europa es porque quieren aprender algo sobre nuestra forma de vida. Quieren libertad, democracia, estabilidad, desarrollo económico, liberarse de la corrupción... Es muy trágico que para intentarlo tengan que venir a Europa, pero que elijan hacerlo aquí, y no en otro sitio, demuestra que no hay esa brecha tan grande como suele darse por supuesto entre nosotros y el mundo árabe. 

-Los sucesos de los últimos años en Siria o Egipto han venido a consolidar una serie de ideas en torno a la llamada Primavera Árabe, que primero muchos contemplaron desde aquí con sorpresa y luego con cierto optimismo para finalmente concluir que fue casi peor el remedio que la enfermedad. No es esa su conclusión, su libro acaba con una nota de precavida esperanza... 

-Sí, y creo que cabe esa precavida esperanza porque lo que demuestran los refugiados, insisto, es que están dispuestos a construir en sus países la clase de vida que nosotros llevamos una vez que puedan regresar a casa. Respecto a Siria, no puedo ser muy optimista a corto plazo porque probablemente la situación mejore un poco... para volver a empeorar. Un gran problema allí han sido las injerencias extranjeras: Rusia e Irán apoyando al régimen, Turquía jugando a su propio juego por misteriosas razones de política interna, países como Arabia Saudí o Qatar financiando sus propios grupos de rebeldes... Llevará mucho mucho tiempo. 

-¿Cuál es la medida más urgente que debería tomarse? 

-Parar esas injerencias extranjeras en el país. En cualquier caso, Mother Russia ha llevado tan lejos su apoyo al régimen [de Bashar al-Asad] que quizá ha llegado el momento de que otros países piensen en autorizar un despliegue de fuerzas internacionales para al menos proteger a la población. Daesh representa una amenaza enorme, pero conviene saber también que las fuerzas del gobierno han matado a muchos más sirios que el Daesh, y estamos hablando de entre 250.000 y 300.000 sirios muertos hasta ahora... 

-Parecía difícil superar en barbarie a Al Qaeda, y entonces apareció el Daesh... 

-Daesh es una versión mucho más extrema y mucho más exitosa que Al Qaeda. Daesh ha reinstituido la esclavitud, lo cual ni siquiera Al Qaeda hizo, pero hay más diferencias; por ejemplo, Al Qaeda nunca tuvo bajo control real ninguna zona, no creó jamás un "gobierno" para un terreno conquistado, cosa que sí está haciendo el Daesh. Desde un punto de vista militar, el Daesh viene en parte de un problema genuino en Iraq: muchos de sus integrantes formaron parte de las mejores tropas de Sadam Husein, es decir, forman parte de la población suní que con el régimen actual, que protege a los chiíes, se sienten indefensos. Por otro lado, en otro nivel, el Daesh es una banda de gangsters, y no representan al islam, porque como cualquier árabe mínimamente instruido sabe el Corán no enseña ni predica la violencia. Pero ocurre que estos gangters se las han arreglado para atraer a muchos jóvenes musulmanes con poca cultura, descontentos y frustrados en sus países. No tengo ninguna duda de que el Daesh será derrotado militarmente, pero el problema es que puede pervivir a un nivel más profundo, como ideología wahabista, basada en la interpretación extremadamente estricta y literalista de la ley islámica que defendió Mohamed Ibn Abdel Wahab en el siglo XVIII. 

-¿De dónde sale el dinero necesario para crear esas estructuras gubernamentales? 

-La primera de todas las fuentes, como muchos otros grupos radicales, es el robo de bancos. Pero dado que controlan un territorio, también tienen la posibilidad de cobrar impuestos. Además controlan varios oleoductos y de hecho, y esto que voy a decir es muy extraño, pero así es, el régimen sirio comercia con ellos. A todo eso hay que añadir las donaciones, grandes cantidades de dinero que aportan distintas comunidades musulmanas de distintos países. 

-Volviendo a una cuestión anterior y más esperanzadora... Pone a Túnez como ejemplo de país que avanza en buena dirección hacia una democracia plena, desmintiendo otra idea muy asentada en Occidente, la de que el islam es incompatible con la democracia... 

-Es evidente que existe esa percepción. Pienso que esa demonización tiene que ver en muchos sentidos con la existencia de un enemigo muy claro en Occidente durante la guerra fría, que fue el comunismo; y creo que el espectro de la derecha estadounidense lo ha reemplazado por el islam. Y este proceso empezó antes del 11-S... Por otro lado, seamos honestos: hoy en día hay muchos musulmanes que desean volver a los días del Profeta, y existen estados como Arabia Saudí que jamás han querido la democracia. Lo que voy a decir es obvio: eso no implica que la democracia no sea necesaria para los musulmanes. En Túnez, Ennhada [el partido gobernante] puede llegar a ser el equivalente a un partido democristiano en Europa; y no hay nada malo en querer una democracia con elementos musulmanes, dado que eso es lo que son. El islam y la democracia no tienen por qué chocar inevitablemente, pero desde luego los musulmanes tienen que afrontar su propia batalla contre el salafismo y el wahabismo. 

-Una cuestión central en el libro es el conflicto entre Israel y Palestina, que usted señala como la principal causa de la desafección del mundo árabe hacia Occidente. Dice que se ha convertido en un asunto que las potencias occidentales saben que deben "manejar", pero no "resolver"... 

-Sí, y es algo muy peligroso. El conflicto se ha visto como algo demasiado difícil, y lo es, pero los políticos occidentales llevan tomando decisiones desastrosas al respecto desde la misma fundación del estado de Israel en 1948. La verdad, Occidente no ha tenido precisamente la superioridad moral cuando ha ido a hacer política a Oriente Próximo. Y tenemos que darnos cuenta de que al mundo árabe se le ha negado la oportunidad de arreglar sus propios problemas debido a las interferencias y a los intereses de Occidente.

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