domingo, 17 de octubre de 2010

La mezquita

Sevilla,17.10.2010,diariodesevilla.es,Ignacio Martínez


NO acabo de comprender la pretensión del obispo de Córdoba de que llamemos catedral a la mezquita, cosa que ignoro si tendrá futuro en el ámbito local, pero que está condenada al fracaso en el resto del mundo. Monseñor Fernández defiende que el recinto es catedral desde hace ocho siglos y le irrita que después de tanto tiempo se le siga conociendo como mezquita. Monseñor no debería sulfurarse: no es un problema de culto, sino de estética. Como antigua mezquita estamos ante un monumento de categoría mundial; mientras que como catedral, la actuación de los arquitectos cristianos estuvo muy por debajo de la construcción musulmana. Qué se le va a hacer.

Lo que sí es cierto es que el obispo predica con el ejemplo: el folleto que le entregan a los turistas de todo el mundo que visitan a diario la mezquita, previo pago de ocho euros, se llama La catedral de Córdoba, testigo vivo de nuestra historia. Estoy seguro de que los italianos, franceses, españoles y americanos con los que coincidí el pasado lunes en el templo habían acudido a ver la famosa mezquita, como un servidor. El folleto, sin embargo, minimiza la parte fundamental del atractivo turístico del edificio, dedicando sólo dos hojillas a lo que llama "la intervención islámica". Previamente explica que estamos en la iglesia madre de la Diócesis, en donde estuvo la basílica de San Vicente, antes de la intervención islámica.

Al menos, en el folleto se reconoce que las obras de la capilla mayor, el crucero y el coro estuvieron rodeadas de polémica en el siglo XVI. Y al final, el texto regala otra perla de la misma cosecha: "es la Iglesia, a través del Cabildo, quien ha hecho posible que esta Catedral, antigua Mezquita del Califato de Occidente, y Patrimonio Histórico de la Humanidad, no sea hoy un montón de ruinas". Supongo que el Estado, a través de gobiernos centrales, regionales, provinciales y locales habrá contribuido largamente a este fin. Y también los turistas. Pero, en fin, después de su contribución al triste desenlace de Cajasur, el obispo de Córdoba parece haber encontrado otro símbolo aleccionador. Y a lo mejor no es el último.

Por lo demás, Córdoba está espléndida y radiante. Y llena de banderolas sobre 2016.

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