sábado, 29 de septiembre de 2007

La comunidad paquistaní estrena oratorio en el Raval

NUEVO ESPACIO MULTICULTURAL|SE BUSCA IMÁN

1. • Su guía religioso sigue en Pakistán, a la espera de tener los papeles

<--La oración Un grupo de musulmanes reza en el nuevo oratorio del Raval, la semana pasada. Foto: FERRAN NADEU

BARCELONA, 28/9/2007, El Periódico, MAYKA NAVARRO

¿Dónde se busca un imán? Mohamed Iqbal muestra una generosa sonrisa de dentadura perfecta sobre su tez morena antes de contestar. "Es un proceso complejo. El nuestro ya está elegido y esperando en Pakistán", responde el secretario del Centro Cultural Islámico Camino de la Paz, la referencia más sólida de los cerca de 10.000 paquistanís que viven en Barcelona. La comunidad acaba de estrenar un nuevo oratorio en el Raval, al que no se puede llamar mezquita porque carece de minarete.

El que será imán del oratorio sufre en sus carnes las mismas trabas burocráticas que el resto de mortales extranjeros que solicitan un visado para trabajar o residir en España. Mientras llegan los papeles, los paquistanís ya disfrutan desde finales de agosto del nuevo espacio cultural y religioso de encuentro tutelado, hasta la llegada del nuevo, por el imán del local del Arc del Teatre.

El transcurso de esta historia con final feliz no ha sido sencillo. Hace unos siete años, Iqbal, el de la sonrisa franca e interlocutor, para lo bueno y para lo malo, de la comunidad paquistaní, convocó a un centenar de compatriotas y les planteó poner 10.000 pesetas de las de entonces, cada uno, para juntar dinero con el que poder comprar un local para el futuro.

Como suele pasar en todas las comunidades humanas, los que más tenían se excusaron y los más modestos en recursos pagaron. Allí nació el germen de la asociación que, años después, depositó la entrada para la compra del inmueble. Debió ser Alá el que terció para que la transación fuera un auténtico chollo: 300 metros cuadrados al módico precio de 60 millones de pesetas en la calle de Erasme de Janer. El anterior propietario, un sirio que utilizaba el solar como horno para el pan, supo que hacía una buena obra cuando vendió.

Tras trabas en los permisos y el paso diario junto alguna que otra pintada vecinal que se oponía a la apertura del recinto religioso, Iqbal lo muestra con orgullo. Como todo recinto público, el oratorio cuenta con un aforo autorizado de 208 plazas para el rezo.

La actividad es frenética en el local. Clases de urdu para los niños, y de catalán y castellano para todas las edades. Los talleres de cocina, informática y el asesoramiento legal completan la oferta. Los trámites para la reagrupación familiar y los consejos para conseguir la documentación para trabajar o residir acaparan la mayor parte de las consultas. Aunque no son pocos los paquistanís que se acercan para hacerse socios del comité funerario que gestiona los complejos trámites de repatriación de fallecidos.

Los paquistanís se entierran todavía en Pakistán. Costará unos años aún cambiar los sentimientos y querer quedarse aquí para toda la vida. El oratorio, espacioso y sobrio, acoge también las despedidas. Así como la rotura del ayuno con la primera comida tras el ocaso, estos días de Ramadán

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