Aspecto del aeropuerto internacional de Gaza, levantado con dinero español y hoy en ruinas.
Destrozado por las bombas israelíes en 2001, este aeródromo de inversión española sirve ahora de escombrera
¡«Cuéntale a Abu Mazen cómo vivimos!». Un ejército de palestinos, niños, ancianos y mujeres incluidos, trabaja como hormigas sacando el manto de piedra apisonada de debajo del asfalto de la pista de aterrizaje del que fuera Aeropuerto Internacional Yaser Arafat, a las afueras de Rafah. No quieren fotos, ni hablar. Viven entre dos fuegos. Los israelíes vigilan el lugar desde la torre de control del paso de mercancías de Kerem Shalom, y la Policía palestina detiene la extracción de la piedra.
El asfalto levantado parece tierra reseca en medio del desierto y acentúa la imagen apocalíptica de este aeródromo destrozado por las bombas de Israel en 2001. Bombas que siguen sonando en los cercanos túneles que conectan Egipto con Rafah y que se han convertido en el gran sustento de la economía local.
Los túneles han perdido trabajadores debido al nuevo boom de la recogida de escombro. Esta actividad ha creado toda una cadena: desde la gente que está sacando piedra hasta los que transportan la carga en sus burros o en motocarros. Donde entre 1998 y 2001 despegaban aviones —el primero fue un Hércules español con diez toneladas de ayuda humanitaria—, hoy sólo se mueven animales y vehículos con sacos. España fue uno de los principales donantes para la construcción de un aeropuerto que funcionó tres años y que conectaba con Jordania, Egipto o Marruecos. El coste final del proyecto superó los 80 millones de euros. Las bombas de Israel no dejaron nada en pie. La mezquita, la sala de embarque y el resto de edificios son hoy esqueletos. Los palestinos aprovechan ahora hasta la última piedra para construir una nueva Gaza.
30 euros la tonelada
El precio en el mercado es de 150 sheckels (30 euros al cambio) por tonelada de piedra recogida, un peso que Sukri y sus amigos logran juntar tras seis horas de trabajo. Almacenan 17 sacos y los llevan en carro hasta el solar de un constructor de Rafah que lo va guardando. Como no hay que ir al colegio , dedican toda la jornada a picar en el aeropuerto.
La misma escena, a menor escala, se puede ver a las puertas del paso de Erez, una de las fronteras entre Gaza e Israel. Israel ha ido aumentado la distancia de tierra de nadie a base de bombardear y demoler edificios, sobre todo durante la guerra de 2008, y hoy los antiguos vecinos de esa zona trabajan de sol a sol retirando escombro para luego reciclarlo. «Hay que tener cuidado, si nos acercamos mucho al muro nos disparan», cuenta Ali, de 10 años. Las autoridades sanitarias alertan de otro peligro menos visible, pero igual de mortal ya que «entre los escombros hay munición sin explosionar y, sobre todo, existe un alto riesgo de contaminación debido al tipo de armas empleadas por los israelíes», señala Salah El-Sousi, doctor de la Universidad Al Azhar.
Durante la operación «Plomo Fundido», la ofensiva militar desarrollada por el Ejército hebreo en diciembre de 2008 y enero de 2009 en la que murieron más de 1.400 personas y 5.000 resultaron heridas, según el último informe publicado por el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) —, Israel destrozó 3.425 hogares privados, además de edificios públicos y mezquitas. La reconstrucción es muy lenta debido al bloqueo impuesto en la Franja desde la llegada al poder del Movimiento Islámico de Resistencia (Hamás).
Los escombros de los edificios más pequeños están siendo retirados por sus propios dueños que han encontrado en este trabajo una salida al desempleo crónico, pero los restos de algunos ministerios —bloques de más de doce plantas—, permanecen intactos como un museo del horror de la guerra al aire libre.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Destrozado por las bombas israelíes en 2001, este aeródromo de inversión española sirve ahora de escombrera
¡«Cuéntale a Abu Mazen cómo vivimos!». Un ejército de palestinos, niños, ancianos y mujeres incluidos, trabaja como hormigas sacando el manto de piedra apisonada de debajo del asfalto de la pista de aterrizaje del que fuera Aeropuerto Internacional Yaser Arafat, a las afueras de Rafah. No quieren fotos, ni hablar. Viven entre dos fuegos. Los israelíes vigilan el lugar desde la torre de control del paso de mercancías de Kerem Shalom, y la Policía palestina detiene la extracción de la piedra.
El asfalto levantado parece tierra reseca en medio del desierto y acentúa la imagen apocalíptica de este aeródromo destrozado por las bombas de Israel en 2001. Bombas que siguen sonando en los cercanos túneles que conectan Egipto con Rafah y que se han convertido en el gran sustento de la economía local.
Los túneles han perdido trabajadores debido al nuevo boom de la recogida de escombro. Esta actividad ha creado toda una cadena: desde la gente que está sacando piedra hasta los que transportan la carga en sus burros o en motocarros. Donde entre 1998 y 2001 despegaban aviones —el primero fue un Hércules español con diez toneladas de ayuda humanitaria—, hoy sólo se mueven animales y vehículos con sacos. España fue uno de los principales donantes para la construcción de un aeropuerto que funcionó tres años y que conectaba con Jordania, Egipto o Marruecos. El coste final del proyecto superó los 80 millones de euros. Las bombas de Israel no dejaron nada en pie. La mezquita, la sala de embarque y el resto de edificios son hoy esqueletos. Los palestinos aprovechan ahora hasta la última piedra para construir una nueva Gaza.
30 euros la tonelada
El precio en el mercado es de 150 sheckels (30 euros al cambio) por tonelada de piedra recogida, un peso que Sukri y sus amigos logran juntar tras seis horas de trabajo. Almacenan 17 sacos y los llevan en carro hasta el solar de un constructor de Rafah que lo va guardando. Como no hay que ir al colegio , dedican toda la jornada a picar en el aeropuerto.
La misma escena, a menor escala, se puede ver a las puertas del paso de Erez, una de las fronteras entre Gaza e Israel. Israel ha ido aumentado la distancia de tierra de nadie a base de bombardear y demoler edificios, sobre todo durante la guerra de 2008, y hoy los antiguos vecinos de esa zona trabajan de sol a sol retirando escombro para luego reciclarlo. «Hay que tener cuidado, si nos acercamos mucho al muro nos disparan», cuenta Ali, de 10 años. Las autoridades sanitarias alertan de otro peligro menos visible, pero igual de mortal ya que «entre los escombros hay munición sin explosionar y, sobre todo, existe un alto riesgo de contaminación debido al tipo de armas empleadas por los israelíes», señala Salah El-Sousi, doctor de la Universidad Al Azhar.
Durante la operación «Plomo Fundido», la ofensiva militar desarrollada por el Ejército hebreo en diciembre de 2008 y enero de 2009 en la que murieron más de 1.400 personas y 5.000 resultaron heridas, según el último informe publicado por el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) —, Israel destrozó 3.425 hogares privados, además de edificios públicos y mezquitas. La reconstrucción es muy lenta debido al bloqueo impuesto en la Franja desde la llegada al poder del Movimiento Islámico de Resistencia (Hamás).
Los escombros de los edificios más pequeños están siendo retirados por sus propios dueños que han encontrado en este trabajo una salida al desempleo crónico, pero los restos de algunos ministerios —bloques de más de doce plantas—, permanecen intactos como un museo del horror de la guerra al aire libre.
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