miércoles, 18 de julio de 2018

El holocausto de Srebrenica, la mayor matanza en Europa desde la Segunda Guerra Mundial

Srebrenica,18/07/2018,abc.es,Pablo F.de Mera Alarcón


Una mujer llora junto a la tumba de un familiar en el centro memorial de Potočari - ABC

En julio de 1995, el nacionalismo más cruel y desalmado golpeó con pasmosa fuerza el «corazón de los Balcanes»

Densos párrafos de la historia, cuya caligrafía, si la hubiere, seguramente guardaría gran similud con las reminiscencias expresionistas que emana la antológica película «El gabinete del doctor Caligari», acostumbran a ser escritos por una pluma que emplea tinta bañada en sangre. Desde hace no tanto, a los pies de Iósif Stalin, vil caudillo de la URSS hasta su muerte en 1953, reposan entre 10 y 30 millones de cádaveres (los historiadores no se ponen de acuerdo con la cifra). Hace no mucho, cerca de 7 millones de judíos perecieron bajo el yugo de la Alemania nazi de Hitler y su «Solución final». Sin embargo, el imaginario «happy flower» de Occidente, distanciado e individualista, contempla estos abominables sucesos como trágicas reliquias de un pasado lejano. Cuesta comprender que, hace menos de 25 años, el Viejo continente asistiese al mayor genocidio en suelo europeo después de la Segunda Guerra Mundial: Srebrenica.

Las Guerras de la antigua Yugoslavia, como se conoce a una serie de conflictos acaecidos en la última década del siglo XX, fueron salvajes contiendas que tenían por origen la independencia de las ex repúblicas yugoslavas y en las que se puso de manifiesto un fin atroz: la limpieza étnica. Tanto es así que Hermann Tertsch, columnista habitual de este periódico, se refiere a la de los Balcanes como «una guerra en la que todo atisbo de piedad era sospechoso». Bosnia-Herzegovina, Estado multiétnico compuesto por los bosníacos musulmanes, los serbobosnios ortodoxos y, como tercer grupo por origen étnico, los bosniocroatas católicos, sin duda firmó el capítulo más cruento.

Aprovechando la inestabilidad política y territorial emergida en 1991 como consecuencia de la desconexión de Eslovenia y de Croacia, el pueblo de Bosnia-Herzegovina decidió en un referéndum -boicoteado por los serbios- su indepedencia de la República Federal Socialista de Yugoslavia en 1992. A raíz de ello, la ilusión de la «Gran Serbia» llevó al enfrentamiento entre el Ejército de la República Bosnia-Herzegovina (ARBiH), sección del Ejército Popular Yugoslavo (JNA) fiel al nuevo Estado, y el Ejército de la República Srpska (VRS), naciente república serbobosnia en el territorio de Bosnia-Herzegovina (también estuvo involucrado el Consejo Croata de Defensa o HVO).

Los combates fueron especialmente encarnizados en el este de Bosnia, zona fronteriza con Serbia y en la que los nacionalistas serbios tenían reivindicaciones territoriales. Ahí está ubicado el enclave de Srebrenica, ciudad que, antes del asesinato masivo de alrededor de 8.000 varones bosníacos en julio de 1995, estaba compuesta por una mayoría musulmana. La proporción racial dio un vuelco tras la misma.

Masacre de Srebrenica

Slobodan Milošević, presidente de la República de Serbia, y su homólogo de la República Srpska, Radovan Karadžić, perseguían el sueño de que todos los serbios, difuminados por la antigua Yugoslavia, viviesen en un mismo país. Pero al correr la cortina de la pureza étnica se atisbaba la pretensión de acabar con cualquier tipo de asentamiento musulmán en el área de Podrinje Central, región de Srebrenica, que dividiese el ente serbobosnio en dos.

En la mirilla desde los inicios de la Guerra de Bosnia, en el año 1995 todo se precipitó sobre Srebrenica. Karadžić emitió en marzo una directriz en la que ordenaba a sus tropas asegurar la separación entre Srebrenica y Žepa: «Crear, mediante operaciones de combate bien planificadas, una situación de inseguridad tal, que no haya esperanza de supervivencia de vida alguna para los habitantes de Srebrenica». Cuando el 11 de julio las huestes serbobosnias comandadas por el sanguinario Ratko Mladić consumaron su entrada definitiva, la ciudad estaba abarrotada por sesenta mil civiles, muchos de ellos refugiados, cifra tan elevada por la calificación del enclave como «zona segura» por parte de la ONU.

Una cita de Eladio Romero e Iván Romero en «Breve historia de la guerra de los Balcanes» (Nowtilus, 2016) afirma: «En julio de 1995, la situación del enclave musulmán estaba cada vez más deteriorada. Desde comienzos de año, los convoyes de ayuda humanitaria apenas conseguían entrar suministros en la localidad, protegida por un contingente de seiscientos cascos azules (...) al mando del teniente coronel Thomas Karremans».

La ineficacia del batallón holandés Dutchbat, perteneciente a la misión de paz de Naciones Unidas UNPROFOR, se hizo palpable un día después. Karremans, amenazado por Mladić en la reunión que ambos mantuvieron en un hotel de Bratunac, cedió a las exigencias serbias e incluso dio su consentimiento a hacerse una foto juntos que aún hoy avergüenza a las autoridades internacionales.

Tras el avance del VRS, los refugiados se desplazaron hasta Potočari, en el noroeste de Srebrenica, donde se encontraba el cuartel de los cascos azules orange. El propio Mladić, mientras era grabado por la televisión serbia, visitó el campamento, como si de un pacífico liberador se tratara, tranquilizando a los refugiados, a los que comunicaba iban a ser transportados hacia zona de control bosnio, y repartiendo caramelos entre los más pequeños. Nada más lejos de la realidad. Cuando las cámaras dejaron de filmar, y bajo el pretexto de buscar criminales de guerra, 1.700 hombres de entre 16 y 77 años fueron separados del total de 25.000 asilados, conducidos a las afueras y ejecutados.

«El 12 de julio de 1995, los serbios comenzaron una campaña de terror que incrementó el pánico de los residentes. Los refugiados en el complejo podían ver a soldados serbobosnios incendiando las casas de Srebrenica y dedicándose al pillaje. Por la tarde, los soldados serbios se cebaron con la muchedumbre. Comenzaron las ejecuciones sumarias», apunta el libro de Eladio Romero e Iván Romero.

En su edición del 14 de julio, el ABC de Sevilla señalaba lo siguiente: «Treinta mil "terroristas" -según el psiquiatra Karadžić-, en su mayor parte mujeres, niños y ancianos, continuaban hacinados en torno a la base de los cascos azules en Potočari dejando en los ojos y el corazón las dimensiones bíblicas de la tragedia. Terror, hambre, sed y condiciones higiénicas desastrosas reinaban en el lugar. Un verdadero campo de concentración al descubierto rodeado por los milicianos serbios que amenazan con disparar contra la masa de "terroristas" a la primera señal de resistencia». Y añade: «Toda la población masculina de más de 16 años era detenida en un corral contiguo. Desde allí debían ser trasladados a la ciudad de Bratunac conquistada por los serbios en 1993, donde serán interrogados y luego juzgados por "crímenes de guerra", según anunció Mladić».

Asimismo, nuestro periódico también informaba de deportaciones masivas: «Una parte de las mujeres y los niños eran trasladados por los serbios en camiones y autobuses hacia las zonas de Kladanj y Tuzla, al oeste y norte de Srebrenica respectivamente, controladas por las tropas bosnias. El resto, unos 6.000, fueron obligados a marchar a pie hacia las primeras líneas del frente, a 60 kilómetros de Srebrenica. Se trata de una interminable columna de mujeres y niños que marcha con lo puesto y sin protección alguna ante las cámaras de la televisión».

Titubeo internacional y paz tamizada

«Cerca de seis mil musulmanes habrían sido asesinados durante la caída de la zona de Srebenica a manos de tropas serbias el pasado mes de julio. (...) La matanza tuvo dos fases. En la primera se asesinó a los habitantes de las zonas vecinas a Srebrenica que ya habían caído en manos de las tropas serbias durante el cerco a la ciudad musulmana. Guando el santuario de la ONU se rindió, el 17 de julio, empezó el asesinato en masa de los hombres en la ciudad pese a la interposición de un pequeño contingente de cascos azules holandeses. Miles de hombres fueron trasportados en decenas de camiones por los soldados serbios hasta las zonas designadas para su ejecución con ametralladoras pesadas», subrayaba ABC el 30 de octubre de 1995. Un soldado serbobosnio testificaría que los escuadrones de ajusticiamiento disparaban «hasta que les dolían los dedos».

Pese a ello, si algo caracterizó la reacción inicial de la comunidad internacional fue su carácter tibio. Con los gobiernos europeos recelosos de tomar partido en unos conflictos tan hirientes y atroces, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no pasó de la condena de la masacre y la exigencia banal de la retirada de los destacamentos serbios. Solo cuando las imágenes del exterminio llegaron a la sociedad occidental emergió una mayor implicación en la detención de la guerra.

Así, como respuesta a las agresiones contra la población civil, la OTAN puso en marcha la operación «Fuerza Deliberada». Más de 400 aviones obligaron a los serbobosnios a aceptar el alto al fuego, lo que desembocó en los acuerdos de paz de Dayton en noviembre del 95. La firma del tratado selló la división territorial del Estado de Bosnia-Herzegovina en dos entidades políticas: la Federación de Bosnia-Herzegovina y la República Srpska.

El 22 de julio dejaron de resonar las descargas, pero la caída de Srebrenica en manos serbias y la consiguiente matanza en un enclave decretado como zona protegida constituye una de las mayores humillaciones de las Naciones Unidas y un absoluto desastre internacional. En 1999, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, admitió las responsabilidades: «La tragedia de Srebrenica perseguirá para siempre nuestra historia».

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