és de que el partido que abogaba por su causa terminó en los tribunales, las mujeres partidarias de esta prenda temen que su lucha se retrase una generación.
El parlamento turco, controlado por el partido islamista AK, aprobó un cambio constitucional en febrero para permitir a las estudiantes usar velos en la universidad.
Eso irritó a una organización secular compuesta por jueces, generales y rectores universitarios, quienes ven en el uso de la Hiyab un símbolo del Islam político, base del AK.
Turquía es un país 99 por ciento musulmán, pero la república fue fundada en 1923 por Mustafá Kemal Ataturk como un Estado secular a partir de la desmembración del Imperio Otomano, de credo musulmán, después de la Primera Guerra Mundial.
El mes pasado, un fiscal inició un caso para cerrar el partido AK por actividades antiseculares. Su acusación está llena de referencias al uso del velo en público.
El partido niega las acusaciones y afirma que el caso está motivado políticamente.
Las mujeres que usan la Hiyab dicen que las perspectivas son desalentadoras, y muchas de ellas predicen que la Corte Constitucional, un bastión del secularismo que ha fallado en contra del partido AK en el pasado, volverá a hacer lo mismo.
Si lo hace, comentaristas y activistas dicen que las mujeres partidarias de la prenda se enfrentan a una larga espera antes de que cualquier partido vuelva a tratar el tema del uso del velo.
NO QUIEREN MOSTRAR SU CABELLO
Sekerci, de 20 años, ya ha decidido que en lugar de no estudiar usará una peluca para cubrir su cabello en la universidad. Pero después de graduarse, dice que preferiría no trabajar en lugar donde no pudiera utilizar el velo.
"Todo el mundo tenía esperanzas. Pensé que podría estudiar del modo en que mi religión lo requiere", dijo a Reuters Sekerci, quien viste un vestido hasta las rodillas por sobre unos jeans y un velo negro de seda.
"Parecía que esta vez iba a ocurrir. Pero después de los sucesos recientes, todas mis esperanzas han quedado destruidas", agregó.
El debate sobre el velo musulmán llega hasta el corazón mismo de la compleja identidad de Turquía.
El país es una joven democracia luchando por equilibrar las demandas de una población cada vez más próspera pero religiosa y una élite que se siente más cercana a Occidente, por lo que ve cualquier signo proveniente del Islam en la vida pública como una amenaza.
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