lunes, 8 de agosto de 2011

«El Ramadán es tiempo de paz y generosidad»

MURCIA,08.08.11,laverdad.es,MARGA PEÑAFIEL


Adil El Boudi es un marroquí de 30 años que lleva viviendo en Murcia desde los 21. Esta afincado en el barrio de San Andrés, donde tiene un pequeño bazar de ropa y zapatos. Su familia vive con él, pero su esposa todavía se encuentra en Marruecos: «Llevo varios meses intentando traérmela, pero está siendo un poco difícil», me dice mientras me muestra una foto de ella en su móvil.

Este joven sigue al pie de la letra las reglas que dicta el Corán, al igual que la mayoría de los 75.000 musulmanes que residen en la Región. Este mes esta dedicado al Ramadán, lo que significa que debe guardar ayuno durante veintinueve o treinta días, según el año, explica Adil.

«El Ramadán es el mejor mes», dice respirando profundamente Adil. «Es un tiempo en el que Alá te perdona todo lo malo que has hecho en tu vida y te deja en paz». Se trata del mes en el que a Mahoma, «el único profeta», le fue presentado el Corán, libro sagrado donde están escritos todos los preceptos del Islam, va relatando nuestro guía. Durante este periodo solo pueden comer mientras el sol no se ponga. «No nos hinchamos a comer», me corrige. «¡Con la barriga llena no se puede rezar!». En general suelen comer algún plato típico como el 'hrira', una sopa espesa, o la 'masaman', unas tortas de queso. Asegura que hacen el ayuno porque es bueno para el cuerpo descansar de los excesos y, de esta forma, «estoy más unido a Alá».

Adil cuenta que, para él, «no es demasiado duro», ya que está todo el día en la tienda con el aire acondicionado. Pero reconoce que, «los que trabajan en el campo deben de pasarlo verdaderamente mal. El Ramadán no solo te impide comer; también te obliga a no introducir nada en tu estómago durante el día y a no mantener relaciones sexuales, ni tener peleas con tu prójimo», responde con mucha serenidad.

A los niños menores de 14 años no se les obliga a ayunar. Sin embargo, algunos padres incitan a sus hijos a hacer pequeños esfuerzos para acostumbrarlos: «Cuando tenía 5 años, mi padre me decía que si no comía me compraba un juguete o me daba dinero», recuerda hablando con mucho cariño.

Nunca se ha saltado el Ramadán, ni siquiera cuando ha estado de viaje. Hace dos años viajó en coche a Marruecos. Fueron 1.000 km. en los que solo paró cuando llegó a Algeciras, donde disfrutó de su desayuno antes de coger el barco. Si algún musulmán cae en la tentación e incumple los preceptos, debe hacer tres días de ayuno por cada día incumplido o invitar a sesenta pobres a una abundante comida.

Mientras hablamos se muestra intranquilo y no puede dejar de mirar el reloj. «Perdóname, pero son las seis y cuarto y tengo que rezar», se disculpa. Se va de la tienda porque antes de cada rezo debe lavarse bien las manos, los brazos, los pies, la cabeza y la nariz. Cuando vuelve, saca una pequeña alfombra azul celeste y, muy concentrado, empieza sus oraciones. Con las manos juntas y apoyadas sobre su barriga, Adil no deja de balbucear frases en árabe mientras mira fijamente al suelo. Se agacha, se arrodilla, apoya su frente en el suelo y vuelve a empezar. Un amigo suyo entra en la tienda y le habla, pero su dedicación a Alá es tan grande que no le permite distraerse.

Acaba de terminar el 'rezo del Ángel', una de las cinco oraciones que deben respetar los musulmanes durante todo el año. En Ramadán, además, tienen el 'rezo del Imán', en el que rezan durante una hora.

Igual que la cuaresma

«El Islam es lo más importante que hay en mi vida», explica efusivamente. Son enseñanzas que le han inculcado desde que era niño y nunca se las ha cuestionado. «En realidad es muy parecido al cristianismo, pero los católicos se han relajado demasiado», sentencia. Compara su ayuno con el tiempo de cuaresma de los católicos y, opina, «al principio los dos eran iguales».

Los viernes, todos los musulmanes se reúnen en la mezquita para rezar. También acuden los más pobres a comer de la comida que llevan los que sí que tienen trabajo. «Es un tiempo de paz y de generosidad. Nos ayudamos los unos a los otros y si hemos tenido alguna pelea con alguien en el pasado, tenemos que arreglarlo», cuenta Adil.

La ceremonia

Son las nueve de la noche. Un grupo de hombres vestidos con túnicas hasta los pies camina por el barrio del Carmen hacia la nueva mezquita situada cerca del antiguo edificio de Extranjería. «Ha llegado la hora de dar gracias a Alá», me indican cuando llegan al templo.

Todos se descalzan para entrar y aclaran que si quiero pasar, debo cubrirme con un pañuelo. Nada más cruzar la puerta encontramos dos grandes manteles blancos llenos de comida, té y leche. No hay ninguna mujer: «Ellas tienen otro sitio para rezar», contesta Noudi, el cuñado de Adil, sin apenas mirarme.

Mientras esperan a que lleguen todos los fieles, un aroma a romero invade la habitación. Un chico llena con té unos pequeños vasos de cristal amarillo. Comienza la ceremonia y algunos de los presentes deciden tomar un poco de leche y agua antes de empezar. «No lo hace todo el mundo, pero no pasa nada si comes antes», comenta Noudi.

El Imán comienza a rezar por un micrófono desde el final de la sala y todos se colocan en fila, perfectamente ordenados, realizando los mismos movimientos que Aldi había hecho esa misma mañana.

Nada más terminar comienza la fiesta. De rodillas comen el pan, la sopa, las tostadas, la leche y el agua dando gracias a su dios. Cada uno de ellos comparte con el que tiene al lado lo poco que tienen.

El Ramadán en el mes más importante en la vida de un musulmán, insisten. «Recuerda que es cuando Alá nos hace más caso y nos cuida. Tenemos que demostrarle nuestra devoción con cariño y sacrificio», apunta Domi, otro cuñado de Aldi.

Noudi y Domi son voluntarios; reparten comida entre los más pobres. «La mayoría de la comida típica la traen mujeres que viven por aquí cerca», explica. Los más pudientes cenan en sus casas. «Normalmente, los que tenemos un negocio no cenamos en la mezquita. Aquí solo viene gente que no tiene trabajo», aclaran.

Pero el día en que la generosidad debe ser llevada al estreno es el 27 de agosto, 'Lilato Alkadar' lo llaman. Pasan toda la noche rezando y comiendo lo que más les gusta «kuskus y té y los ricos deben dar limosna a los pobres». En España la limosna son cinco euros; en Marruecos, basta con dos.

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