Gamal Abdel Nasser, en una imagen captada durante la crisis de Suez de 1956. Press /Popperfoto/Getty Images.
Eugene Rogan elabora un texto honesto, informado y útil sobre una comunidad angustiada de más de 300 millones de almas
Escribía Lawrence en Los siete pilares de la sabiduría: "No hay excusa, excepto nuestra pereza e ignorancia, para que les llamemos inescrutables". Se refería a los árabes. Nueve décadas después, la visión occidental del mundo árabe sigue anclada en estereotipos negativos y comodones. Entretanto, el siglo XX -y lo que llevamos del XXI- ha sido catastrófico para esa comunidad de pueblos. Hoy también les une un malestar colectivo alimentado por sentimientos de humillación, miedo y resentimiento respecto a Occidente, por la carencia de libertades democráticas, por la corrupción institucionalizada y por tremendas injusticias sociales.
Así que, como dice de entrada Eugene Rogan en Los árabes, no debería extrañarnos que los islamistas sean los más firmes candidatos a ganar cualquier elección verdaderamente democrática que pudiera celebrarse en cualquier país árabe. Ellos tienen una explicación simplona que ofrecer a la decadencia árabe -haberse apartado de la literalidad del Corán- y se presentan como adalides del orgullo frente a Occidente y de la lucha contra la tiranía y la corrupción de sus propios regímenes.
Rogan, profesor de Historia Contemporánea de Oriente Próximo en la Universidad de Oxford, fue discípulo de Albert Hourani, autor de La historia de los árabes. Sin llegar a la altura del trabajo de su mentor, Los árabes es un texto honesto, informado, útil para aquellos que quieran opinar con propiedad, esto es, sin dejarse llevar por la pereza intelectual que denunciaba Lawrence, sobre el que, desde el 11-S, es el asunto que más titulares acapara en la prensa mundial.
Detengámonos en los titulares: ya no hablan de los árabes, solo de los musulmanes. Y sin embargo, los árabes -musulmanes los más, pero también cristianos- existen, forman una comunidad de 325 millones de personas que se extiende desde Mauritania y Marruecos hasta Irak y Omán. Así lo resume Rogan: "Ligados por una identidad común que hunde sus raíces en la lengua y la historia, los árabes resultan absolutamente fascinantes por su diversidad. Son a un tiempo un pueblo y muchos pueblos".
Durante los cinco siglos que siguieron al nacimiento del islam, los árabes fueron, recuerda Rogan, la superpotencia de la época. Dominaban el Mediterráneo y Oriente Próximo y sus grandes ciudades -Bagdad, Damasco, El Cairo, Fez, Córdoba- eran faros universales. Pero el profesor de Oxford no consagra su libro a ese periodo glorioso, sino a la larga y honda decadencia que le siguió, la que comenzó con el dominio de los turcos otomanos, siguió con la colonización occidental, se agravó con la pérdida de Palestina y continúa hoy.
Hubo, sin embargo, un periodo en el que los titulares hablaban de los árabes y no de los musulmanes. El nacionalismo árabe tuvo una breve edad de oro en los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Sus grandes hitos fueron el triunfo de Nasser en Egipto, en 1952, y la independencia de Argelia, en 1962. "Nasser ", escribe Rogan, "conquistó el mundo árabe gracias a la radio". Emitiendo desde El Cairo, predicaba la unidad bajo ideas laicistas y socialistas. Pero su panarabismo se derrumbó con la estrepitosa derrota frente a Israel de 1967, la guinda de un inmenso desastre político, económico y social. Al entrar en el último tercio del siglo XX, todas las experiencias de modernización acelerada del mundo árabe habían fracasado, tanto en sus modelos proamericanos como prosoviéticos. Ni habían impulsado el desarrollo económico ni habían reducido las brechas entre los muy ricos y los muy pobres.
Entonces emergieron los islamistas, los viejos Hermanos Musulmanes egipcios y sus hijos y nietos aquí y allá.
Rogan hace una narración atractiva de estos y otros acontecimientos. El profesor de Oxford describe el inconsolable dolor de los corazones árabes por el hecho de que sus parientes palestinos se hayan convertido en lo más parecido que pueda encontrarse hoy a los negros de Sudáfrica bajo el apartheid. Y observa que la guerra de Irak y sus falsos pretextos no han hecho sino agravar las cosas. "La invasión de un país", dice, "constituye ya un abuso lo suficientemente grave como para pretender añadirle encima el insulto a la inteligencia de los perjudicados".
Queda la gran pregunta: ¿cómo los árabes han llegado a esto? No todo puede explicarse por la colonización occidental, otros pueblos -japoneses, chinos e indios- ya han conseguido superar etapas de decadencia. "También los árabes", afirma Rogan al final de su obra, "han de asumir su parte de responsabilidad en la construcción de un futuro mejor". Son ellos los que deben emprender grandes reformas. Libertad, educación e igualdad de la mujer son la clave.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Eugene Rogan elabora un texto honesto, informado y útil sobre una comunidad angustiada de más de 300 millones de almas
Escribía Lawrence en Los siete pilares de la sabiduría: "No hay excusa, excepto nuestra pereza e ignorancia, para que les llamemos inescrutables". Se refería a los árabes. Nueve décadas después, la visión occidental del mundo árabe sigue anclada en estereotipos negativos y comodones. Entretanto, el siglo XX -y lo que llevamos del XXI- ha sido catastrófico para esa comunidad de pueblos. Hoy también les une un malestar colectivo alimentado por sentimientos de humillación, miedo y resentimiento respecto a Occidente, por la carencia de libertades democráticas, por la corrupción institucionalizada y por tremendas injusticias sociales.
Así que, como dice de entrada Eugene Rogan en Los árabes, no debería extrañarnos que los islamistas sean los más firmes candidatos a ganar cualquier elección verdaderamente democrática que pudiera celebrarse en cualquier país árabe. Ellos tienen una explicación simplona que ofrecer a la decadencia árabe -haberse apartado de la literalidad del Corán- y se presentan como adalides del orgullo frente a Occidente y de la lucha contra la tiranía y la corrupción de sus propios regímenes.
Rogan, profesor de Historia Contemporánea de Oriente Próximo en la Universidad de Oxford, fue discípulo de Albert Hourani, autor de La historia de los árabes. Sin llegar a la altura del trabajo de su mentor, Los árabes es un texto honesto, informado, útil para aquellos que quieran opinar con propiedad, esto es, sin dejarse llevar por la pereza intelectual que denunciaba Lawrence, sobre el que, desde el 11-S, es el asunto que más titulares acapara en la prensa mundial.
Detengámonos en los titulares: ya no hablan de los árabes, solo de los musulmanes. Y sin embargo, los árabes -musulmanes los más, pero también cristianos- existen, forman una comunidad de 325 millones de personas que se extiende desde Mauritania y Marruecos hasta Irak y Omán. Así lo resume Rogan: "Ligados por una identidad común que hunde sus raíces en la lengua y la historia, los árabes resultan absolutamente fascinantes por su diversidad. Son a un tiempo un pueblo y muchos pueblos".
Durante los cinco siglos que siguieron al nacimiento del islam, los árabes fueron, recuerda Rogan, la superpotencia de la época. Dominaban el Mediterráneo y Oriente Próximo y sus grandes ciudades -Bagdad, Damasco, El Cairo, Fez, Córdoba- eran faros universales. Pero el profesor de Oxford no consagra su libro a ese periodo glorioso, sino a la larga y honda decadencia que le siguió, la que comenzó con el dominio de los turcos otomanos, siguió con la colonización occidental, se agravó con la pérdida de Palestina y continúa hoy.
Hubo, sin embargo, un periodo en el que los titulares hablaban de los árabes y no de los musulmanes. El nacionalismo árabe tuvo una breve edad de oro en los años cincuenta, sesenta y setenta del siglo XX. Sus grandes hitos fueron el triunfo de Nasser en Egipto, en 1952, y la independencia de Argelia, en 1962. "Nasser ", escribe Rogan, "conquistó el mundo árabe gracias a la radio". Emitiendo desde El Cairo, predicaba la unidad bajo ideas laicistas y socialistas. Pero su panarabismo se derrumbó con la estrepitosa derrota frente a Israel de 1967, la guinda de un inmenso desastre político, económico y social. Al entrar en el último tercio del siglo XX, todas las experiencias de modernización acelerada del mundo árabe habían fracasado, tanto en sus modelos proamericanos como prosoviéticos. Ni habían impulsado el desarrollo económico ni habían reducido las brechas entre los muy ricos y los muy pobres.
Entonces emergieron los islamistas, los viejos Hermanos Musulmanes egipcios y sus hijos y nietos aquí y allá.
Rogan hace una narración atractiva de estos y otros acontecimientos. El profesor de Oxford describe el inconsolable dolor de los corazones árabes por el hecho de que sus parientes palestinos se hayan convertido en lo más parecido que pueda encontrarse hoy a los negros de Sudáfrica bajo el apartheid. Y observa que la guerra de Irak y sus falsos pretextos no han hecho sino agravar las cosas. "La invasión de un país", dice, "constituye ya un abuso lo suficientemente grave como para pretender añadirle encima el insulto a la inteligencia de los perjudicados".
Queda la gran pregunta: ¿cómo los árabes han llegado a esto? No todo puede explicarse por la colonización occidental, otros pueblos -japoneses, chinos e indios- ya han conseguido superar etapas de decadencia. "También los árabes", afirma Rogan al final de su obra, "han de asumir su parte de responsabilidad en la construcción de un futuro mejor". Son ellos los que deben emprender grandes reformas. Libertad, educación e igualdad de la mujer son la clave.
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