La localidad portuguesa de Idanha-a-Nova, de 2.500 habitantes, busca constantemente, como otras muchas, atraer inversión y mano de obra. La población disminuye cada vez más y los refugiados pueden ser parte de la solución.
Said y Bashir llegaron aquí gracias al plan de distribución de la Unión Europea, llevan nueve meses trabajando. Huyeron de Eritrea e hicieron un peligroso viaje por África en busca de una vida mejor.
"He tenido suerte. La mayoría de nuestros amigos se quedaron en el mar cuando fueron de Libia hacia Italia o de Egipto a Italia. Se hundieron en el medio del mar así que yo he tenido suerte", dice Said.
Los empresarios y productores reconocen que había reticencias pero tenían claro que iban a hacer todo lo posible para que se integraran rápido.
"Estamos contratando a refugiados porque vivimos en una zona desertificada con poca población y necesitamos gente joven. Al principio teníamos un poco de miedo porque no sabíamos si iban a trabajar bien, pero sí, son buenos trabajadores y son un valor añadido para el municipio", destaca Pedro Guerra, resposable de Hortas de Idanha.
En total hay seis refugiados y la experiencia ha sido tan buena que esperan que puedan llegar más en los próximos años para impulsar su economía. De hecho algunos de ellos ya van a empezar a trabajar en un puesto nuevo que se ha creado como enlace entre el municipio y los recién llegados.
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