La ley se limita a exigir "una debida educación (...) sin reforzar el conocimiento" en estas horas.- ÁLVARO GARCÍA
REPORTAJE
El Concordato y la LOE impiden dotar de contenido a la asignatura alternativa para no dar ventaja a los laicos - Los pedagogos denuncian este limbo educativo
El primer día de curso, el escritor Eduardo Soto acudió al colegio público El Carmen de Cuenca para matricular a su hijo en segundo de Primaria. Inscribió al niño en Alternativa -dos horas lectivas a la semana- y preguntó a la jefa de estudios: "¿Qué va a hacer mi hijo durante estas dos horas?". "Nada", fue la respuesta. El padre quiso saber más, pero la profesora le cortó: "No podemos hablarles de ninguna cultura religiosa, ni repasar asignaturas, ni abordar actividades que supongan un refuerzo académico porque lo prohíbe la ley. Por eso no hacemos nada. Lo ha decidido el claustro para evitar problemas".
La clase de nada, la que antes se llamaba Alternativa a la Religión y desde la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006 se denomina Atención Educativa Debida, es una de las asignaturas que más desconcierto genera entre padres y educadores. Desde jugar al parchís o a los barcos hasta aprender Conocimiento del Medio, pasando por cante y baile local, técnicas de inteligencia emocional, hacer los deberes en silencio o suprimirla del calendario: todo cabe dentro de una materia cuya regulación legal se limita a exigir "una debida educación (...) sin reforzar el conocimiento".
Es decir, estos niños están obligados por ley a salir de la clase en la que los otros escolares dan Religión y trasladarse a una sala con un profesor que no habla de ninguna materia porque de lo contrario -opinan los autores de la orden ministerial- les colocaría en situación de ventaja con respecto a los alumnos religiosos. Según el Ministerio de Educación, ésta es una buena fórmula para garantizar el derecho de los padres a que sus hijos no sean adoctrinados en una confesión religiosa. Pero muchos educadores consideran el modo en que se ha diseñado la alternativa como un disparate pedagógico.
¿Supone además una discriminación hacia los niños laicos, como asegura la profesora y sindicalista de CC OO Mar Fernández? ¿O se trata una vez más -como denuncian otras fuentes- del celo del Gobierno para no contrariar a la Conferencia Episcopal? En las aulas, nadie parece contento con la solución. Los obispos recurren contra los Gobiernos autonómicos que intentan librar a sus alumnos de la clase de nada; los padres desconocen en su mayoría qué hacen sus hijos en esas horas de limbo educativo y los profesores intentan como pueden la cuadratura del círculo.
La Ley Orgánica de Educación (LOE), vigente desde 2006, regula cómo y cuándo debe impartirse la enseñanza religiosa en Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato y concede además la potestad a las jerarquías católica, musulmana, evangélica y judía para llenarla de contenido. Pero nada dice de la materia alternativa. Se limita a indicar que los niños no deben quedar sin tutela e insiste en que no pueden tratar ningún asunto relacionado con el currículo escolar. Por eso cada centro se convierte durante esas horas en un pequeño mundo autónomo, donde la voluntad del profesor determina si se pierde el tiempo o se ofrece algo útil al alumnado.
Algunos responsables de colegios e institutos optan claramente por la segunda opción, aún a sabiendas de que en cierta forma están desafiando la ley. Así ocurre en un gran centro público bilingüe de la zona norte de Madrid, cuyo claustro ha decidido que se imparta clase de Conocimiento del Medio en castellano mientras los otros reciben adoctrinamiento. En Castilla-La Mancha, el delegado de Educación, Eugenio Alfaro, sabe que en algunos colegios de Cuenca los niños "juegan a las matemáticas", que no es lo mismo que "recibir clase de Matemáticas", un truco para salir del atolladero de forma airosa.
Pero se trata de excepciones. "Muchas veces nos llegan quejas de padres porque hay profesores muy religiosos en colegios públicos que obligan a los alumnos laicos a permanecer dos horas de brazos cruzados. Eso es una barbaridad", añade.
En los centros privados católicos, la mayoría financiados por el Estado, no existen clases de Atención Educativa Debida. Según sus portavoces, por falta de demanda. "Nuestros alumnos nos eligen por ser católicos. No tendría sentido que se negaran a asistir a clase de Religión", dice María Rosa de la Cierva, secretaria de la provincia eclesiástica de Madrid y mano derecha del obispo Antonio María Rouco. De la Cierva expresa su disgusto porque "muchísimos centros públicos programan la clase de Religión a primera o última hora, de forma que los laicos se pueden ir a sus casas. No puede ser. No se puede colocar la Religión en situación de desventaja". De la Cierva comenta que ya han denunciado esta situación ante la Consejería de Educación de Madrid, y que desde el Gobierno de Esperanza Aguirre se les ha prometido que extremarán la inspección.
¿Por qué les molesta lo que hagan los otros niños si sus alumnos ya reciben la formación religiosa que eligen dentro del colegio? Rosa de la Cierva apenas tarda un segundo en contestar: "El Concordato entre el Gobierno español y la Santa Sede exige la consideración de la Religión como asignatura fundamental, al mismo nivel que las Matemáticas. El Concordato está para cumplirlo". Los obispos del País Vasco y Baleares han denunciado ante los tribunales a los Gobierno autónomos por permitir este escaqueo durante el Bachillerato. El Vaticano, en un comunicado reciente, ha recordado a sus obispos que deben oponerse en cada país a las enseñanzas alternativas.
Tal vez en el trasfondo del malestar asoma el desafecto creciente de las familias a inscribir a sus hijos en Religión. Los últimos datos oficiales, los del curso escolar 2006-2007, dibujan una curva descendente que se hunde tras las primeras comuniones, en cuarto de Primaria. Más de la mitad de los alumnos de ESO eligen alternativa y en bachiller la cifra se reduce casi a testimonial.
El obispo de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, lamentaba en su última homilía "el progresivo descenso de adolescentes y jóvenes que solicitan Religión, por la poca importancia que se le da" y "porque la alternativa a veces se reduce a nada".
Algunos colegios buscan soluciones imaginativas, como los que se han puesto en contacto con la especialista Elsa Punset para enseñar técnicas de inteligencia emocional. "Es una manera fantástica de llenar esas horas, porque podemos ayudar mucho a los niños", dice la autora de Brújula para navegantes emocionales.
En el colegio privado de Madrid Ramón y Cajal, la responsable de Primaria, Amparo Cedillo, explica que a partir de este curso a los alumnos laicos se les fomentará la afición a la lectura. "Hemos seleccionado textos para que experimenten el placer de leer y aprendan sistemas de localización espacial". Algo muy similar se lleva practicando con creciente demanda desde hace dos cursos en el Instituto La Asunción de Elche.
El colegio en el que estudia el hijo de Eduardo Soto ha dado también un paso adelante, al sustituir el parchís por las damas y el ajedrez. En algunos centros de la Comunidad Valenciana, Cataluña y Andalucía funcionan talleres de radio y folklore local. Pero en la mayoría de los colegios e institutos no se hace nada. O como mucho, deberes, pero en silencio. Así lo asegura Fernando Martín, vicepresidente de la asociación de padres de alumnos Ceapa. "El profesor se limita a vigilar", dice. ¿Y si alguno no entiende la tarea y reclama su ayuda? "En ese caso depende de la voluntad de cada docente. En teoría, según la ley, debe permanecer mudo, pero, claro, un profesor es sobre todo un profesor y supongo que contestará", responde.
Los más pequeños, los que tienen pocos deberes encomendados, lo pasan peor. El padre de una niña de tres años matriculada en un colegio público de Sevilla la recogía el pasado curso llorando porque la sacaban de clase junto a dos pequeños musulmanes y los encerraban a los tres en el archivo. La pequeña creía que estaba siendo castigada. Este año, se ha sumado a su pequeño grupo un niño evangelista y la profe les da puzzles para que jueguen. También han mejorado su suerte los hijos de Antonio Calvo en el colegio público Santa Ana de Cuenca. Hace pocos cursos al mayor le mandaban al pasillo. Ahora, "han encontrado un profesor majo" y plantan semillas, cuidan el jardín y usan el ordenador. Ha sido, como recalcan ambos padres, cuestión de suerte.
Y esto es precisamente lo que les indigna: constatar que el azar juega un papel decisivo en el sufrimiento o el bienestar de los menores. "Si hablamos de educación resulta, cuando menos, lamentable", dice Calvo. "¿Por qué tiene que pagar mi hija con sus lloros el engendro que han creado entre unos y otros?", remata el sevillano.
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El Concordato y la LOE impiden dotar de contenido a la asignatura alternativa para no dar ventaja a los laicos - Los pedagogos denuncian este limbo educativo
El primer día de curso, el escritor Eduardo Soto acudió al colegio público El Carmen de Cuenca para matricular a su hijo en segundo de Primaria. Inscribió al niño en Alternativa -dos horas lectivas a la semana- y preguntó a la jefa de estudios: "¿Qué va a hacer mi hijo durante estas dos horas?". "Nada", fue la respuesta. El padre quiso saber más, pero la profesora le cortó: "No podemos hablarles de ninguna cultura religiosa, ni repasar asignaturas, ni abordar actividades que supongan un refuerzo académico porque lo prohíbe la ley. Por eso no hacemos nada. Lo ha decidido el claustro para evitar problemas".
La clase de nada, la que antes se llamaba Alternativa a la Religión y desde la Ley Orgánica de Educación (LOE) de 2006 se denomina Atención Educativa Debida, es una de las asignaturas que más desconcierto genera entre padres y educadores. Desde jugar al parchís o a los barcos hasta aprender Conocimiento del Medio, pasando por cante y baile local, técnicas de inteligencia emocional, hacer los deberes en silencio o suprimirla del calendario: todo cabe dentro de una materia cuya regulación legal se limita a exigir "una debida educación (...) sin reforzar el conocimiento".
Es decir, estos niños están obligados por ley a salir de la clase en la que los otros escolares dan Religión y trasladarse a una sala con un profesor que no habla de ninguna materia porque de lo contrario -opinan los autores de la orden ministerial- les colocaría en situación de ventaja con respecto a los alumnos religiosos. Según el Ministerio de Educación, ésta es una buena fórmula para garantizar el derecho de los padres a que sus hijos no sean adoctrinados en una confesión religiosa. Pero muchos educadores consideran el modo en que se ha diseñado la alternativa como un disparate pedagógico.
¿Supone además una discriminación hacia los niños laicos, como asegura la profesora y sindicalista de CC OO Mar Fernández? ¿O se trata una vez más -como denuncian otras fuentes- del celo del Gobierno para no contrariar a la Conferencia Episcopal? En las aulas, nadie parece contento con la solución. Los obispos recurren contra los Gobiernos autonómicos que intentan librar a sus alumnos de la clase de nada; los padres desconocen en su mayoría qué hacen sus hijos en esas horas de limbo educativo y los profesores intentan como pueden la cuadratura del círculo.
La Ley Orgánica de Educación (LOE), vigente desde 2006, regula cómo y cuándo debe impartirse la enseñanza religiosa en Infantil, Primaria, Secundaria y Bachillerato y concede además la potestad a las jerarquías católica, musulmana, evangélica y judía para llenarla de contenido. Pero nada dice de la materia alternativa. Se limita a indicar que los niños no deben quedar sin tutela e insiste en que no pueden tratar ningún asunto relacionado con el currículo escolar. Por eso cada centro se convierte durante esas horas en un pequeño mundo autónomo, donde la voluntad del profesor determina si se pierde el tiempo o se ofrece algo útil al alumnado.
Algunos responsables de colegios e institutos optan claramente por la segunda opción, aún a sabiendas de que en cierta forma están desafiando la ley. Así ocurre en un gran centro público bilingüe de la zona norte de Madrid, cuyo claustro ha decidido que se imparta clase de Conocimiento del Medio en castellano mientras los otros reciben adoctrinamiento. En Castilla-La Mancha, el delegado de Educación, Eugenio Alfaro, sabe que en algunos colegios de Cuenca los niños "juegan a las matemáticas", que no es lo mismo que "recibir clase de Matemáticas", un truco para salir del atolladero de forma airosa.
Pero se trata de excepciones. "Muchas veces nos llegan quejas de padres porque hay profesores muy religiosos en colegios públicos que obligan a los alumnos laicos a permanecer dos horas de brazos cruzados. Eso es una barbaridad", añade.
En los centros privados católicos, la mayoría financiados por el Estado, no existen clases de Atención Educativa Debida. Según sus portavoces, por falta de demanda. "Nuestros alumnos nos eligen por ser católicos. No tendría sentido que se negaran a asistir a clase de Religión", dice María Rosa de la Cierva, secretaria de la provincia eclesiástica de Madrid y mano derecha del obispo Antonio María Rouco. De la Cierva expresa su disgusto porque "muchísimos centros públicos programan la clase de Religión a primera o última hora, de forma que los laicos se pueden ir a sus casas. No puede ser. No se puede colocar la Religión en situación de desventaja". De la Cierva comenta que ya han denunciado esta situación ante la Consejería de Educación de Madrid, y que desde el Gobierno de Esperanza Aguirre se les ha prometido que extremarán la inspección.
¿Por qué les molesta lo que hagan los otros niños si sus alumnos ya reciben la formación religiosa que eligen dentro del colegio? Rosa de la Cierva apenas tarda un segundo en contestar: "El Concordato entre el Gobierno español y la Santa Sede exige la consideración de la Religión como asignatura fundamental, al mismo nivel que las Matemáticas. El Concordato está para cumplirlo". Los obispos del País Vasco y Baleares han denunciado ante los tribunales a los Gobierno autónomos por permitir este escaqueo durante el Bachillerato. El Vaticano, en un comunicado reciente, ha recordado a sus obispos que deben oponerse en cada país a las enseñanzas alternativas.
Tal vez en el trasfondo del malestar asoma el desafecto creciente de las familias a inscribir a sus hijos en Religión. Los últimos datos oficiales, los del curso escolar 2006-2007, dibujan una curva descendente que se hunde tras las primeras comuniones, en cuarto de Primaria. Más de la mitad de los alumnos de ESO eligen alternativa y en bachiller la cifra se reduce casi a testimonial.
El obispo de Sigüenza-Guadalajara, José Sánchez, lamentaba en su última homilía "el progresivo descenso de adolescentes y jóvenes que solicitan Religión, por la poca importancia que se le da" y "porque la alternativa a veces se reduce a nada".
Algunos colegios buscan soluciones imaginativas, como los que se han puesto en contacto con la especialista Elsa Punset para enseñar técnicas de inteligencia emocional. "Es una manera fantástica de llenar esas horas, porque podemos ayudar mucho a los niños", dice la autora de Brújula para navegantes emocionales.
En el colegio privado de Madrid Ramón y Cajal, la responsable de Primaria, Amparo Cedillo, explica que a partir de este curso a los alumnos laicos se les fomentará la afición a la lectura. "Hemos seleccionado textos para que experimenten el placer de leer y aprendan sistemas de localización espacial". Algo muy similar se lleva practicando con creciente demanda desde hace dos cursos en el Instituto La Asunción de Elche.
El colegio en el que estudia el hijo de Eduardo Soto ha dado también un paso adelante, al sustituir el parchís por las damas y el ajedrez. En algunos centros de la Comunidad Valenciana, Cataluña y Andalucía funcionan talleres de radio y folklore local. Pero en la mayoría de los colegios e institutos no se hace nada. O como mucho, deberes, pero en silencio. Así lo asegura Fernando Martín, vicepresidente de la asociación de padres de alumnos Ceapa. "El profesor se limita a vigilar", dice. ¿Y si alguno no entiende la tarea y reclama su ayuda? "En ese caso depende de la voluntad de cada docente. En teoría, según la ley, debe permanecer mudo, pero, claro, un profesor es sobre todo un profesor y supongo que contestará", responde.
Los más pequeños, los que tienen pocos deberes encomendados, lo pasan peor. El padre de una niña de tres años matriculada en un colegio público de Sevilla la recogía el pasado curso llorando porque la sacaban de clase junto a dos pequeños musulmanes y los encerraban a los tres en el archivo. La pequeña creía que estaba siendo castigada. Este año, se ha sumado a su pequeño grupo un niño evangelista y la profe les da puzzles para que jueguen. También han mejorado su suerte los hijos de Antonio Calvo en el colegio público Santa Ana de Cuenca. Hace pocos cursos al mayor le mandaban al pasillo. Ahora, "han encontrado un profesor majo" y plantan semillas, cuidan el jardín y usan el ordenador. Ha sido, como recalcan ambos padres, cuestión de suerte.
Y esto es precisamente lo que les indigna: constatar que el azar juega un papel decisivo en el sufrimiento o el bienestar de los menores. "Si hablamos de educación resulta, cuando menos, lamentable", dice Calvo. "¿Por qué tiene que pagar mi hija con sus lloros el engendro que han creado entre unos y otros?", remata el sevillano.
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