Miembros de la comunidad islámica pakistaní de la provincia durante la oración. DÍAZ MARTÍNEZ
Los musulmanes están obligados a guardar ayuno, durante el mes del Ramadán, desde que sale hasta que se pone el sol. El asunto se complica, y mucho, para los que viven y trabajan en Jaén, ya que las altas temperaturas de agosto hacen que cumplir esta práctica islámica sea, cuanto menos, ardua.
Este es el segundo año consecutivo en que el mes de Ramadán —que va acorde con el calendario lunar— “cae” en pleno agosto. No es un asunto baladí, ya que los fieles de la religión islámica deben seguir varios preceptos durante este periodo. Entre ellos, el de no comer ni beber desde que sale hasta que se pone el sol. Y aquí empiezan las complicaciones ya que, durante el verano, las horas de exposición solar son máximas. De hecho, hoy el astro rey sale antes de las siete y media de la mañana y no se pone hasta pasadas las nueve de la noche.
Son casi catorce horas en las que, además, está activada la alerta por altas temperaturas de la Agencia Estatal de Meteorología por temperaturas que pueden alcanzar los 36 grados. Soportar ese calor, sin tomar bebida ni comida, y durante un mes, parece una tarea casi imposible. Sin embargo, miles de musulmanes que viven y trabajan en la provincia comenzaron, ayer, esta “proeza” con el apoyo de su fe.
“El calor que está haciendo ahora es insoportable”, reconoce Abdeslam Sarhani, responsable de la Asociación de Trabajadores Inmigrantes Marroquíes (Atime) en Jaén. “Va a ser duro, sobre todo porque aquí no se respira el mismo ambiente que en otros países, como Marruecos, donde cambiar el horario de oficina y se cierran los bares y restaurantes por el día”, afirma.
Sarhani comenta que los que más sufrirán este Ramadán a pleno sol serán los trabajadores del campo y los del sector de la construcción, aunque, si la situación física es extrema, se puede hacer un pequeño paréntesis del ayuno.
“La gente enferma, las embarazadas o las que acaban de dar a luz pueden saltarse el ayuno, hay excepciones”, reconoce el responsable de Atime, que, como cualquier otro musulmán, y a título particular, acude a rezar y a escuchar al imán en la mezquita de la capital, ubicada en la calle Jorge Morales. “Este mes aumenta la afluencia”, afirma.
Otros, más afortunados, pasarán el Ramadán en su país de origen, rodeados de la familia.
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