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jueves, 18 de julio de 2019

Cementerio y aconfesionalidad

 Badajoz,18 julio 2019,hoy.es,ADEL NAJJAR


Adel Najjar con el presidente Guillermo Vara

Delegado de la Comisión islámica de España en Extremadura
Presidente de la Unión de Comunidades Islámicas extremeñas
Imám de la Mezquita de Badajoz

Ninguna comunidad musulmana en España ha tenido que esperar 20 años para conseguir una parcela destinada al enterramiento islámico, como en Badajoz. El Ayuntamiento pacense no puede estar ajeno de todo eso, utilizando argumentos que carecen de fundamentos constitucionales

ME llama la atención que, a la hora de reclamar nuestro derecho al enterramiento islámico, algunos nos recuerdan que el cementerio municipal es aconfesional, por lo que no se puede conceder a los musulmanes una parcela para dicho enterramiento. El primer artículo de la Ley 49/1978, de 3 de noviembre, de Enterramientos en Cementerios Municipales, dice que «los ayuntamientos están obligados a que los enterramientos que se efectúen en sus cementerios se realicen sin discriminación alguna por razones de religión ni por cualesquiera otras». También el artículo 2º de la misma ley afirma que los «ritos funerarios se practicarán sobre cada sepultura de conformidad con lo dispuesto por el difunto o con lo que la familia determine. Asimismo, podrán celebrarse actos de culto en las capillas o lugares destinados al efecto en dichos cementerios. En los cementerios municipales se autorizará a quienes los soliciten el establecimiento de las capillas o lugares de culto».

Mucha gente confunde la aconfesionalidad con la laicidad. Es cierto que España es un estado aconfesional que no reconoce a ninguna religión de carácter estatal, pero el mismo tiempo ha firmado acuerdos de cooperación con todas las religiones, manteniendo los principios de igualdad y neutralidad.

La Constitución española, en su artículo 16, defiende los derechos fundamentales: «Se garantiza la libertad ideológica, religiosa y de culto de los individuos y las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley».

No se puede negar ningún derecho de las minorías religiosas alegando que España es un Estado aconfesional.

Si fuera la aconfesionalidad contraria a las manifestaciones o las expresiones religiosas, ¿cómo se puede entender la enseñanza religiosa en los centros educativos, los matrimonios religiosos, o la asistencia religiosa en los hospitales y los centros penitenciarios?

Todas las religiones que gozan de notorio arraigo, incluida la religión islámica, tienen un convenio de cooperación con el Estado español que les garantiza tener sus derechos religiosos.

Respecto a la Comisión Islámica de España, único interlocutor musulmán ante el Estado español, ha firmado un acuerdo de cooperación aprobado por Ley de 1992 que en su artículo 2.5 «reconoce a las comunidades islámicas, pertenecientes a la Comisión Islámica de España, el derecho a la concesión de parcelas reservadas para los enterramientos islámicos en los cementerios municipales», y determina que se «adoptarán las medidas oportunas para la observancia de las reglas tradicionales islámicas, relativas a inhumaciones, sepulturas y ritos funerarios que se realizarán con intervención de la Comunidad Islámica local».

Hay más de 30 parcelas para el enterramiento islámico repartidas en todos el territorio español, 8 de ellas están en la comunidad autónoma de Andalucía. Ninguna comunidad musulmana tuvo que esperar 20 años como en el caso de la de Badajoz. El Ayuntamiento pacense no puede estar ajeno de todo eso, utilizando argumentos que carecen de fundamentos constitucionales.

La comunidad islámica de Badajoz es una referencia de convivencia a nivel nacional, ganando el respeto por sus acciones sociales y su esfuerzo en fomentar la tolerancia y el respeto entre todos los tejidos sociales y culturales. Esta comunidad espera que sus derechos avalados por la ley española sean reconocidos por el Gobierno local de Badajoz.

Durante más de un año trabajamos con la Consejería de Sanidad para encontrar una forma compatible con las normas sanitarias, y que al mismo tiempo satisfaga la necesidad musulmana de tener sus propias parcelas para el enterramiento islámico. El convenio firmado ha sido reclamado muchas veces por el Ayuntamiento pacense, que exigía la solución a la normativa que prohíbe el enterramiento directo del difunto en la tierra. Según el nuevo acuerdo, el cadáver estará depositado en el interior de un ataúd en contacto directo con la tierra.

Tras la firma del protocolo con la Consejería de Sanidad, el sueño de los musulmanes empieza a tener una realidad posible, no sólo en Badajoz, sino en todas las localidades de nuestra región.

El objetivo mayor de los musulmanes extremeños es normalizar nuestra vida, derribar las barreras sociales y fomentar la igualdad con el resto de todos los tejidos sociales. Entendemos que el musulmán debe aportar su grano de arena por el progreso de nuestra región.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Al-Quds, santidad y ocupación

Al-Quds, 29-05-2019,Rebelión,Iván Carrazco


En conmemoración al “Día Mundial de al-Quds”, instituido por Ruhollah Jomeini en 1979 tras el triunfo de la Revolución Islámica en Irán, en el último viernes del mes bendito de Ramadán (mes del ayuno islámico) para tomar conciencia de su importancia.


Es innegable que la ciudad de Jerusalén (en árabe al-Quds, La Santa) es una zona geográfica de primera importancia para las tres principales religiones monoteístas por su santidad intrínseca, a saber: Judaísmo, Cristianismo y el Islam; sin embargo, es también preciso señalar que la ciudad es base fundamental para la paz mundial y el bienestar de la humanidad, asignatura pendiente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. 
A pesar de la fuerza espiritual que pudiera contener, el problema que se observa es, no obstante, el de una ciudad asediada, cercada y controlada donde la mayor parte del tiempo se violan todos los derechos de sus habitantes naturales a raíz de una ocupación que data oficialmente desde hace 71 años (gestada históricamente desde principios del siglo pasado).

Al-Quds significa hablar de una ciudad que es la centralidad de un conflicto mayor: la “cuestión palestina”, es decir, de cómo un poder armado (política, económica y militarmente) desde el exterior llegó a un territorio habitado por una población autóctona que ha sido desplazada lentamente a lo largo del siglo mediante un proceso de “limpieza étnica” sistemática bajo el pretexto: 

1) del derecho a un territorio “vacío”, 

2) del derecho del “pueblo judío” a poseer una Nación; y, una vez establecido justificándose con, 

3) seguridad y combate al “terrorismo” (desarrollando una capacidad bélica represiva en el más grande laboratorio humano sin sanciones contra la humanidad).

El establecimiento del régimen de Israel en Palestina ha conllevado una masacre constante por imponer su ideología, su política, su soberanía al margen de cualquier conducta legal y legítima, ya no digamos moral. Y esto se ha acentuado cuando en diciembre de 2017 el presidente de los Estados Unidos decidió hacer oficial el reconocimiento de al-Quds como capital del Estado ocupante y trasladar su embajada allí, dejando su sede establecida en Tel Aviv. Situación que rompe su compromiso con la “solución del conflicto” y revela su naturaleza parcial a la hora de fungir como mediador y dando por muerto al aún no anunciado “acuerdo del siglo”.

La aspiración del régimen de ocupación israelí es cubrir la totalidad del territorio palestino –al precio que sea necesario pagar- y que al-Quds se reconozca por todo el mundo como su capital. Sin embargo, el mismo reclamo subyace en las peticiones de los palestinos en vísperas de recuperar todo el territorio y no sólo las áreas que el Derecho Internacional y las Naciones Unidas le han pretendido otorgar (sin éxito).

En este amplio contexto es que al-Quds adquiere su importancia y su magnitud, no sólo es un asunto relevante para las preocupaciones religiosas sino que lo acerca a la implicación mundial y su opinión (y acción) pública.

Al factor religioso debemos poner particular énfasis ya que al-Quds es sagrada para la “gente del libro” (ahl al-kitab), es decir, para las religiones monoteístas que han recibido una revelación divina. En la Ciudad Vieja se sitúa el llamado Monte del Templo, conocido en su conjunto como El Noble Santuario (al-Haram al-Sharif) actualmente y en el que, alguna vez, estuvo en pie el Templo de Salomón (lugar de culto de los Judíos) destruido en el año 70 por los romanos, dejando sólo en pie la pared orientada hacia el occidente, denominado el “Muro de las Lamentaciones”, lugar de reciente culto y peregrinación, cuyo nombre es “Muro del Buraq”. Tomo este nombre en recuerdo de la especie que transportó al Profeta Muhammad de la Mezquita Sagrada (Masyid al-Haram) a la Mezquita Lejana (Masyid al-Aqsa): de Mecca a al-Quds, en la bendita noche del Viaje Nocturno (‘Isra) y de allí a la Ascensión de los Cielos (Miraj).

Este hecho marco un hito central en la continuidad de la profecía y en la unidad de su mensaje, y le otorga a la ciudad un lugar de preponderancia para la fe islámica. De allí la necesidad de ser protegida y custodiada por los creyentes, quienes se hicieron con la ciudad firmando un pacto con las autoridades cristianas, quienes administraban el monte, con la finalidad de que se protegieran los lugares sagrados, entre la que destaca la Iglesia del Santo Sepulcro, referido a Jesús el Mesías, entre otros tantos sucesos que vincularon a la Ciudad con su persona.

Debido a la desconexión establecida entre el llamado judeo-cristianismo con el Islam como propuesta “occidental”, no se ha puesto énfasis en las relaciones de similitud, de coexistencia y cercanía entre estas religiones. Esto a pesar de que: 

1) el Islam guarda muchas tradiciones esenciales con los mensajes revelados al judaísmo y al cristianismo, y 

2) el Islam aportó una base fundamental a la idea de “civilización occidental” que han querido minimizar sino borrar. 

Con ello quiero decir que en lo relativo a los lugares santos en esta ciudad se han respetado y se han conservado con el resguardo musulmán al punto de que la Piedra Fundacional, donde el Profeta Abraham iba a ofrecer en holocausto a su hijo (Ismael según la tradición islámica, Isaac según la tradición judía y cristiana) y donde, para su preservación se construyó la Cúpula de la Roca (Qubbat al-Sajrah) máximo símbolo actual (y regularmente identificado como el símbolo de arquitectura islámica) del lugar construido para recrear el ascenso a los cielos del Sello de los Profetas, Muhammad. Dicho espacio no es propiamente una Mezquita, más bien, la Mezquita está en uno de sus extremos y es la Mezquita al-Aqsa, la edificada con la intención de adoración a Dios, en conjunto conforman las zonas donde se acude al rezo (salat) en la explanada de las Mezquitas.

El simbolismo religioso que recae en al-Quds la reviste de una importancia material e inmaterial que no permite ser ultrajada por ninguna de las religiones monoteístas. Su naturaleza ha sido la de preservar la sacralidad de los lugares; sin embargo, en años recientes se ha visto seriamente amenazada con el avance de la ocupación israelí a los espacios de las otras confesiones religiosas (tanto cristianos como musulmanes). Ante el avance ocupacionista está la idea “judaizar” todos los espacios de la ciudad, aunque esto no signifique que necesariamente sea un movimiento religioso judío sino, más bien, un movimiento político de justificación judía denominada sionismo, (como lo han denunciado miembros destacados de su propia comunidad) que pretende acelerar el “fin de los tiempos” a través de la preparación del terreno para la llegada del Mesías, y allí radica sus planes de destrucción de lo que existe y la construcción de un “Tercer Templo”.

Si entendemos esto, podremos entender la forma en la que el régimen de ocupación israelí ha operado en los 71 años de existencia como tal: desplazamiento de la población palestina de todo el territorio, intento de “asimilación” de la población palestina que se queda, hacer –mediante leyes- un ataque para que prevalezca “lo judío” frente a lo “no judío” con lo que se le da una apariencia de legalidad, de Estado de Derecho y que se actúa en consecuencia. Significando, en todo momento, la pérdida no sólo de tierra sino de identidad y cercanía a los pobladores originales.

Sobre al-Quds y Palestina se ha dicho mucho pero esto nunca será suficiente hasta que se abrogue todo el compendio legal existente en el territorio palestino (procedente de la ocupación y sostenido por las instancias internacionales -por acción, omisión o incapacidad- y aupada por Estados Unidos), mientras tanto, será identificado como el último reducto colonial irresuelto de posguerra, será un museo viviente de injusticia y opresión que, si bien comenzó con un “sueño judío” se ha convertido en una “pesadilla árabe-musulmana”.

Por todo esto, reconocer las implicaciones de Palestina y su capital al-Quds, es haber dado un paso en el reconocimiento de un problema y la necesidad de una solución; es generar empatía con la lucha contra la desposesión (territorial, cultural, económica); es solidarizarse con una causa que aún no está perdida.

domingo, 17 de marzo de 2019

Atentado islamófobo

Madrid,17 MAR 2019,EL PAÍS,editorial


Flores en Christchurch en honor de los 49 muertos en el atentado terrorista en Nueva Zelanda. MICK TSIKAS EFE

Los discursos de odio contra la comunidad musulmana no pueden tener cabida en una democracia

El atentado islamófobo perpetrado el viernes en la localidad neozelandesa de Christchurch que costó la vida a medio centenar de personas muestra hasta qué punto el discurso del odio se ha extendido globalmente y la necesidad urgente de combatirlo. Además, el autor de la matanza —un supremacista xenófobo— retransmitió en directo en formato videojuego los asesinatos por las redes sociales, añadiendo oprobio a su actuación criminal.

Aunque desgraciadamente cada vez más a menudo se producen noticias de asesinatos indiscriminados en todo el mundo, lo sucedido en Nueva Zelanda es la prueba indiscutible de que ninguna comunidad está a salvo de la amenaza terrorista y de que el dañino discurso que culpabiliza a todos los musulmanes del terrorismo islámico termina cristalizando en injustificables actos contra personas que ejercen pacíficamente la libertad de culto que garantiza cualquier democracia.

En este sentido, resultan particularmente certeras las palabras de la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, quien subrayó que Nueva Zelanda representa la diversidad, la amabilidad, la compasión y un refugio para quienes lo necesitan. Es decir, que frente a las tesis excluyentes y amenazantes de quienes quieren una sociedad étnicamente pura —y, con toda seguridad, uniforme también a la hora de pensar y actuar—, Ardern ha expuesto una de las cosas que dan sentido a las democracias: no son recintos cerrados de ciudadanos privilegiados y egoístas, sino comunidades cuyos miembros son conscientes de las obligaciones que tienen respecto a aquellos que no disfrutan de su bienestar ni de sus libertades.

Los discursos de odio contra la comunidad musulmana —y lo mismo puede decirse del antisemitismo que crece— no pueden tener cabida alguna en una democracia. Y esta tarea corresponde a Gobiernos, pero también a instituciones y empresas, entre las que figuran las redes sociales. Combatir la islamofobia es un deber y una prueba de calidad para las democracias.

sábado, 16 de marzo de 2019

El terrorismo racista es una amenaza global

Madrid,16/03/2019,eldiario.es,Iñigo Sáenz de Ugarte


Un policía vigila la zona de las mezquitas atacadas en Christchurch. EFE

Los discursos xenófobos contra la inmigración musulmana están legitimando las ideas racistas de terroristas como el autor de la matanza de Nueva Zelanda
  
Al menos 48 heridos de bala, incluidos niños, tras los ataques en Nueva Zelanda

El autor de la matanza contra la comunidad musulmana de Christchurch, Nueva Zelanda, tenía un objetivo claro: "incitar a la violencia, la venganza y una mayor división". El mismo sueño con el que el racismo blanco se está manifestando en los últimos años en varios países del mundo, con mucha frecuencia de forma violenta, y que denuncia una conspiración global con la que dejar a la raza blanca sin la superioridad política y económica que ha disfrutado en los últimos siglos.

Esa paranoia se manifiesta de muy diferentes formas. No todos sus propagandistas aspiran a la eliminación física de sus adversarios. En Europa, los partidos que gobiernan en varios países de Europa del Este sostienen que existe un plan –apoyada por la Unión Europea, nada menos- para borrar a la Europa cristiana a través de la inmigración procedente de países musulmanes y con la intención de que esos nuevos ciudadanos favorezcan a partidos de izquierda en las elecciones. Lo vemos con frecuencia en los mensajes de Fidesz en Hungría y Ley y Justicia en Polonia.

Toda esa propaganda no es una incitación directa a cometer asesinatos. A fin de cuentas, esos partidos ostentan el poder en esos países y tienen la responsabilidad de mantener la ley y el orden. Lo que sí hacen es legitimar el discurso racista y xenófobo en el que otro –habitualmente de piel oscura– es una amenaza para el estilo de vida 'propio'.

En las zonas más extremistas de ese discurso, no existe ningún problema en apelar a la violencia. No es una amenaza hipotética, sino muy real. En la última década, el 73% de los asesinatos de intención política extremista en EEUU han sido ejecutados por la extrema derecha, frente al 23% de inspiración yihadista o el 3% procedentes de la extrema izquierda, según datos recopilados por Ali Soufan, exagente del FBI y hoy consultor sobre antiterrorismo.

A pesar de esta realidad, no es extraño descubrir que en la mayoría de las informaciones de los medios norteamericanos –no es muy diferente en Europa– las noticias sobre terrorismo siguen centradas en el de carácter yihadista. La derrota completa de ISIS en el campo de batalla en Irak y Siria no ha impedido que se siga prestando más atención a esa amenaza, que es real, a cuenta del riesgo que suponen los antiguos combatientes que viajaron a Oriente Medio si regresan a Europa.

Durante mucho tiempo, se ha hablado de internet como la gran universidad yihadista, donde cualquier persona de confesión musulmana podía encontrar la inspiración y además la preparación técnica para realizar atentados indiscriminados. Se ha prestado menos atención al hecho de que internet es tan útil o más para personas o grupos de ideología neonazi, fascista o racista, o todas esas cosas al mismo tiempo.

El autor del atentado de Nueva Zelanda, que se identifica como un australiano de 24 años, lo dice en un texto de 74 páginas que colgó de su página de Facebook y que enlazó desde un foro de ideas ultras. Se pregunta a sí mismo dónde se puede encontrar material sobre sus convicciones: "Internet, desde luego. No encontrarás la verdad en otro sitio".

"El Gobierno de EEUU y la comunidad (global) de servicios de inteligencia no están reconociendo el supremacismo blanco como una red terrorista violenta y global que se está extendiendo a muchos países occidentales, incluido EEUU", dice Soufan en este artículo. "Tenemos que comenzar a trabajar con nuestros aliados en el extranjero y compartir información para combatir el terrorismo de extrema derecha de una forma muy similar a la cooperación que existe contra el terrorismo yihadista. Si se comparte información a ese nivel, es muy poca a pesar de que estamos hablando de una red internacional".

Es frecuente que cuando se producen atentados de este corte, la primera versión común entre políticos y medios de comunicación consista en referirse a problemas mentales con la intención de definir estos actos como aberraciones protagonizadas por individuos solitarios. El autor de la masacre neozelandesa lo desmiente con el texto de su 'manifiesto'. Difundir su contenido íntegro puede interpretarse como una forma de extender ese mensaje de odio –por lo demás, será imposible impedir que pueda encontrarse en múltiples sitios de internet–, pero es necesario conocerlo y en especial que las autoridades lo utilicen para ser conscientes de la gravedad del problema.

El autor del texto se vio particularmente influido por Anders Breivik, el asesino noruego de 77 personas en 2011. No es su única fuente de inspiración. Cita a Dylann Roof, que mató a nueve norteamericanos de raza negra en una iglesia de Carolina del Sur, y a otros terroristas ultras que han cometido crímenes racistas en Europa.

En el coche escuchaba música ultranacionalista serbia dedicada a Radovan Karadzic. Llevaba en la ropa y las armas inscripciones e insignias de grupos ultras, como el Batallón Azov ucraniano de ideología neonazi, y varios nombres entre los que estaba el del fascista español que asesinó a Carlos Palomino en 2007. También nombres de batallas históricas de Europa contra el imperio otomano.

Esa ideología de odio cobra formas muy diferentes, y no todas van a concluir en una matanza contra decenas de personas. Lo que sí es obvio es que definir a los musulmanes, en buena parte nacidos fuera o de origen familiar extranjero, como una amenaza a la sociedad occidental alimenta la idea de que deben ser controlados, vigilados o simplemente extirpados. La islamofobia se ha normalizado con multitud de declaraciones de responsables políticos que no piden el asesinato de los musulmanes, pero que sí afirman de forma nada velada que son un problema o un peligro.

El asesino de Christchurch lo dejó claro en el texto. Los occidentales deben "aplastar la inmigración", deportar a los que no sean blancos y tener más hijos para conjurar el supuesto declive de la raza blanca, como destaca este artículo del NYT.

Ese es un mensaje que llevamos mucho tiempo escuchando en los países occidentales. También en España.

domingo, 3 de marzo de 2019

Muerte y vida de los grandes países europeos sin migrantes

Barcelona,03/03/2019,rebelion.org,José Mansilla y Horacio Espinosa


Concentración de manteros en Barcelona contra la criminalización del colectivo SANDRO GORDO

Mientras el FMI expulsa a los africanos de sus países, la UE les cierra las puertas. Obligados administrativamente a ganarse la vida en los márgenes de la legalidad, hasta el apoyo mutuo y la solidaridad entre ellos se acaba poniendo bajo sospecha  

En opinión de Lant Pritchett, economista, profesor en Harvard (EEUU) y antiguo directivo del Banco Mundial, “Europa necesita más de 200 millones de inmigrantes en los próximos 30 años” para que la economía del continente sea viable, medida que ayudaría a paliar lo que se está empezando a describir como el suicidio demográfico de la Unión Europea. Y es que en el viejo continente, la tasa de natalidad disminuye y las personas en edad avanzada y sin capacidad productiva, aumentan. De este modo, ¿quién pagará las pensiones de los ancianos del futuro?

A este contexto, se suman los distópicos agravantes de, por un lado, una economía cada vez más robotizada y con menos necesidad de mano de obra, y por otro, unas fronteras rígidas, tecnologizadas e infranqueables que alejan a los migrantes, cuya juventud y fertilidad serían una posible solución al envejecimiento y muerte de Europa. Sin embargo, la solución de Pritchett no deja de ser problemática y provocadora: dar permisos de trabajo masivos a inmigrantes, pero desvinculando esos permisos de la concesión de la ciudadanía. Es decir, migrantes que vendrían a trabajar, pero se les tendría prohibido echar raíces y después de un tiempo, deberán volver a casa. Justo como ocurre en algunas monarquías petroleras de medio oriente, donde hay una gran cantidad de trabajadores temporales que no cuentan con derechos.

La propuesta de Pritchett, aunque crítica con la propuesta de la ultraderecha de reforzar las fronteras, es una propuesta ultraliberal, dictada desde centros económicos globales como el Banco Mundial, donde se desvincula el trabajo de los procesos de acumulación capitalista. Como bien señalara Gramsci “las relaciones internacionales se entremezclan con las relaciones internas de los Estados-nación”, y de esta misma manera, lo que Lenin dijo acerca del Imperialismo como “la última fase del capitalismo”, sigue siendo vigente y estrechamente relacionado con el fenómeno de la migración.

Siguiendo a David Harvey, un Estado-nación determinado —pensemos en el rol global que tiene actualmente Estados Unidos, por ejemplo— exporta los peores elementos de la explotación capitalista, primeramente ensayados en sus propias fronteras con su propia clase trabajadora: facilita la exportación de capitales, obtiene materias primas a bajísimo costo, amplía y conserva los mercados y mantiene un ejército industrial de reserva (masas de desempleados dispuestos a trabajar a cualquier precio) compuesto de trabajadores migrantes.

La migración de trabajadores de los países subordinados a las metrópolis globales es un claro ejemplo de fórmula win-win para las burguesías nacionales. Por un lado, los migrantes, sobre todo cuando son ilegales, ayudan a abaratar la mano de obra de los países capitalistas, minando los derechos laborales conseguidos por las luchas obreras de los trabajadores occidentales, pero también estos mismos trabajadores migrantes, con o sin papeles, son usados como chivos expiatorios cuando se suceden algunas de las crisis endémicas e inevitables que produce el propio sistema capitalista.

De esta manera, cuando la cosa falla (y el capitalismo contiene en su interior la semilla de las crisis), siempre se le puede echar la culpa a los migrantes. El Estado-nación consigue comprar la fidelidad de los elementos de clase trabajadora dentro de sus fronteras a expensas de los trabajadores de los países dependientes (los que en otro tiempo se llamaban en vías de desarrollo), al mismo tiempo que obtiene apoyo ideológico al propagar las ideas de orgullo nacional, Imperio, chovinismo y racismo.

En pocas palabras, las burguesías nacionales empobrecen a sus propias clases trabajadoras y cuando estas han obtenido ciertos derecho, favorecen la migración para abaratar los costes del trabajo y explotar mejor tanto a trabajadores nacionales como de fuera. Si la cosa va mal, siempre tendrán la coartada ideológica de agitar el nacionalismo y culpar a los de fuera salvaguardando un sistema que les beneficia a ellos y solamente a ellos. La fórmula perfecta.

En un texto publicado el pasado domingo 24 de febrero en El Periodico de Catalunya, el autor descubría que ¡oh sorpresa!, los manteros son musulmanes. La derecha nunca se ha caracterizado por su carácter intelectual, pero, en esta ocasión, se ha superado a sí misma. Dejando la ironía al lado, el mencionado artículo vertía diatribas antiislámicas y xenófobas señalando la existencia de un determinado grupo islámico que controlaría —desde las sombras— la voluntad de los vendedores ambulantes.

Podríamos usar, para calificar el texto, la palabra panfleto, libelo, o simple fake news. O, incluso, como señalan los compañeros de El Salto, un intento naif de conseguir audiencia fácil en la era del clickbait. El medio confunde una cofradía, es decir, un grupo de fieles religiosos, con una organización criminal, por el simple hecho de ser musulmanes. Se trata de algo tan delirante como confundir a la Hermandad y Cofradía de la Virgen Macarena con el Ku Klux Klan, y no tanto por las túnicas y los capirotes, sino por el simple hecho de ser grupos de personas organizadas alrededor de una fe religiosa.

Una de las características de la última fase del capitalismo neoliberal es la preeminencia que se da a la circulación por sobre la quietud. Discurso que devela su carácter ideológico cuando se contrapone a una geopolítica fundamentada en la sistemática presencia de barreras físicas o burocráticas organizadas como fortalezas alrededor de ciertos territorios. Para el escritor nigeriano Fidelis Balogun, los Planes de Ajuste Estructural introducidos a mediados y finales de la década de los 80 por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han tenido consecuencias comparables con un desastre natural y así “para devolver la vida a una economía moribunda había que exprimir bien los jugos de los ciudadanos con menos recursos”.

En el África subsahariana, el saldo de los ajustes estructurales no pudo ser más dramático en un medio rural tradicional que perdió todas las batallas frente a la agricultura automatizada y subsidiada del Norte, expulsando a millones de personas hacia núcleos urbanos que funcionan bajo una lógica paradójica, en la que el incremento de la población urbana solo hace decrecer la capacidad productiva. A finales de los años noventa, en las ciudades de países como Senegal, Costa de Marfil, Tanzania o Gabón, con economías que se retraían anualmente entre un 2 % y un 5 %, se da un sorprendente crecimiento demográfico urbano de entre 5 % y 8 %, obteniendo como resultado una población urbana desempleada en áreas hiperdegradadas.

En el caso específico de Senegal, de donde provienen la mayoría de los manteros que trabajan en las calles de Barcelona, esta situación sigue siendo crítica. Una institución como el Fondo Monetario Internacional genera las condiciones para expulsar a los africanos de sus países, mientras otro frankenstein supranacional —la Unión Europea— les cierra las puertas. Ambos fenómenos ocurren casi de manera simultánea.

La entrada en vigor del Tratado de la Unión Europea, firmado por España el año 91 y ratificado el 93, así como el acuerdo para la creación del espacio Schengen en marzo de 1995, son fechas que marcan un antes y un después en el control territorial español de sus fronteras. Algunas de las recientes acciones antimigratorias han sido producto de la propia iniciativa española, mientras otras han sido claramente impuestas por la Unión Europea. Sin embargo, como dijo el antropólogo francés Marc Augé “una frontera es una barrera y un paso” por lo que, a pesar de la Europa-fortaleza, España ha pasado de tener una población africana relativamente mínima (8.529 residentes en 1985) a multiplicarse por diez (82.601 en 1994). Para los senegaleses, a principios de los 2000, España se transformó en un destino migratorio comparable a Alemania, el Reino Unido o Francia.

En su mayoría de etnia wolof, los manteros, autodenominados Móodu-Móodu, comparten un elemento común de espiritualidad y devoción por ciertas figuras vinculadas a la rama senegambiesa del Islam, la cual se caracteriza por la mística sufí y, al igual que otras ramas del sufismo, comparten el pacifismo y la ideología de la no confrontación. Algunos son miembros de la Tariqa Tijaniyya y seguidores del profeta Sufí Ibrahim Niass, también conocido como Baye Niass (Padre Niass).

Otros, por el contrario, son seguidores de Ahmadou Bamba, también conocido como Cheik Ahmadou, fundador de los muridiyya, predicador musulmán y anticolonial de finales del siglo XIX y principios del XX. De gran influencia entre la comunidad migrante de Senegal, a Ahmadou Bamba lo describen como un asilo para aquellos que no tienen refugio, por lo que los sujetos transfronterizos se sienten identificados con él.

Los lazos tejidos por la espiritualidad Móodu-Móodu se materializan en redes de apoyo recíprocas. Si en una dirección los manteros se sienten responsables de apoyar a sus familiares en Senegal, como en el caso de la fiesta del cordero, los migrantes senegaleses de mayor experiencia en España se sienten responsables de acoger a los recién llegados. Justo lo mismo que ocurrió en Catalunya hace décadas con la emigración andaluza, extremeña, etc. y por eso los pueblos y ciudades del área metropolitana de Barcelona, por ejemplo, acogen antiguos vecinos y vecinas de los mismos lugares de origen.

Para los manteros esto es especialmente relevante y así los “dajar” (recién llegados) son acogidos por los diatugui (los padrinos), que dan alojamiento a los dajar de forma gratuita hasta que los nuevos migrantes hayan conseguido trabajo; conseguir trabajo sin contar con papeles es una tarea titánica si no imposible y es ahí en esta disyuntiva donde la venta ambulante se vuelve una dura alternativa, pero la gran mayoría espera que sea temporal, algo que solo es soportable debido a las redes de apoyo y solidaridad mantera y en el contexto de la pertenencia a una comunidad espiritual sufí.

Atados a dos mundos, la experiencia de la frontera para los manteros es un desgarro. Esto es independiente de la raza o color de la piel. Igual de desgarrados se sintieron los refugiados republicanos españoles, muchos de ellos niños y niñas, que llegaron a México de la persecución franquista.

La experiencia de frontera del mantero no termina al atravesar los límites del Estado-nación en su calidad de inmigrante sin papeles, sino que se reproduce continuamente en la ciudad, dando como resultado una experiencia de ubicuidad fronteriza a la que el mantero tiene que enfrentarse cada vez que realiza alguna incursión. Los manteros se encuentran continuamente saltando la valla que los separa de la muerte y la vida en unos grandes países europeos que parecen no querer a los migrantes.

jueves, 21 de febrero de 2019

Miedo al islam

Barcelona,20/02/2019,elperiodico.com/Eugenio García Gascón


Intelectuales occidentales articulan un discurso que remueve las aguas de Europa contra los musulmanes

Murad Hofmann, un católico alemán que abrazó el islam, ha narrado en detalle su proceso de conversión. Ha destacado en uno de sus libros que los intelectuales occidentales sienten una aversión profunda hacia el islam, y que lo habitual es desconocer absolutamente todo lo relativo a esa religión. Los intelectuales incluso presumen de su ignorancia en cuanto toca al islam, dice. Esto puede parecer una exageración, pero sin embargo es una realidad: los intelectuales europeos, en su inmensa mayoría, son incapaces de aportar a una discusión seria cuatro cosas coherentes sobre el islam, alejadas de los manoseados tópicos al uso que se leen o se oyen en los medios de comunicación. Quizá no van por ahí presumiendo en voz alta de su ignorancia, como dice Hofmann, pero casi. Ignorar los hechos notables de los musulmanes a lo largo de la historia es una situación común entre los intelectuales occidentales. ¿Cuántos serían capaces de exponer esquemáticamente la vida de Mahoma? ¿O cuántos serían capaces de presentar algunas de las innumerables contribuciones de los pensadores islámicos a la cultura occidental? Muy, pero que muy pocos.

En el mundo contemporáneo, el islam aparece encajonado bajo el epígrafe del terrorismo, particularmente en Catalunya, que es donde la derecha nacionalista ha relegado al islam, y por simpatía hasta las formaciones de la izquierda imitan a la derecha nacionalista. Las autoridades autonómicas mantienen una enemistad que raya con la obsesión con el islam, impidiendo que se construyan mezquitas, o evitando que los musulmanes den la murga con ideas ajenas al pensamiento único promovido desde las instituciones. Las ayudas institucionales acaban sistemáticamente en el campo del pensamiento único y no en campos que realmente las necesitan, como el de los musulmanes. A los intelectuales afectos se les colma de parabienes para hablar siempre de lo mismo y de paso para no hablar de otras cuestiones.

El trato en los medios de comunicación

Un estudio reciente realizado en Estados Unidos revela que los atentados que cometen musulmanes encuentran en los medios de comunicación una cobertura exagerada en relación a los atentados cometidos por no musulmanes. Concretamente, a los atentados cometidos por musulmanes la prensa les dedica más del 350% del espacio que dedica a los atentados cometidos por no musulmanes. No sé si en Europa hay estudios de esta naturaleza, no los conozco, pero es muy posible que los datos sean similares. En la mayor parte de los relatos, el islam aparece como una religión enemiga de Occidente y que desea su hundimiento. Esta visión, una línea que marcan intelectuales tan beligerantes y hostiles como los franceses Bernard-Henri Lévy y Alain Finkielkraut, encuentra eco en prácticamente todos los medios de comunicación españoles, gracias a la imitación de los intelectuales locales, quienes prefieren repetir lo que dicen esos dos franceses antes de examinar las cuestiones en profundidad dedicándoles tiempo y reflexión propia. 

De la misma manera que una buena parte de los políticos e intelectuales israelís consideran que el avance del islam en Europa constituye un peligro grande y directo para el Estado de Israel, muchos de sus colegas europeos piensan que el islam es un peligro directo para Europa. Ideólogos y líderes nacionalistas como el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, han emprendido una cruzada con el apoyo de Israel para restringir la inmigración de musulmanes y salvar el espíritu de Europa. Estos adalides dan cobertura a la agenda del miedo que articulan esos intelectuales, y remueven las aguas del Viejo Continente contra los emigrantes musulmanes y contra lo que no sea la quintaesencia de la Europa que quieren recobrar, una Europa tan refinada que no admite la llegada de inmigrantes musulmanes que pongan en peligro la civilización de Carlomagno, la Reforma o santa Teresa. Esos intelectuales únicamente transmiten miedo y frustración a su público, con la esperanza confesa de que perviva la civilización judeo-cristiana, pero su visión purista está condenada al fracaso.

De la misma manera que existe una lucha de algunos clérigos musulmanes contra Occidente, existe una lucha de intelectuales occidentales, judeo-cristianos para ser exactos, contra el islam. Cuando Benjamín Netanyahu advierte a Europa de que ponga fin a la inmigración de musulmanes está advirtiendo de que Europa puede dejar de ser la Europa sumisa que él tiene en mente, pero justamente los países y los continentes cambian a lo largo del tiempo, unas veces más rápidamente que otras. Y eso no es necesariamente malo, aunque así se lo pueda parecer a ciertos intelectuales con una agenda determinada.

jueves, 24 de enero de 2019

Europa ante la inmigración y el mundo árabe-musulmán

España,24/01/2019,republica.com, BORRELL


Aunque la actualidad este dominada por el Brexit y la crisis de Venezuela, problemas ambos que parecen irresolubles, el mundo no se para y otras cuestiones reclaman nuestra atención de forma más estructural. Así, hemos celebrado en Bruselas en el seno del Consejo de Asuntos Exteriores de la UE una reunión ministerial con los países del sudeste asiático agrupados en Asean y otra con los de la Unión Africana. Y preparado otra para febrero entre la UE y la Liga de Estados Árabes (LEA), a la que seguirá en Egipto la Cumbre de jefes de Estado y de gobierno, que será la I Cumbre de esta naturaleza entre ambas organizaciones regionales.

Es evidente que, para nuestro continente y para España en particular, el mundo árabe-islámico tiene una gran importancia en el campo de la seguridad, la energía, el cambio climático y las migraciones, pero también desde el punto de vista del entendimiento entre culturas y civilizaciones, y por tanto en lo relativo a la dimensión política de nuestra relación.

Aunque hasta ahora nos creíamos inmunes a esas dinámicas, también en España empiezan a obtener réditos electorales los partidos políticos que quieren convertir a los inmigrantes, y en particular a los que son musulmanes y a la civilización islámica en general, en un enemigo exterior a batir o expulsar.

El fenómeno migratorio es parte de este rechazo. Pero nos guste o no, los desequilibrios demográficos lo van a convertir en algo con lo que tendremos que aprender a vivir. En 2.050 el mundo tendrá 9.700 millones de personas, y Europa, que seguirá teniendo más o menos los 500 millones actuales, representará el 5 por ciento de la población mundial. África, en cambio, tendrá 2.500 millones. Es decir, en 2.050 habrá cinco veces más personas en el continente vecino que en Europa. De ahí la necesidad de abordar la dimensión sociocultural del fenómeno migratorio.

Las migraciones podrían ser un activo para frenar la pérdida de población y revitalizar la fuerza de trabajo, y además para asegurar la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones y para construir una sociedad multicultural y dinámica. Salvo que queramos cerrarnos en banda y ser un continente de blancos (pocos), viejos y dependientes.

Pero no nos llamemos a engaño. La gestión de las identidades es una tarea muy compleja, mucho más que la gobernanza del euro, que puede solucionarse con dinero y reformas institucionales.

Si esta labor no se aborda adecuadamente, también desde el punto de vista de la canalización de los flujos, reduciendo los de naturaleza irregular en favor de los legales, la explotación que hace la ultraderecha populista de las migraciones puede convertirse en un factor disolvente de la integración europea.

Máxime cuando se pretende presentar Occidente y Oriente como polos opuestos en todo, como hace Huntington con su teoría del choque de las civilizaciones, desde la religión, al sistema político, pasando por la laicidad y el papel de la mujer. Pero, ¿es así realmente?

Este enfoque lleva inevitablemente a considerar estos dos espacios, Europa y el mundo árabe-islámico, como todos homogéneos. Pero en ellos existe una gran diversidad de aproximaciones a la fe, la democracia y la modernidad en general.

En Europa, por ejemplo, el derecho a interrumpir el embarazo no es universalmente aceptado, ni el matrimonio entre personas del mismo sexo. Por otro lado, países como Túnez, país sociológicamente islámico, está construyendo, como me dijo su ministro de Asuntos Exteriores recientemente, con dificultades sin duda, una democracia aconfesional con una Constitución que consagra la igualdad entre mujeres y hombres.

Se podría pensar que estos son ejemplos extremos, excepciones a la regla de una Europa liberal y un mundo árabe-islámico autoritario y teocrático, pero la generalización tampoco debiera conducir a simplificar lo complejo.

Al contrario, es importante aproximarse y apoyar las corrientes culturales y políticas que en tierras del islam buscan precisamente mostrar que no hay nada en su cultura que conduzca inexorablemente al establecimiento de dictaduras confesionales o al terrorismo.

Este enfoque es además fundamental en la lucha contra la radicalización que tiene lugar entre algunos jóvenes europeos de origen árabe, faltos de oportunidades, y no solo en los países islámicos.

Según datos de 2.017 (de la Unión de Comunidades Islámicas en España), hay 1,9 millones de musulmanes en nuestro país, aproximadamente un 4 por ciento de la población española. Una cifra que desmiente cualquier impresión de islamización como algunos quieren hacer creer, y no solo en nuestro país. Personajes como el líder xenófobo holandés Wilders, agitan este espantajo, cuando no hay en Holanda más que un 7 por ciento de personas que practican la religión islámica.

En todo caso, dada la importancia que el debate de las identidades ha cobrado en la sociedad europea, es oportuno lanzar la mirada al papel de la cultura árabe como parte del acervo europeo y, por supuesto, del acervo español,

¿Es el islam o, si se quiere, el mundo arabo-islámico, una parte integral, constitutiva, de la cultura y de la experiencia histórica europeas o, por el contrario, es un elemento ajeno o impuesto y, en todo caso, circunstancial y excéntrico?

En otras palabras, ¿es el islam una religión que ha venido a Europa en patera y por la misma vía tendría que irse, como desean algunos, o, por el contrario, es una religión, y sobre todo una cultura, con raíces multiseculares en Europa y que nos enriquece, como lo habría hecho durante siglos?

Una pregunta que nos retrotrae al debate que vivimos durante la negociación de la non-nata Constitución europea, sobre las esencias greco-romano-judeo-cristianas de Europa.

Claro que ello nos llevaba a otras preguntas: ¿dejamos para siempre fuera de esa Europa esencialista a Turquía e integramos a la Rusia cristiana hasta Vladivostok?

Si hablamos del Cáucaso, ¿es la Armenia cristiana candidata nata a Europa pero no así Azerbaiyán, que tiene mayoría islámica en su población?;

Los ciudadanos de la Unión Europea que profesan la religión islámica, ¿deben ser por ello ciudadanos de segunda por no pertenecer a los europeos de pura raza, religión y cultura, por así decirlo? En España, este debate tiene una relevancia especial.

Después de todo, junto con el sur de Italia y parte de los Balcanes, aunque con mucha mayor intensidad en nuestro caso, nuestro país es la parte de Europa donde la presencia del islam ha dejado una mayor y más duradera impronta. Y no hablamos de una impronta muerta, sino viva. Vive en nuestra lengua, en nuestros topónimos, en nuestra gastronomía, en nuestra arquitectura y urbanismo. Y por tanto no se debiera considerarlo como algo ajeno a nuestra sociedad, muchos menos como un factor antagonista.

Es precisamente la presencia del islam en España durante siete siglos el principal elemento diferencial al que propios y extraños han recurrido cuando han pretendido hablar de una supuesta “excepcionalidad española”.

España como el Oriente de Occidente, según la versión romántica. A este respecto, es interesante recordar la “querella de los historiadores” a mediados del pasado siglo sobre el lugar del Islam y lo árabe en la experiencia histórica española.

Me refiero, claro está, al debate entre Américo Castro y Sánchez Albornoz. En síntesis, el primero ve España en la convivencia de las tres culturas, y el segundo encuentra ya la esencia nacional en el reino visigodo. Un debate cuya vigencia en la Europa actual salta a la vista.

La pregunta que cabría hacer a los “albornozistas” es si podemos considerar siete siglos de historia como una mera desviación. Y la pregunta que se les podría hacer también a los “castristas” es si no han sobrevalorado el factor islámico por encima de su aportación real a la totalidad de nuestra historia.

En todo caso, lo importante, y lo necesario, es aceptar nuestra experiencia histórica en su totalidad, comprenderla, aprehenderla, hacerla inteligible para nosotros mismos y para los demás y ver en qué medida es útil para el actual momento de Europa y Oriente.

Ello pasa por comprender y, llegado el caso, integrar el componente islámico, en su justa medida, dentro de nuestra historia, y, por tanto, dentro de la historia europea. Ante la pregunta de si hay un pilar árabe en la cultura europea sólo puede responderse de forma afirmativa si aceptamos la existencia del mismo en nuestra propia cultura española.

En determinadas épocas históricas ese pilar ha sido no sólo consustancial a la trayectoria histórica de nuestro país, sino, gracias a la presencia del islam en España, también al crecimiento y a la madurez de una Europa que había permanecido ensimismada durante siglos, hasta la recuperación del legado clásico gracias a las traducciones y reinterpretaciones árabes que llegaron al resto del continente a través de la península.

Por todo ello, la influencia arabo-islámica en Europa no se debe exclusivamente a la afluencia reciente de inmigrantes en nuestras sociedades a raíz del proceso descolonizador o de los recientes flujos de refugiados, sino que históricamente el islam y el mundo árabe han formado parte de nuestro acervo cultural.

Aceptada pues esta premisa, nuestro siguiente paso debe consistir en analizar en qué medida esa temprana impronta nos permite encontrar soluciones a muchos de los dilemas actuales que afronta Occidente.

La Alianza de Civilizaciones, una iniciativa española que Naciones Unidas ha hecho suya, y cuyo Alto Representante es el ex ministro Miguel Angel Moratinos, es sin duda una plasmación política de este enfoque.

La Iniciativa 5+5 en el Mediterráneo Occidental o la Unión por el Mediterráneo, con las que España tiene un compromiso particular, podrían igualmente desempeñar un papel importante en la gestión mutuamente beneficiosa de las migraciones y de otros bienes públicos regionales, como el agua o el comercio, y en el redescubrimiento de esa cultura compartida entre las dos orillas.

Por todo ello, frente a las visiones cerradas y xenófobas de la sociedad, debemos apostar por una sociedad abierta a las ideas e influencias, al conocimiento, a la transferencia tecnológica, a los bienes y servicios, y también a las personas, mediante canales seguros, ordenados y legales como propone el Pacto Mundial de Marrakech.

Finalmente, la impronta andalusí, como parte del ser español, y del europeo, nos ofrece una gran oportunidad para desarrollar no solo una importante labor de diplomacia cultural, sino para reforzar nuestra interlocución política con el mundo mediterráneo, árabe e islámico, que debemos potenciar al máximo.

miércoles, 2 de enero de 2019

Formarse en un Islam tolerante y abierto

Ceuta,02/01/2019,elpueblodeceuta.es


Acaba de entrar el nuevo año y la Comisión Islámica de España (CIE) vuelve a insistir en una de sus viejas reivindicaciones, lograr que se impartan clases de Islam en los institutos, prioritariamente en Ceuta y Melilla poniendo de manifiesto que estas clases podrían prevenir una posible radicalización de los jóvenes de entre 12 y 16 años, una edad muy importante para una formación adecuada.

Esta reivindicación la viene manteniendo la CIE desde 1992, cuando alcanzó con el Estado un acuerdo por el que este se comprometía a garantizar el derecho a recibir enseñanza religiosa islámica en centros educativos públicos y concertados. En este sentido existe cierta controversia legal. Si en el acuerdo con la CIE se afirma que la escolarización de niños musulmanes no debe entrar en contradicción con “el carácter propio” de los centros, en las leyes educativas de todo rango se establece la obligación de no discriminar a los alumnos por motivos religiosos, garantizando la formación religiosa para todos.

Pero más allá de la controversia legal la pregunta interesante es si ofertar religión islámica es realmente un método para prevenir una posible radicalización de los jóvenes. Y en este debete no es tolerable abstenerse de censurar determinados aspectos del islam que fomentan la violencia y amenazan los valores democráticos por temor a ser tachados de xenófobos, ni tampoco desentenderse de la formación religiosa de los ciudadanos musulmanes para luego lamentar que algunos han sido radicalizados. En este sentido, queda mucho camino por recorrer para impedir la introducción de los peligrosos fundamentalismos que inundan hoy el pensamiento islámico.

Los estudiantes musulmanes tienen derecho a formarse en un Islam tolerante y abierto. Y si es mediante clases supervisadas por la administración y con un temario que respete los valores humanos y democráticos ­europeos, mejor. Proporcionar un conocimiento racional y crítico del Islam, en su desarrollo social, histórico, sociológico y filosófico es fundamental.

No obstante, esta formación debe ser continuada en el propio seno de la familia y desde las mezquitas ya existentes, ya no sólo para evitar la radicalización sino para saber respetar los valores de esta sociedad.

jueves, 16 de agosto de 2018

Un islam para la escuela pública

Barcelona,15/08/2018,lavangurdia.com,MAITE GUTIÉRREZ


De las informaciones publicadas sobre los atentados yihadistas del 17-A hay dos que sorprenden de forma especial y que están relacionadas: 1) Vecinos musulmanes de Ripoll sabían que el imán Es Satty pregonaba la yihad en la mezquita. 2) Alguno de los terroristas no conocía prácticamente nada de la religión que decía defender.

No es tolerable hacer la vista gorda ante estas situaciones, ni abstenerse de censurar determinados aspectos del islam que fomentan la violencia y amenazan los valores democráticos por temor a ser tachados de xenófobos. Tampoco desentenderse de la formación religiosa de los ciudadanos musulmanes para luego lamentar que algunos han sido radicalizados. Pero, desafortunadamente, ni lo uno ni lo otro son excepciones.

Catalunya alberga la mitad del centenar de mezquitas salafistas de España, una corriente dentro del islam que se asocia al terrorismo y que hace una lectura literal del Corán. Los islamistas radicales no son sólo unas “manzanas podridas”, sino que forman parte de una rama dentro de la religión musulmana, por suerte minoritaria, pero que en Catalunya está sobrerrepresentada a tenor de los informes policiales.

Y esto plantea el siguiente interrogante: ¿quién está enseñando el Corán a los jóvenes musulmanes catalanes? En España más de 12.000 alumnos reciben clases de religión islámica en la escuela pública, según datos del Observatorio Andalusí. Hay un total de 47 profesores contratados por la administración que imparten esta materia en Ceuta, Melilla, Andalucía, Aragón, el País Vasco y Canarias. Pero en Catalunya, con la mayor población musulmana del Estado, ni un solo alumno tiene acceso a estas clases en el colegio, de modo que sólo pueden descubrir su religión a través de la mezquita del barrio, alguna de las cuales formará parte de estos 50 centros salafistas.

Hace cinco años, cuando cubría la información sobre educación para este diario, supe que una escuela pública catalana solicitó un profesor de religión islámica a Ensenyament. Contaba con un gran número de alumnado musulmán y sus familias habían pedido esta enseñanza en la preinscripción escolar. El departament y la secretaria de Afers Religiosos llevaban el asunto como un secreto de Estado y no logré averiguar de qué colegio se trataba. Al final el profesor no llegó y los niños se quedaron sin clase porque, según Ensenyament, las entidades musulmanas no se ponían de acuerdo en la elección del docente y costaba encontrar perfiles que cumpliesen ­todos los requisitos de titulación.

Sea como fuere, mientras en otras comunidades alumnos musulmanes acceden a clases en la escuela pública, supervisadas por la administración y con un temario que respete los valores humanos y democráticos ­europeos, en Catalunya no tienen esa posibilidad. ¿Por qué? ¿Alguien va a hacer algo? Estos estudiantes tienen derecho a formarse en un islam tolerante y abierto.

sábado, 2 de junio de 2018

Reflexión después de un Iftar en la Mezquita de Valencia

Valencia a 02/06/2018,islamedia


Ayer día 23 de mayo en la mezquita del puerto de Valencia, en vulgar conocida por todos como “Mezquita de los Pobres”, su Imán nuestro amugo Abdul Rehim Yaghmour nos invitó a cenar con él y sus amigos tal como acostumbra hacer en el Ramadán con los que aprecia y no son de su creencia, y como es propio cumplimentamos su invitación. Pues para nosotros, mu amigo chufa valenciano, y yo de cultura castellana nos es muy agradable compartir nuestro tiempo con los musulmanes y más cuando a Abdul lo consideramos un Home al que apreciamos en su carácter y comportamiento.

Por supuesto la cena y la convivencia que en ella se vivió fue cosa notable, y más cuando la primera característica de los que en ella participamos era la heterogeneidad en cuanto a la creencia de los asistentes, el carácter de los mismos, las diversas formas de ver todo.


Y como siempre ocurre mi amigo el So. Andrés Castellano Martí, cuya característica destacada es la de ser historiador natural valenciano, tal como lo fue nuestro amigo el So. Visent Coscollá, con su singular forma de narrar la historia valenciana nos explica e carácter antiguo del Homens  –cristianos y musulmanes – que en anterior habitaban el Grao, puerto y tierra donde está ubicada la mezquita de los pobres que atiende Abdul… el So. Andrés nos explica el rigen del desembarco del Negret (señalando al imán invitado que también es negro) y nos dice que el Negret crucificado fue robado por los judíos en tierras del Ebro y tirado al mar, y recogido por los marineros del puerto del Grao, cristianos y musulmanes.



El So. Andrés Castellano Martí nos dice que todos los años la rememoración del hallazgo del ”Negret”, los Graueros lo trasladan a alta mar y hacen su entrada en el puerto de Valencia en barco, siendo llevado en su traslado de la dársena a su iglesia al son de la caja templaría a hombros de Homens que en hombría lloran, al igual que lloran todos cuantos asisten a este acto. Nos explica la apreciación de Home que se tiene o tenía en el Grao cuando allí vivían cristianos y musulmanes, donde se contemplaba que sobraba los malos y los buenos, pues los únicos necesarios eran els Homes: –quien da fe de los que cree, no engaña a nadie, y sus vecinos y amigos pueden fiar de él–. Homes que en su tragedia se habían clamado al “Negret” y este en milagro los había salvado; Náufragos, ex cautivos, criminales redimidos, personas que en otras partes eran repudiadas y allí sonde sólo vale la ley del mar eran los más respetados. Nosotros apreciamos en su carácter Home a nuestros amigos de la Mezquita de los Pobres del Grao.

Firmado Antonio Luque Marqueta y So. Andrés Castellano Martí

martes, 24 de abril de 2018

Ante la violencia religiosa y la islamofobia

València, abril de 2018,islamedia


La violencia terrorista avanza con paso firme sin circunscribirse a un único país o a una sola religión: en los últimos meses se ha atentado en diferentes países y en nombre de las diversas confesiones religiosas. Sin embargo, se ha despertado una ola de odio dirigida principalmente contra la población musulmana, dejando a su paso un gran sufrimiento en gente sencilla fiel al Islam. Ninguna razón legitima el recurso al terrorismo, pero nuestra racionalidad exige una explicación. 

Desactivar el componente religioso de la violencia es hoy un imperativo fundamental para cualquier sistema cultural y todas las religiones y sabidurías mundiales, que obliga a discernir qué discursos y qué prácticas confesionales de nuestro ámbito representan un caldo de cultivo para la acción violenta. No obstante, tan necesario es advertir las complicidades como justo reconocer el papel de las religiones en la promoción de la paz: sin paz religiosa no hay paz civil. No podremos construir un futuro de paz en contra o al margen de los millones de creyentes del Islam, una importante fuerza religiosa, política y cultural. Vincular terrorismo e Islam es irracional, inmoral e injusto. 

► Es irracional Las causas de los atentados terroristas son múltiples y complejas: la personalidad de quien los comete, los contextos sociales e históricos, la situación política, las estructuras económicas, las convicciones religiosas... Desactivar la violencia religiosa requiere, pues, abordar simultáneamente las desigualdades económicas, las fracturas sociales, el rechazo a las minorías, el miedo a quien es diferente, los etnocidios, las guerras que matan y el capitalismo que destruye. No se puede juzgar los atentados terroristas al margen de las largas y vergonzosas historias de dominación y ocupación colonial: el ver o escuchar cómo muchos miembros del propio pueblo son asesinados por gente llamada “civilizada” lleva a la persona que los comete a considerar que el sufrimiento que produce no es comparable con el experimentado por su pueblo. Silenciar sistemáticamente los crímenes y las atrocidades de Occidente sobre países musulmanes no ayuda a comprender la respuesta terrorista. Asimismo resulta insuficiente explicar los atentados terroristas como cuestión cultural efecto del conflicto de civilizaciones. 

Tal enfoque ignora la imposibilidad de concebir las civilizaciones como magnitudes unitarias y homogéneas, su diversidad interna y las interacciones e influencias mutuas. No hay un conflicto inevitable entre Islam y Occidente sino una confrontación permanente entre lo peor de las religiones y civilizaciones. En cada civilización las religiones se han hermanado con la violencia a través de su predisposición al fundamentalismo, que ofrece una legitimación absoluta, certezas simples y principios innegociables que exigen guerras innegociables (contra la ideología de género, la escuela laica, el divorcio y, en general, los estilos de vida de la modernidad). La certeza más simple es considerar que la verdad está escrita en un libro que, por ser dictado por Dios mismo, merece una interpretación literal. Grave error es pretender convertir las representaciones teológicas (que incorporan imaginación, poética, alusión) en prácticas sociales, tesis morales o mandatos políticos. Algunos textos de la Biblia y del Corán serían delictivos en su literalidad. El problema es cómo se concibe las afirmaciones religiosas. 

 Y la certeza simple más peligrosa es estimar que sin Dios no hay orden ni cohesión social, convirtiéndolo en elemento del engranaje institucional que aspira a someter el orden político, social y cultural a las leyes religiosas (como en el Estado Islámico o el régimen de cristiandad). Si Dios es necesario para vivir en armonía, no tardarán en aparecer las milicias confesionales y los adoctrinamientos que anulen las conciencias impidiendo a la gen- te pensar por sí misma. Se niega, así, una intuición fundamental del Vaticano II: la autonomía de la realidad, que se regiría por leyes propias aunque Dios no existiera.


► Es inmoral Abordar el Islam desde el desconocimiento y con informaciones sesgadas es inmoral. Afirmar que la comunidad islámica no podrá ser nunca pacifica ni democrática niega la historia; atribuir al Islam lo que corresponde al Estado Islámico es tan impropio como achacar al cristianismo lo que corresponde al nacionalcatolicismo. Justificar el terrorismo apelando a la instancia religiosa evita la responsabilidad moral de quien atenta y soslaya la culpa colectiva. Francisco advierte de que no se trata de una guerra de religión o un choque de culturas sino de una guerra de interés económico, orientada a acaparar recursos naturales y dominar a los pueblos con otro orden mundial. Para desactivar la violencia terrorista hay que transformar las condiciones históricas,económicas,políticas, sociales, culturales y religiosas de nuestro mundo. Es inmoral y engañoso desligar el terrorismo islámico de otras acciones igualmente destructivas y no identificadas como terrorismo. 

La violencia presenta distintos epicentros de comportamientos individuales y prácticas colectivas e institucionales. Por otra parte, introducir la crisis migratoria en un contexto de discurso sobre el terrorismo desplaza el foco de atención hacia una imagen engañosa y falsa. En este sentido, la cumbre europea post-atentado mantuvo la política de vincular terrorismo y migración. Ya pueden haber nacido en Paris, Bruselas o Barcelona quienes cometen atentados, que seguirán siendo marroquíes de por vida. Aun teniendo nacionalidad española o francesa no dejarán de ser “inmigrantes de segunda o tercera generación”. 

El mito del chivo expiatorio (consistente en gestionar los conflictos del propio pueblo canalizándolos hacia un enemigo común a batir) quedó desactivado “de una vez por todas” por Jesús de Nazaret para que nadie derramara sangre nunca más. Sin embargo su resurgimiento en pleno siglo XXI explica el rechazo, tan arraigado entre la población, a las minorías inmigrantes, a las personas refugiadas, gitanas o musulmanas. 

► Es injusto No hay que ignorar que uno de los objetivos del terrorismo islámico es la eliminación de la población musulmana moderada (el 86% de las víctimas son musulmanas). No están a un lado las víctimas occidentales y al otro los verdugos musulmanes. En ambos lados hay personas musulmanas, y sobre ellas recaen las mayores obsesiones de este terrorismo. Por eso hay un mayor número de víctimas entre esta población. 

Es injusto concebir el atentado terrorista como resultado de un odio y una envidia cruel hacia los valores de Occidente: en su base no se encuentra tanto la envidia como la impotencia de comprobar cómo, en muchas ocasiones, el desarrollo de Occidente se ha alimentado injustamente del retraso de los pueblos de Oriente y de sus contradicciones internas. Quien afirma que los atentados terroristas no podrán con nuestros estilos de vida se incapacita para descubrir y afrontar los componentes alienantes de nuestra vida social. Es también injusto convertir la seguridad de la población occidental en centro de las agendas políticas desplazando al desván del olvido colectivo muchas tragedias escondidas, como si no tuvieran el mismo valor los miedos y las víctimas mortales en cualquier otro lugar. 

La violencia terrorista no se combate recortando libertades, multiplicando medidas represivas y agentes del orden ni ampliando el código penal. Sólo trabajando por unas sociedades abiertas, plurales, inclusivas y laicas, capaces de asumir como propios los valores de otros colectivos, podremos favorecer una humanidad más pacífica y de hermandad universal.

 Grup de Seglars i Rectors del Dissabte

miércoles, 18 de abril de 2018

Juan José Rodríguez Ugarte, el camino del refugio en España

Madrid,18/04/2018,http:publico.esPor Carlos Berzosa,Presidente de CEAR


Todas las personas que formamos parte de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) nos sentimos un poco huérfanos desde el reciente fallecimiento de Juan José Rodríguez Ugarte. Se trata de una de esas figuras clave en la historia reciente del país, sin la cual no se puede entender el desarrollo del asilo en España. Porque Juanjo, como se le conocía en los círculos cercanos, tuvo un papel fundamental no solo en el nacimiento de CEAR como entidad, hace ahora casi cuatro décadas, sino también para que el derecho de asilo quedara recogido en la Constitución como un derecho fundamental y tuviera desarrollo posterior la primera Ley de Asilo en nuestro país.

Así, junto a un reducido grupo de personas -muchas de las cuales habían conocido de primera mano el exilio y el activismo desde la clandestinidad- consiguieron que, en unos pocos años, España pasara de ser país de origen de personas exiliadas que se veían obligadas a huir por sus ideas políticas, a ser un lugar donde otras buscaban refugio, principalmente escapando de las sangrientas dictaduras que sacudieron el Cono Sur de América Latina en aquellos años.

Representante de esa Iglesia combativa y cercana, que tanto peso tuvo en las décadas de los 60 y 70, fuertemente comprometida con la llegada de la democracia y con tantas luchas sociales y sindicales, Rodríguez Ugarte desarrolló esta militancia a través de Justicia y Paz y la HOAC. Hay que recordar que miembros de esta última institución participaron en la creación del sindicato Comisiones Obreras.

De su andadura por diferentes responsabilidades dentro de CEAR, nos deja más allá de su extenso legado de conocimiento jurídico, la convicción firme e inquebrantable de combatir la injusticia, y de que la realidad -con esfuerzo, constancia y unas gotas de estrategia- está ahí para que podamos cambiarla. Con ese espíritu afrontamos desde CEAR los retos de hoy en día, que no son pocos, para hacer valer un derecho humano como es el de obtener refugio que en la actualidad está seriamente amenazado.


En estos días difíciles, nos consuela pensar que el nombre de Juan José Rodríguez Ugarte irá para siempre ligado al derecho de asilo y a las personas refugiadas, ya que, desde el pasado febrero, así se llama el mayor centro de acogida de CEAR, donde cerca de 160 personas disfrutan de los derechos por los que tanto luchó Juanjo para empezar una nueva vida en nuestro país. Se trata de un gesto de agradecimiento, pero también de justicia, porque de alguna manera él puso las primeras piedras para convertir a España en tierra de asilo.

Nos queda ahora acabar la obra que junto a otras personas empezó nuestro querido Juanjo hace  más de 40 años para que el asilo no quede siendo un papel mojado de normas y convenciones, sino una realidad efectiva para quienes tienen depositada en nuestro país su esperanza de vivir en un lugar seguro.

martes, 13 de febrero de 2018

Macron y el islam

Barcelona,13/02/2018,lavanguardia.com,editorial


UNAS declaraciones de Emmanuel Macron a propósito de la situación del islam en Francia, efectuadas el pasado fin de semana, han suscitado vivo debate. La voluntad del presidente francés pasa, según ha manifestado, por reestructurar las entidades musulmanas que operan en Francia. Pero a nadie se le oculta que, más allá de esta intención, está la de hacer frente al fundamentalismo que crece en el caldo de cultivo de la exclusión social, y por ende la de fortalecer la cohesión nacional.

Uno de cada ocho franceses –en total, 8,4 millones de personas– es de origen musulmán. No hay otro país en Europa occidental con más ciudadanos de esta procedencia. Muchos de ellos, pese a ser franceses de segunda o tercera generación, viven en barrios degradados, en condiciones deficientes, con escasos horizontes, y son presa fácil de la radicalización. En Francia se han producido numerosos atentados de inspiración yihadista –Toulouse, París, Niza, etcétera– que dan prueba de este peligro. Y es perfectamente comprensible que el presidente Macron crea llegada la hora de intervenir para tratar de evitar que se repitan ataques tan odiosos.

Nicolas Sarkozy ya intentó una operación similar, sin éxito. Pero eso no exime a Macron de la obligación de probarlo. Sería muy osado afirmar ahora que estas políticas aún inconcretas van a evitar que se reproduzcan nuevas agresiones. Pero, obviamente, hay una serie de puntos sobre los que actuar. No es tranquilizante, por ejemplo, que muchas mezquitas y muchos imanes estén directamente subvencionados por países extranjeros, cuyos intereses no siempre coinciden con los del país de acogida. Tampoco es deseable que las entidades musulmanas que actúan como representantes de su comunidad e interlocutoras del Estado francés vean cómo escapa a su control un contingente importante de los islamistas franceses. Y, por último, no es aceptable que la vocación de unos y otros no sea la integración y, en la medida de lo posible, la armonía entre practicantes de diversos cultos en el marco aceptado por todos de los valores republicanos.

Los flujos migratorios no van a detenerse. La convivencia es un objetivo supremo en toda comunidad nacional. Y la pertinencia de fundarla sobre los valores de progreso e igualdad parece fuera de discusión. Por no hablar de la necesidad de poner coto a la irracionalidad y a la violencia. Por todo ello, y con la cautela preceptiva cuando sus planes de acción están en fase germinal, respaldamos desde aquí la iniciativa de Macron, encaminada a lograr un mejor encaje de los musulmanes en la sociedad francesa y, por extensión, en la europea.

lunes, 12 de febrero de 2018

Seducciones del Islam

México,12/02/2018,.alianzatex.com,Jean Meyer


Hay conversiones al Islam en nuestro país, y no solamente en Chiapas, las hay en el mundo entero, tanto en la “vieja Europa”, como en África y el Oriente. Como en todos los fenómenos religiosos, la dimensión sociológica va de la mano con la puramente religiosa. No debe sorprender que la religión tenga una dimensión social esencial. En un país tradicionalmente católico como el nuestro, las personas que dejan la parroquia por el templo evangélico encuentran de repente muchas cosas positivas, como la solidaridad, la fraternidad; los hombres dejan el alcohol y no vuelven a dar palizas a diestra y siniestra.

Bueno, para hacerles el cuento breve, citaré a un eminente historiador francés, que pasó de la fe comunista marxista-leninista a la fe cristiana y se ha vuelto un gran conocedor de los tres monoteísmos: “La religión del Corán quiere dar a los hombres el medio de fundar una ciudad perfecta, una ciudad de paz, una ciudad de justicia. Quiere traer a los hombres la tranquilidad del alma, la liberación de la angustia”. El Islam sunnita siempre ha dicho de sí mismo que es la religión más adaptada al hombre tal como es. “Hemos hecho de ustedes, dice el Libro, una Comunidad del justo medio”. No tiene los 613 mandamientos del judaísmo; lo único que prohíbe es el vino. No tiene los dogmas complicados del cristianismo y afirma que todo hombre nace musulmán y está llamado a volverse musulmán. Son los judíos y los cristianos que se interpusieron y se interponen a esa vocación inicial porque falsificaron con su Torá y Evangelio la Revelación inicial de Dios.

En el mundo actual, especialmente en el Occidente en crisis de valores, y las Américas son parte de aquel Occidente, el Islam propone modelos seductores tanto para los hombres como para las mujeres. Acabo de leer la hermosa y muy reciente novela de Orhan Pamuk, traducida al francés como Esa cosa extraña en mí (2017). Es a la vez la historia de Estambul de 1954 a 2012 y la historia del gran amor entre Mevlut y Rahiya. Sin que sea la tesis de Pamuk, vemos cómo el Islam promete y realiza una posibilidad de matrimonio y de familia. En nuestro mundo, desde hace dos siglos el matrimonio se basa en el amor; anteriormente era a la inversa, el amor se construía en el matrimonio. El amor pasional está destinado a pasar en cuestión de meses o de pocos años; por eso, en Occidente, cada año se casa menos gente, porque “si me caso, luego me divorcio”. Criticamos mucho, y con razón, el estatuto de la mujer en tierra de Islam: inferior por naturaleza, está destinada a casarse y a engendrar hijos. Hoy, el número de madres solteras no deja de crecer en nuestros países. Por eso hablo de crisis de valores.

Al leer Pamuk, uno se da cuenta que el matrimonio es el elemento fuerte de la reunión de dos seres humanos. No se necesita la fase previa amorosa, incluso es más prudente evitarla porque provoca accidentes imprevisibles. En Occidente es cada día más difícil, sino imposible, pasar del amor pasión al amor conyugal; en tierra del Islam, la pasión puede nacer del matrimonio. Por eso el matrimonio se arregla en una negociación entre las dos familias; el matrimonio musulmán es razonado, mientras que el nuestro depende de “una flecha disparada por un arquero ciego”. Por cierto, de repente recuerdo que mis abuelos, nacidos en los lejanos años 1880, hijos de campesinos muy católicos, se casaron por conducto de una casamentera, sin flechazo previo… Se quisieron mucho.

Mientras nuestras sociedades se desintegran en el individualismo, el Islam propone una comunidad. Es lo que explica el éxito ya antiguo del Islam afroamericano en Estados Unidos cuyo racismo manifestaba el fracaso de su pretendido cristianismo. Esa comunidad existe en la vecindad, la calle, el barrio y se extiende a la “Umma”, la Comunidad de los Creyentes. Tuvimos el equivalente cuando se podía hablar de “La Cristiandad”. La Cristiandad ha dejado de existir, mientras que la Umma existe, por lo menos como ideal.

Finalmente, la conversión al Islam es muy sencilla. Basta, frente a dos testigos, decir dos veces “No hay más Dios que Dios; Mahoma es su profeta”. Nada de examen, ningún intermediario.