En el país viven más de un millón 300 mil musulmanes; muchas mujeres utilizan el hiyab
Najwa Malha, una niña musulmana de 16 años, española de origen marroquí, dijo hace unos meses a sus padres que había decidido empezar a usar el hiyab, y que a partir de ese día iría siempre con el tradicional pañuelo islámico en la cabeza. Cumpliendo con su decisión, al día siguiente Najwa fue al colegio, en la localidad de Pozuelo de Alarcón, a las afueras de Madrid, con la cabeza cubierta. Pero cuando el director del centro la vio le prohibió entrar al recinto.
El colegio argumentó que, según su normativa, “en el interior del edificio no se permite el uso de gorras ni de ninguna otra prenda que cubra la cabeza”. El padre de Najwa, Mohamed Malha, marroquí de nacimiento pero de nacionalidad española (reside en el país desde hace 24 años y preside el Centro Cultural Islámico de Pozuelo de Alarcón), denunció al colegio, pero no logró que permitieran a su hija acudir a clase con el pañuelo.
El caso de Najwa ha provocado un debate en España, donde hay más de un millón 300 mil musulmanes y donde cada vez más mujeres utilizan el hiyab, el niqab (velo de color negro que cubre el rostro y sólo deja libres los ojos, cayendo hasta la orodilla o los pies) y en menor medida, la burka (una pieza de tela que cubre todo el cuerpo menos la cara y las manos y sólo deja una rendija a la altura de los ojos).
Ahora, muchos se cuestionan si se debe permitir que las mujeres musulmanas demuestren sus creencias religiosas cubriendo una parte o incluso todo su cuerpo, o si se debe prohibir el uso de velo, puesto que es un símbolo de sumisión de la mujer al hombre; asimismo, se preguntan si es necesaria una regulación especial o si se trata de una cuestión de libertad de culto.
Hace unos días, el pleno del Congreso de los Diputados rechazó una propuesta promovida por el Partido Popular (PP) que pretendía instar al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a adoptar las medidas necesarias para prohibir en espacios o acontecimientos públicos el uso del velo integral (niqab y burka), así como cualquier otro atuendo que oculte el rostro y dificulte la identificación de la persona y la comunicación visual, “por tratarse de una discriminación que no está amparada por la libertad religiosa, al ser contraria a la dignidad de las personas y la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres”.
Por la vía social y cultural
El PP, los nacionalistas catalanes de Convergencia i Unió e Unión del Pueblo Navarro votaron a favor, mientras que el resto de la Cámara: PSOE, Partido Nacionalista Vasco (PNV), Esquerra Republicana de Cataluña (ERC), Izquierda Unida y los partidos nacionalistas minoritarios vascos, gallegos y canarios, se opusieron. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) argumentó que aunque no les gusta el pañuelo, harán todo lo posible, por las vías sociales y culturales, para que las mujeres “no tengan que usar esa prenda”. Negó que se necesite una ley especial sobre el tema.
A raíz del caso de Najwa, varias ciudades españolas, incluso con alcaldes socialistas, han comenzado a prohibir el acceso a dependencias municipales a quienes lleven velo, como en Lleida, Cataluña, norte de España, que fue la primera ciudad en prohibirlo. En opinión de su alcalde, el socialista Ángel Ros, “no podemos tener retrocesos en los derechos y libertades de nuestra sociedad”. “No podemos permitir el velo porque convierte a las mujeres en invisibles y porque su uso atenta contra la dignidad de la mujer”.
Esta ciudad multa con entre 30 dólares y 770 dólares a las personas que entren en una dependencia municipal con un velo, un casco de moto, un pasamontañas o cualquier otro objeto que impida la comunicación visual.
A sus 27 años, Sirin Adlbi, nacida en España aunque de origen sirio, lleva años cubriendo su cabeza con el hiyab. Sirin, que es investigadora en Estudios Árabes, Islámicos y Orientales y experta en feminismo e Islam, dice que lo lleva por convicción religiosa, y no porque nadie la obligue. “Es una muestra de mi amor a Dios y lo llevo igual que si tú llevaras una cruz colgada”, asegura en entrevista con EL UNIVERSAL.
Adlbi aclara que en el Corán el hiyab es un precepto religioso. “En la aleya (equivalente al versículo en la Biblia) se dice que es obligatorio llevarlo, pero no por no llevarlo se deja de ser musulmana”. En este sentido dice que las judías también deben llevar el cabello tapado “y algunas se ponen peluca, pero de ellas no se habla tanto en los medios de comunicación, como tampoco se pregunta a las monjas por qué llevan toca”.
Sirin distingue entre las diferentes maneras que hay de cubrirse la cabeza y reconoce que ella no haría como hacen las mujeres en algunos países como Afganistán, donde es obligatorio llevar burka. Aclara que allí quien obliga son los talibanes, no el Corán.
“No es para discriminar”
Abdullah Mohammad, imán de la mezquita Basharat de Pedro Abad, explica a su vez que “existen multitud de referencias en el Corán que dan fe de la igualdad entre la mujer y el hombre”, y que el requisito del hiyab “no pretende encarcelar a la mujer o hacerla susceptible a la dominación masculina”.
El imán argumenta que otro objetivo del hiyab es proteger a las mujeres de cualquier daño injustificado. “En Occidente se tiende a deshumanizar a las mujeres considerándolas objetos sexuales. Las consecuencias de esta degradación sexual son bien conocidas. La verdadera mujer musulmana no tiene nada que ver ni con la mujer explotada de Occidente, ni con la mujer bloqueada de los regímenes árabes totalitarios”.
Mohammad rechaza que la prohibición del hiyab facilite la integración y la cohesión social en Occidente. “El velo no tiene nada que ver con la integración. Las barreras a la integración real son la pobreza y el desempleo”. En su opinión, forzar a una musulmana a quitarse el velo “es una medida contraproducente que no sólo viola los derechos humanos, reconocidos por la Constitución, sino que impide que la sociedad occidental comprenda y tal vez incorpore las ventajas de las tradiciones islámicas”.
Abdennur Prado, presidente de la Junta Islámica Catalana y autor de El lenguaje político del Corán, cuenta que igual que existen mujeres de zonas rurales del Magreb “que lo usan por costumbre, con una dignidad envidiable, también existen brillantes intelectuales musulmanas con hiyab, con un discurso antipatriarcal que haría palidecer a nuestras feministas”. Relata una anécdota: “En el II Congreso Internacional de Feminismo Islámico, la líder de una organización británica de musulmanas lesbianas me presentó a su novia, una indonesia con hiyab. ¿El hiyab de esta mujer es un símbolo de la opresión machista?”.
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