Los más de 20.000 musulmanes que viven en Granada están en pleno ramadán. Abdul Hakim Praena, portavoz de la mezquita Mayor de Granada, situada al lado del mirador de San Nicolás, explica que el ramadán es un mes especial para los musulmanes porque fue revelado el Corán. Básicamente, consiste en ayunar de comida y bebida, no fumar ni mantener relaciones sexuales desde que amanece hasta que el sol se pierde en el horizonte. «Es un mes de recogimiento, de estar contigo mismo. Es una experiencia física, pero la repercusión es espiritual, tiene que ver con la cercanía con el creador y con uno mismo», señala en los jardines de la mezquita.
Hasta allí, durante este mes, se acercan más creyentes en Alá de lo habitual -unos 200 diarios- para romper el ayuno y rezar juntos cuando cae la noche, a eso de las nueve y media. «Ofrecemos dátiles, dulces, leche, agua... ponemos mesas para que la gente coma. Luego, más tarde, tras haber rezado, se da de cenar a todo el mundo, se cocina la típica sopa, que se llama 'harira'», apostilla este español converso.
En el islam hay cinco oraciones obligatorias al día (duran pocos minutos) y hacer el ramadán es forzoso para todo aquel que sea creyente. Durante esta época, sobre todo los habitantes de países no islámicos, trabajan con normalidad, pero si tienen la oportunidad disminuyen el ritmo laboral «para no agobiarse», narra Abdul Hakim Praena.
«Si en algún momento alguien se ve en una situación de peligro, que podría desmayarse o que le duele mucho la cabeza, lo que se debe hacer es romper el ayuno», ilustra el portavoz de la mezquita, que se convirtió a esta religión hace 20 años por una «búsqueda y un esperar algo diferente» de la vida. «Era mi destino. Además, conoces a un musulmán y ves que tiene algo diferente que tú quieres. Sientes como una llamada», confiesa el madrileño afincado en Granada, que trabaja en las oficinas de la mezquita.
Seguir el ramadán -que llega con la aparición de la luna a finales del octavo mes en el calendario lunar islámico, de ahí que se vaya desplazando unos diez o doce días cada año- en un país musulmán «es más fácil» porque todo el mundo ayuna, la actividad se ralentiza bastante y los comercios tienen un horario diferente. «Aquí es más difícil».
Precisamente en un bazar de la calle Calderería, en Asar, se encuentra atendiendo Hicham El Ghrich, un marroquí de Tetuán de 32 años. Él, «por supuesto», respeta el ramadán. Su jefe le da facilidades para que no trabaje por la tarde. «Incluso hay jefes españoles que son comprensivos», dice el joven, que lleva ocho años en la península. «Los días son largos y hace mucho calor en agosto, pero se aguanta bien», comenta.
Hicham reside cerca de donde trabaja y sube todas las tardes de este mes, a eso de las nueve y media, a la mezquita Mayor a rezar y a romper el ayuno. Incluso realiza la oración del amanecer fuera de casa. «Pero para eso me quedo aquí cerca, en la mezquita de Calderería, y luego sigo durmiendo hasta por la mañana antes de trabajar», aclara.
«Ruptura de hábitos»
Para Abdelalim Molinero, un manchego converso que se hizo musulmán en Londres, esta época es una ruptura de hábitos. «Depende, hay quien duerme menos y hay quien duerme más por el día. Hay quien incluso come más de lo habitual porque, para la noche, se suelen preparar ricos platos. También se convierte en una época de fiesta y de reunión».
Residente en Granada, lleva a su hija a clases a la mezquita y su mujer, española, viste con velo. Narra que todos los musulmanes del mundo siguen su vida normal y trabajan en este periodo. «Aunque lo habitual es concentrar una jornada intensiva por la mañana y dejar la tarde libre por el calor y el cansancio», ilustra.
«Despertar el espíritu»
El ramadán es un mes espiritual para Molinero, que lo describe así: «El corazón está más próximo a despertar el espíritu. Se aprovecha para ir más a la mezquita, para recitar más el corán, asistir a clases...». Él, hace 35 años, decidió llamarse Abdelalim tras plantearse una serie de preguntas que respondió siguiendo la senda de Alá: «Todo ser humano si no está dormido, embotado, drogado o atontado debe preguntarse cuál es el sentido de su vida. Naturalmente esta sociedad evita que eso ocurra y hay sexo, drogas y rock and roll y televisión a todas horas para que uno no piense en nada, sino en consumir y tratar de obtener satisfacción momentánea».
También el cordobés Zacarías Maza se convirtió y ahora dirige la mezquita ubicada en Calderería, un edificio de dos plantas (arriba se ora y abajo se rompe el ayuno) donde las mujeres y los hombres rezan por separado. En esta época impera un ritmo diario parecido al de la mezquita Mayor. El andaluz recuerda que antes del amanecer se vuelve a ingerir, cada uno en su casa, una comida copiosa antes de empezar el día.
«Quizá quien peor lo pase es quien hace trabajos físicos porque está en una empresa contratado; pero la recompensa también es mayor», estima este hombre que aclara que no hay obligación de acudir a la mezquita para cumplir los preceptos obligatorios del islam, pero que es recomendable según una enseñanza profética que afirma que es «27 veces mejor». Y a los musulmanes les «gusta» acudir a su 'templo' porque es un modo de sociabilizarse.
Los viernes de todo el año es cuando más personas se reúnen en estas dependencias (unas 200), que ahora acogen a diario a unos 50 ó 60 individuos cuando cae el día.
Esta mezquita, que cuenta con una cocina, de la que se encarga el muecín, que también llama a la oración, se fundó en 1980 fundamentalmente por españoles musulmanes. Narra el director del espacio -que se dedica a hacer traducciones, casamientos, conversiones al islam y a dar charlas divulgativas sobre la fe en Alá- que en ramadán existe una sexta oración voluntaria a eso de las once de la noche que dura casi una hora.
Zacarías Maza se siente un privilegiado porque tanto él como su familia practican el islam, «un modo de vida coherente y sencillo, sin rigideces». «Si tú decidiste un día -él lo hizo hace 30 años- acoger todos estos preceptos y hacerte la circuncisión fue por una llamada interior fuerte».
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Hasta allí, durante este mes, se acercan más creyentes en Alá de lo habitual -unos 200 diarios- para romper el ayuno y rezar juntos cuando cae la noche, a eso de las nueve y media. «Ofrecemos dátiles, dulces, leche, agua... ponemos mesas para que la gente coma. Luego, más tarde, tras haber rezado, se da de cenar a todo el mundo, se cocina la típica sopa, que se llama 'harira'», apostilla este español converso.
En el islam hay cinco oraciones obligatorias al día (duran pocos minutos) y hacer el ramadán es forzoso para todo aquel que sea creyente. Durante esta época, sobre todo los habitantes de países no islámicos, trabajan con normalidad, pero si tienen la oportunidad disminuyen el ritmo laboral «para no agobiarse», narra Abdul Hakim Praena.
«Si en algún momento alguien se ve en una situación de peligro, que podría desmayarse o que le duele mucho la cabeza, lo que se debe hacer es romper el ayuno», ilustra el portavoz de la mezquita, que se convirtió a esta religión hace 20 años por una «búsqueda y un esperar algo diferente» de la vida. «Era mi destino. Además, conoces a un musulmán y ves que tiene algo diferente que tú quieres. Sientes como una llamada», confiesa el madrileño afincado en Granada, que trabaja en las oficinas de la mezquita.
Seguir el ramadán -que llega con la aparición de la luna a finales del octavo mes en el calendario lunar islámico, de ahí que se vaya desplazando unos diez o doce días cada año- en un país musulmán «es más fácil» porque todo el mundo ayuna, la actividad se ralentiza bastante y los comercios tienen un horario diferente. «Aquí es más difícil».
Precisamente en un bazar de la calle Calderería, en Asar, se encuentra atendiendo Hicham El Ghrich, un marroquí de Tetuán de 32 años. Él, «por supuesto», respeta el ramadán. Su jefe le da facilidades para que no trabaje por la tarde. «Incluso hay jefes españoles que son comprensivos», dice el joven, que lleva ocho años en la península. «Los días son largos y hace mucho calor en agosto, pero se aguanta bien», comenta.
Hicham reside cerca de donde trabaja y sube todas las tardes de este mes, a eso de las nueve y media, a la mezquita Mayor a rezar y a romper el ayuno. Incluso realiza la oración del amanecer fuera de casa. «Pero para eso me quedo aquí cerca, en la mezquita de Calderería, y luego sigo durmiendo hasta por la mañana antes de trabajar», aclara.
«Ruptura de hábitos»
Para Abdelalim Molinero, un manchego converso que se hizo musulmán en Londres, esta época es una ruptura de hábitos. «Depende, hay quien duerme menos y hay quien duerme más por el día. Hay quien incluso come más de lo habitual porque, para la noche, se suelen preparar ricos platos. También se convierte en una época de fiesta y de reunión».
Residente en Granada, lleva a su hija a clases a la mezquita y su mujer, española, viste con velo. Narra que todos los musulmanes del mundo siguen su vida normal y trabajan en este periodo. «Aunque lo habitual es concentrar una jornada intensiva por la mañana y dejar la tarde libre por el calor y el cansancio», ilustra.
«Despertar el espíritu»
El ramadán es un mes espiritual para Molinero, que lo describe así: «El corazón está más próximo a despertar el espíritu. Se aprovecha para ir más a la mezquita, para recitar más el corán, asistir a clases...». Él, hace 35 años, decidió llamarse Abdelalim tras plantearse una serie de preguntas que respondió siguiendo la senda de Alá: «Todo ser humano si no está dormido, embotado, drogado o atontado debe preguntarse cuál es el sentido de su vida. Naturalmente esta sociedad evita que eso ocurra y hay sexo, drogas y rock and roll y televisión a todas horas para que uno no piense en nada, sino en consumir y tratar de obtener satisfacción momentánea».
También el cordobés Zacarías Maza se convirtió y ahora dirige la mezquita ubicada en Calderería, un edificio de dos plantas (arriba se ora y abajo se rompe el ayuno) donde las mujeres y los hombres rezan por separado. En esta época impera un ritmo diario parecido al de la mezquita Mayor. El andaluz recuerda que antes del amanecer se vuelve a ingerir, cada uno en su casa, una comida copiosa antes de empezar el día.
«Quizá quien peor lo pase es quien hace trabajos físicos porque está en una empresa contratado; pero la recompensa también es mayor», estima este hombre que aclara que no hay obligación de acudir a la mezquita para cumplir los preceptos obligatorios del islam, pero que es recomendable según una enseñanza profética que afirma que es «27 veces mejor». Y a los musulmanes les «gusta» acudir a su 'templo' porque es un modo de sociabilizarse.
Los viernes de todo el año es cuando más personas se reúnen en estas dependencias (unas 200), que ahora acogen a diario a unos 50 ó 60 individuos cuando cae el día.
Esta mezquita, que cuenta con una cocina, de la que se encarga el muecín, que también llama a la oración, se fundó en 1980 fundamentalmente por españoles musulmanes. Narra el director del espacio -que se dedica a hacer traducciones, casamientos, conversiones al islam y a dar charlas divulgativas sobre la fe en Alá- que en ramadán existe una sexta oración voluntaria a eso de las once de la noche que dura casi una hora.
Zacarías Maza se siente un privilegiado porque tanto él como su familia practican el islam, «un modo de vida coherente y sencillo, sin rigideces». «Si tú decidiste un día -él lo hizo hace 30 años- acoger todos estos preceptos y hacerte la circuncisión fue por una llamada interior fuerte».
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