domingo, 18 de septiembre de 2011

Los nuevos musulmanes

SAN SEBASTIÁN,18.09.11,diariovasco.com, MARÍA JOSÉ TOMÉ

Yusuf Oroza, de 34 años y nacido en Donostia, cruza por una calle de Eibar. :: LUIS ÁNGEL GÓMEZ

Yusuf, Othman y Khaila son tres vascos de nacimiento que han decidido convertirse a la religión islámica

Según el Corán, todos nacemos musulmanes. Nadie llega a este mundo siendo católico, testigo de Jehová o evangélico, pero todos nacemos siendo 'obedientes a Dios', que es el significado literal de la palabra musulmán. Por eso, al Islam uno vuelve, no se convierte. José Luis, Alfredo y Amalur son tres vascos que han emprendido ese camino de retorno y ahora, bajo la nueva identidad de Yusuf, Othman y Khaila, siguen los preceptos del Corán mientras sortean prejuicios a su paso. Pese a haber nacido en San Sebastián o en Bilbao, han cumplido el rito de recitar la 'sahada' ante dos hermanos de fe -'no hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta'-, han desterrado de su dieta el cerdo y el alcohol, cumplen con los cinco rezos diarios y ayunan desde el amanecer hasta el ocaso en época de Ramadán. En una sociedad de honda tradición católica, eso es nadar contracorriente.

No hay un censo de cuántos vascos de nacimiento profesan la religión islámica, pero se calcula que pueden sumar unos 700. Es decir, el 2,5% de los aproximadamente 30.000 musulmanes afincados en Euskadi, la mayoría marroquíes y argelinos. «Somos vascos como el que más, pero también somos musulmanes», reivindican Yusuf, Othman y Khaila. Forman parte de una comunidad creciente que demanda la apertura de mezquitas como un derecho más y que asiste con pena e impotencia al fuerte rechazo que han suscitado los nuevos centros de culto anunciados en Bilbao y Vitoria.

José Luis Oroza nació hace 34 años en San Sebastián y fue bautizado bajo el rito cristiano-católico. Hoy se llama Yusuf y es director técnico de la asociación Halal Zentroa, una entidad cuyo principal objetivo es impulsar la alimentación halal, los productos que un musulmán puede ingerir sin contravenir los principios del Corán. En medio, una curiosa peripecia vital que le empujó a «volver al Islam» a partir de un sentimiento de «rechazo». «Yo era católico practicante y veía al Islam como un enemigo a combatir. Entonces empecé a informarme, a estudiar, y poco a poco comprendí que era todo lo contrario. Y di el salto hacia adelante».

Aquel jovencísimo Yusuf tenía apenas 20 años y residía en Málaga, hasta donde se trasladó su familia. Fue allí donde emprendió una metamorfosis espiritual que le ha hecho «mejor persona». Asegura que no fue un «cambio muy brusco» en su vida, pero dejó por el camino amistades que sustituyó por sus hermanos de fe - «un concepto que va mucho más allá del de amigo»- y, entre muchos otros hábitos, dejó de comer cerdo y beber alcohol. «Eso no me costó, porque era deportista y mi dieta ya era sana». Otra fue la reacción de su familia, que no se tomó nada bien que José Luis dejase de asistir a misa los domingos, que evitase las procesiones de Semana Santa o la celebración de la Navidad. «En Málaga esas costumbres están muy arraigadas y mi familia no lo entendía».

Hoy, Yusuf reside en Eibar con su esposa, Hayar, una musulmana de origen marroquí de la que se enamoró tras coincidir con ella en varios congresos de temática islámica y tiene un negocio de importación de carne. Pasea con tranquilidad en chilaba por las calles de la villa armera y asegura no sentirse discriminado. «Aquí en Euskadi, la integración es plena. En general, los vascos acogen muy bien al Islam», se felicita.

En Eibar se inauguró la primera mezquita de Euskadi a raíz del fallecimiento de una mujer musulmana, que puso en evidencia la falta de medios para llevar a cabo los rituales funerarios. Era 1982. Hoy en día, este municipio acoge dos centros de culto que funcionan «con normalidad». «La ley nos ampara a la hora de instalar mezquitas», recuerda Yusuf, que cree que la polémica suscitada es ficticia y responde a un «conflicto de intereses». «Nosotros no generamos problemas, pero hay quien intenta disfrazar al Islam de bestia negra. Y no lo es».

Othman Alfredo Gómez hizo testimonio de fe en 2004, pero desde tres años atrás ya se consideraba un 'hanif', un buscador de Dios. Licenciado en Sociología por la Universidad de Deusto, era como Yusuf católico practicante, pero veía «cosas que no cuadraban, incongruencias». Buceó en las raíces del cristianismo hasta que descubrió el Islam y se aclararon sus dudas. Durante dos años, este bilbaíno vivió su nueva identidad casi en secreto, hasta que decidió acercarse a la mezquita Assalam, en la calle Fika. Era viernes y aún mantiene viva la «tremenda impresión» que le causó aquella oración colectiva.

Pronunció la 'sahada' en casa de un hermano y ya nunca más fue Alfredo, a secas. El nuevo musulmán Othman agradeció a sus padres que, gracias a su educación católica, «me hubiesen dado a conocer la fe de Abraham». Lo entendieron a su manera. «Ellos me respetan, como mucha gente de mi entorno, pero sé que para muchos otros he sido motivo de escándalo».

Othman, que es vascoparlante, reconoce que por su talante «desinhibido» no ha tenido pudor en mostrarse como musulmán aunque rechace ir por la vida «con una etiqueta». Pero el choque sociocultural es inevitable, como a la hora de cuadrar sus fiestas religiosas con un calendario laboral regulado por el santoral católico. «Necesito dos al año y si no coinciden con fin de semana, las cojo como vacaciones».

Comprende que algunos le vean como un bicho raro y le gusta que le pregunten por las razones de su 'vuelta' al Islam, pero procura huir del proselitismo. En general se siente respetado, aunque no deja de percibir «ciertos tics antiislámicos. Yo intento entenderles, porque hay un tabú que dura más de 500 años». Y recuerda que, no en vano, la cultura vasca también ha bebido, enter otras fuentes, de Al-Andalus.

En la localidad alavesa de Llodio, donde reside con su segunda esposa, una musulmana marroquí, la asociación Al-Wafaa, inscrita como sociedad cultural en el Gobierno vasco y como mezquita en el Ministerio de Justicia, está promoviendo la apertura de un centro de culto. «Estamos buscando una ubicación, pero el proyecto ya está en marcha y ha sido bien recibido por el alcalde».

Se expresa como muchas otras veinteañeras; pero, pese a su juventud, las convicciones de Khaila García son lo suficientemente firmes para anudarse el 'hijab' en su cabeza y plantar cara a «los que me preguntan si me he vuelto mora». «Pues no, soy de Bilbao, de toda la vida, pero también soy musulmana», explica Amalur, que cambió su nombre por una cuestión de coherencia. «Significa en euskera 'madre tierra' y eso va contra de mis principios». Ahora se llama Khaila ( 'generosa') en honor a su suegra.

Tiene 27 años y dos pequeños, Faiza y Tarek. Conoció a su marido Alí, que es argelino, cuando era adolescente y tuvieron una relación intermitente hasta que hace cuatro años decidieron «ir en serio». Hasta entonces, Amalur no había mostrado interés en el Islam -«yo era mogollón de atea», se sincera- pero «entonces empecé a ver cosas, actitudes que me gustaban y que me daban tranquilidad».

Hace un año, cuando murió su padre, decidió convertirse en una «buena musulmana» y cumplir con la doctrina. Ha encontrado en el Islam la «paz» que buscaba, tras muchas «experiencias difíciles». «Antes mi vida era alocada, podía estar todo el día de fiesta, pero no era feliz. Tenía mucha rabia, mucho odio». Ya no. «En mi familia no son creyentes, tampoco católicos. Pero mi ama, al ver que estoy feliz, se alegra de mi decisión», asegura.

Hace un mes, Khaila se puso por primera vez el pañuelo, el 'hijab'. «Me costó mucho»,admite. Pero no ve en la obligación de cubrir su cabeza un ápice de machismo o sumisión a su marido. «En nuestra religión no hay nada que perjudique a la mujer. El Islam no es machista, lo son las culturas». Por eso lamenta que la gente identifique este culto «con Afganistán» o que la gente se oponga a las mezquitas. «Solo vamos a rezar, no a poner bombas». Y recuerda que el entorno de la mezquita Assalam estaba «degradado» por el 'botellón'. «Desde que llegamos no se hace y los vecinos están más tranquilos».

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