La Fiesta del cordero, llamada Fiesta grande o Id al-kabir (de id=fiesta, y kabir=grande, la palabra kabir se halla también, a modo de ejemplo, en Guadalquivir, el Río Grande), y también Id al-adhá o Fiesta del sacrificio, la celebran los musulmanes el día 10 del mes de du l-hiyya, que este año ha coincidido con nuestro 19 de noviembre, aunque por razón del carácter lunar del calendario islámico, lo haga cada año en fecha bien diferente de nuestro calendario.
La Fiesta del cordero representa la culminación del Hajj, o peregrinación a La Meca que debe realizar todo musulmán con capacidad para hacerlo, al menos una vez en su vida, entre los días 7 y 10 del mencionado mes de du l-hiyya. Con la particularidad de que el Id al-Kabir no la celebra sólo el peregrino, sino la totalidad del mundo musulmán, constituyendo, de hecho, junto con el Id al-Fitr con el que termina el Ramadán, la fiesta más importante del islam.
Conmemora la Fiesta del cordero el sacrificio no consumado de su hijo (del que hablamos más adelante) por su padre Abraham, relatado en el Corán como sigue:
“¡Señor! ¡Regálame un hijo justo! Entonces le dimos la buena nueva de un muchacho benigno. Y cuando tuvo bastante edad como para ir con su padre, dijo: “¡Hijito! ¡He soñado que te inmolaba! ¡Mira pues qué te parece!” Dijo: “Padre, ¡Haz lo que se te ordena! Encontrarás si Dios quiere que soy de los pacientes”
Cuando ya se habían sometido los dos y le había puesto contra el suelo...
Y le llamamos: “¡Abraham! Has realizado el sueño. Así retribuímos a quienes hacen el bien”.
Sí, ésta era la prueba manifiesta. Le rescatamos mediante un espléndido sacrificio y perpetuamos su recuerdo en la posteridad.
¡Paz sobre Abraham!” (C. 37, 99-109)
Pues bien, el sacrificio que sustituye la inmolación del hijo de Abraham es, precisamente, el de un cordero, algo que no nos relata el Corán, pero sí el Génesis:
“Alzó Abrahán la vista y vio un carnero trabado en un zarzal por los cuernos. Fue Abrahán, tomó el carnero y lo sacrificó en holocausto en lugar de su hijo” (Gn. 22, 13)
Como el lector habrá observado, el pasaje del Corán que hemos transcrito no menciona para nada el nombre del hijo de Abraham cuyo sacrificio no es consumado. La tradición islámica quiere que no se trate de Isaac, protagonista del evento en el relato originario del Génesis, sino de Ismael, el otro hijo de Abraham, el habido por el patriarca hebreo con su esclava Agar antes de que su esposa Sara quedara embarazada de Isaac, patriarca, siempre según la tradición islámica, del pueblo árabe. Y ello, aun a pesar de que el pasaje del Corán que sigue al transcrito, diga con toda claridad lo siguiente:
“Y le anunciamos [a Abraham] el nacimiento de Isaac, profeta, de los justos. Les bendijimos a él [Abraham] y a Isaac” (C. 37, 112-113).
El desarrollo de la fiesta es el siguiente: tras haber realizado la ablución mayor o gusl, lavado total del cuerpo preceptivo en ciertos casos (tras haber tenido relaciones sexuales, en el caso de los cadáveres, y en la fiesta del cordero), y ataviado con su mejores ropas, el musulmán acude a la mezquita. En ella, el imam que dirige la ceremonia recita siete takbir (“Allahu akbar”, “Dios es grande”) y realiza dos rakáa o prosternaciones. Al final de la ceremonia, los presentes se besan y se felicitan.
Después se procede al sacrificio del cordero al modo halal, es decir, degollados, respetando la qibla que no es otra cosa que la orientación hacia La Meca, y pronunciando las palabras rituales. Cosa que, tradicionalmente, hacía cada familia en su casa, si bien al día de hoy, lo normal es que se delegue el cometido en los matarifes capacitados al efecto. En cuanto al festín, allí donde es posible, se realiza al aire libre, y en las ciudades musulmanas, en el lugar denominado musallá, que cabe definir como mezquita al aire libre en el que se realizan ceremonias especiales como esta del Id al-kabir.
Hay quien compara la Fiesta del cordero de los musulmanes con la Pascua judía, con la que tiene en común, aparte del hecho de ser la fiesta más importante de cada religión, la ingesta de un cordero. Pero nada más. La Pascua judía, como se sabe, no celebra el sacrificio de Isaac, sino la salida del pueblo judío de Egipto, en tanto que el sacrificio del hijo de Abraham, llamado entre los judíos la akeidah, se conmemora en todo caso durante la fiesta de Año Nuevo o Rosh Hashaná, con la lectura del pasaje del Génesis que lo relata.
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