Albacete,29-09-2008,latribunadealbacete.es,EMILIO FERNÁNDEZ
[Los creyentes se postran siguiendo el rezo]
Para la mayor parte de las personas que viven en Albacete, septiembre es el mes de la Feria. Para 10.000 de nuestros vecinos, este mes ha sido el mes de Ramadán del año 1429 de la Hégira.
El Ramadán es una época de ayuno, recogimiento y oración. Forma parte de las obligaciones que deben cumplir los 1.500 millones de musulmanes. Los que viven entre nosotros no son una excepción, como explica Mostafá Snabi, presidente del Centro Cultural Islámico de Albacete.
«No sabría darle una cifra exacta de cuántas personas respetan el Ramadán porque en Albacete, sabemos que hay entre 10.000 y 12.000 musulmanes de unas 10-12 nacionalidades -estima- pero no tenemos una cifra fija. En todo caso, si le diría que, el noventa por ciento lo respetan».
Estos días o, mejor dicho, estas noches, el Centro Cultural Islámico de Albacete, situado muy cerca de la rotonda que sale hacia la carretera de Madrid, registra un continuo ir y venir de personas. Entran en calma, en silencio y son de todas las edades, orígenes y condiciones. Se descalzan y se lavan antes de entrar a la sala principal, donde se reza.
Pero este rezo en común es sólo una parte del Ramadán. Para hacerse una idea, subraya Snabi, lo más cercano sería la Cuaresma, cuya práctica ha ido decayendo en los países occidentales, pero que aún se respeta. De hecho, el ayuno ritual es una tradición común a las gentes del libro, es decir, judíos, cristianos y musulmanes.
un origen común. «En origen, el principio que inspira tanto al Ramadán como a la Cuaresma, es el mismo -indica- y de hecho, los judíos tienen su Cuaresma y siguen respetándola como nosotros hacemos».
Durante este tiempo, no se come, no se bebe, no se mantiene relaciones carnales, desde el alba hasta la puesta del sol. El porqué se respeta es igualmente sencillo de comprender.
«Pasas un poco de hambre y sed, renuncias a las relaciones sexuales para saber qué siente un pobre que no tiene de comer o de beber, porque el que no pasa por eso, no sabe cómo se sienten».
Además de promover la compasión y la caridad, el Ramadán es un mandato de Dios. Hay otros ayunos que un musulmán puede respetar, pero éste es obligatorio.
«Dice Alá que todo hecho o trabajo que hace el ser humano es para él, se le recompensará por ello, sólo el ayuno es para mí. Yo recompensaré a quien yo quiera y como yo quiera» -dice Snabi.
Hay, no obstante, excepciones. Por ejemplo, una persona gravemente enferma, un anciano extremadamente débil, una mujer con la menstruación, tienen permiso para no respetar el Ramadán y luego recuperarlo, cuando puedan.
Sobre el Ramadán hay, además, ciertas ideas un tanto incorrectas. Los medios de comunicación globales emiten imágenes de esta celebración, procedentes de algunas grandes urbes del mundo musulmán, que pueden llamar a equívoco al profano, haciendo pensar que se trata de una Feria como la albaceteña, pero a una escala mucho mayor.
«Es una fiesta, sí, pero no en el sentido de darse un atracón, más bien en el sentido de festividad -nos relata Snabi- te acuestas un poco más tarde, comes a horas diferentes, pero no es una excusa para caer en el exceso».
sacrificio. Otro equívoco muy frecuente es pensar que cuesta respetarlo en países como el nuestro, con horarios y costumbres occidentales. «Lo cierto es que he escuchado esa pregunta muchísimas veces -reconoce- pero nadie va a la empresa y le pide días libres al jefe porque es Ramadán. Es al revés, te adaptas tú, pasas un poco de hambre y sed durante el día, pero porque se trata, precisamente, de hacer un sacrificio».
Mientras tanto, los creyentes siguen entrando y rezando. Sorprende ver cómo, pese al ir y venir de gente, y todo se hace en silencio. Lo único que se oyen son pies descalzos sobre el suelo enmoquetado y el rumor del agua de quienes hacen sus abluciones.
Al poco de terminar con las preguntas, comienza la oración. Un hombre la dirige en lengua árabe, la lengua litúrgica del islam. Sus palabras, mezcla de recitación y cántico, van marcando el ritmo con el que los presentes se postran o se alzan, siempre mirando hacia una pared que apunta hacia el este, hacia La Meca.
Es el momento de retirarse. El fotógrafo apura los últimos disparos, antes de recoger nuestro calzado y marcharnos. Al salir, dejamos atrás una escena que, en decenas miles de lugares de todo el orbe, desde Mauritania hasta Filipinas, se respeta de la misma forma. Esta semana, entre el martes y el miércoles, concluirá este tiempo de Ramadán.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
[Los creyentes se postran siguiendo el rezo]
Para la mayor parte de las personas que viven en Albacete, septiembre es el mes de la Feria. Para 10.000 de nuestros vecinos, este mes ha sido el mes de Ramadán del año 1429 de la Hégira.
El Ramadán es una época de ayuno, recogimiento y oración. Forma parte de las obligaciones que deben cumplir los 1.500 millones de musulmanes. Los que viven entre nosotros no son una excepción, como explica Mostafá Snabi, presidente del Centro Cultural Islámico de Albacete.
«No sabría darle una cifra exacta de cuántas personas respetan el Ramadán porque en Albacete, sabemos que hay entre 10.000 y 12.000 musulmanes de unas 10-12 nacionalidades -estima- pero no tenemos una cifra fija. En todo caso, si le diría que, el noventa por ciento lo respetan».
Estos días o, mejor dicho, estas noches, el Centro Cultural Islámico de Albacete, situado muy cerca de la rotonda que sale hacia la carretera de Madrid, registra un continuo ir y venir de personas. Entran en calma, en silencio y son de todas las edades, orígenes y condiciones. Se descalzan y se lavan antes de entrar a la sala principal, donde se reza.
Pero este rezo en común es sólo una parte del Ramadán. Para hacerse una idea, subraya Snabi, lo más cercano sería la Cuaresma, cuya práctica ha ido decayendo en los países occidentales, pero que aún se respeta. De hecho, el ayuno ritual es una tradición común a las gentes del libro, es decir, judíos, cristianos y musulmanes.
un origen común. «En origen, el principio que inspira tanto al Ramadán como a la Cuaresma, es el mismo -indica- y de hecho, los judíos tienen su Cuaresma y siguen respetándola como nosotros hacemos».
Durante este tiempo, no se come, no se bebe, no se mantiene relaciones carnales, desde el alba hasta la puesta del sol. El porqué se respeta es igualmente sencillo de comprender.
«Pasas un poco de hambre y sed, renuncias a las relaciones sexuales para saber qué siente un pobre que no tiene de comer o de beber, porque el que no pasa por eso, no sabe cómo se sienten».
Además de promover la compasión y la caridad, el Ramadán es un mandato de Dios. Hay otros ayunos que un musulmán puede respetar, pero éste es obligatorio.
«Dice Alá que todo hecho o trabajo que hace el ser humano es para él, se le recompensará por ello, sólo el ayuno es para mí. Yo recompensaré a quien yo quiera y como yo quiera» -dice Snabi.
Hay, no obstante, excepciones. Por ejemplo, una persona gravemente enferma, un anciano extremadamente débil, una mujer con la menstruación, tienen permiso para no respetar el Ramadán y luego recuperarlo, cuando puedan.
Sobre el Ramadán hay, además, ciertas ideas un tanto incorrectas. Los medios de comunicación globales emiten imágenes de esta celebración, procedentes de algunas grandes urbes del mundo musulmán, que pueden llamar a equívoco al profano, haciendo pensar que se trata de una Feria como la albaceteña, pero a una escala mucho mayor.
«Es una fiesta, sí, pero no en el sentido de darse un atracón, más bien en el sentido de festividad -nos relata Snabi- te acuestas un poco más tarde, comes a horas diferentes, pero no es una excusa para caer en el exceso».
sacrificio. Otro equívoco muy frecuente es pensar que cuesta respetarlo en países como el nuestro, con horarios y costumbres occidentales. «Lo cierto es que he escuchado esa pregunta muchísimas veces -reconoce- pero nadie va a la empresa y le pide días libres al jefe porque es Ramadán. Es al revés, te adaptas tú, pasas un poco de hambre y sed durante el día, pero porque se trata, precisamente, de hacer un sacrificio».
Mientras tanto, los creyentes siguen entrando y rezando. Sorprende ver cómo, pese al ir y venir de gente, y todo se hace en silencio. Lo único que se oyen son pies descalzos sobre el suelo enmoquetado y el rumor del agua de quienes hacen sus abluciones.
Al poco de terminar con las preguntas, comienza la oración. Un hombre la dirige en lengua árabe, la lengua litúrgica del islam. Sus palabras, mezcla de recitación y cántico, van marcando el ritmo con el que los presentes se postran o se alzan, siempre mirando hacia una pared que apunta hacia el este, hacia La Meca.
Es el momento de retirarse. El fotógrafo apura los últimos disparos, antes de recoger nuestro calzado y marcharnos. Al salir, dejamos atrás una escena que, en decenas miles de lugares de todo el orbe, desde Mauritania hasta Filipinas, se respeta de la misma forma. Esta semana, entre el martes y el miércoles, concluirá este tiempo de Ramadán.
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