El Gobierno deja la asignatura sin valor académico y no contará para la media.
Sólo en Francia ni es obligatoria ni es optativa
Andrés García recuerda además que España no es una rara avis en Europa, ya que la Religión es obligatoria u optativa en todos los países del entorno, a excepción de Francia. «Los que abogan por que desaparezcan siempre hacen alusión al modelo francés, pero por qué no a otro», se pregunta García, que además no entiende cómo hay quienes achacan que se trata de un privilegio de la Iglesia.
«No es verdad. El Estado tiene también acuerdos con otras confesiones, como la islámica, la evangélica o la ortodoxa. Para impartirlas basta con tener demanda y profesores cualificados. Si la católica es mayoritaria se debe a nuestra herencia cultural», mantiene.
Profesores que la imparten la defienden como optativa y la encuadran en una educación humana integral
Poco ha tardado el nuevo Gobierno socialista en cambiar lo que aprobó el anterior popular en materia de educación. Los vaivenes no cesan en este asunto crucial y que afecta a tantas personas, sobre todo a los escolares, en pleno proceso de formación. No falla. Cada vez que se produce un cambio de Ejecutivo, la educación está sometida a nuevos cambios. Y la asignatura de Religión vuelve a estar en la cima del iceberg del debate, a pesar de que, todavía, sigue siendo elegida por la mayoría de las familias. Siete de cada diez, en la diócesis de Málaga, que mantiene el porcentaje de alumnos que optan por estudiar Religión.
Hay que contar que la diócesis de Málaga incluye la ciudad autónoma de Melilla, con un alto índice de población musulmana. Y con todo, esta asignatura es ampliamente elegida. En el curso 2015/2016 estudiaban religión católica el 75,58% del alumnado de Infantil; el 75% de Primaria; el 54% de la ESO y el 42% Bachillerato. Tres años después, las cifras no difieren mucho. El Obispado informa que en el curso que acaban de terminar, el 71,13% de los alumnos de Infantil se matricularon en la asignatura, el 72,02% de los de Primaria, el 60,64% de Secundaria y el 64,38% de Bachillerato.
La ministra de Educación y Formación Profesional, Isabel Celaá, anunció el pasado miércoles que revertirá el decreto de racionalización del gasto público en educación, que provocó recortes en las aulas, y derogará algunos artículos de la Lomce, como el de trayectorias curriculares y la asignatura de religión, que dejará de tener valor académico y contar para la media. «Lo que pretenden es cargarse la asignatura de facto», se lamenta Andrés García, profesor de Religión en el colegio León XIII, concertado pero de carácter no confesional, a pesar de llevar el nombre de un papa. Habría que ver ahora cómo se comportan las familias. Si seguirán eligiendo Religión cuando no cuente para la nota.
Aunque no es la primera vez que un Gobierno decide suprimir la Religión del currículum. Ya lo hizo Zapatero. Rajoy la recuperó con la discutida Lomce. Ahora, vuelve a estar en el disparadero. Hasta ahora, que una familia decida que su hijo dé clases de religión en su colegio no solo es legítimo, sino legal. Lo ampara la Constitución en su artículo 16. Y los acuerdos con la Santa Sede de 1979, en el caso de la católica, o con las comunidades islámica y evangelista, para los alumnos musulmanes y evangélicos, respectivamente. Es un derecho. Los centros educativos están obligados a ofrecer la asignatura de religión, pero elegirla es optativo.
«Las catequesis en las parroquias», dicen los detractores. «La religión pertenece al ámbito de lo privado», añaden. Pero, ¿qué se enseña, en realidad, en clase de Religión? Depende de cada nivel educativo. Pero en ningún caso es pastoral. «La asignatura de Religión y Moral Católica se encuadra en una educación humana integral. No se puede reducir a algo pragmático o utilitarista. Los valores tienen su fundamentación en la herencia judeo-cristiana de Europa, incluso para los agnósticos. Forma parte de nuestra raigambre. Conceptos como los derechos humanos encuentran su origen en la moral cristiana», explica Andrés García, que insiste en que el Estado no tiene la potestad absoluta en la educación de los alumnos, sino que ésta es de los padres y el Estado la recibe por delegación. «Y los padres tienen derecho a que sus hijos reciban una formación moral y religiosa acorde a sus convicciones».
Indignación
Escuelas Católicas también expresó esta semana «su indignación y preocupación» al conocer las líneas maestras del proyecto educativo de la ministra Celaá. Estos centros defienden la necesidad de que la Religión se mantenga como materia curricular, no solo en base a los Acuerdos vigentes suscritos con la Santa Sede, que consideran la Religión como una asignatura equiparable al resto, sino también porque el artículo 27.2 de la Constitución establece que el objetivo principal de la educación es la «formación integral de la persona». «No es concebible conseguir este objetivo omitiendo todo lo que tiene que ver con la Religión, la Historia de las Religiones o, incluso estudiar las formas en las que las distintas civilizaciones han afrontado el sentido de trascendencia», señaló la organización en un comunicado.
Por su parte, el Comité Ejecutivo de la Conferencia Episcopal Española también advierte de que la asignatura «no puede ser sustituida por una ética del estado impuesta por los poderes públicos». Los obispos se muestran «profundamente» preocupados por este anuncio y también por los cambios que se quieren acometer en la educación concertada, y subrayaron en un comunicado que la Religión debe tener una consideración adecuada en el sistema educativo. «Es necesaria para una formación integral de la persona, según la libre decisión de los padres, y no puede ser sustituida por una ética del estado impuesta por los poderes públicos», subrayan.
«Si no es computable, como sí lo hacen otras asignaturas, quién querrá trabajar y esforzarse en el aula si da igual sacar un 1 que un 10. No tiene sentido una asignatura que no cuente en la media», se lamenta Andrés García. «Siempre se nos usa para azuzar y conseguir el voto ultra de la izquierda, es una cuestión puramente ideológica», añade.
«La asignatura cada año se somete a un referéndum. Si la sociedad no la quisiera, caería por su propio peso. Todos los años, pese a las trabas o vaivenes de las distintas legislaturas mayoritariamente se elige en la escuela pública y concertada sobre todo. Si la ciudadanía libremente opta por la asignatura, por qué desde arriba, quebrando el principio de subsidiariedad, trata de eliminarse», concluye.
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