130.000 personas profesan ya el Islam en la Comunitat y los musulmanes creen necesario crear más templos para el rezo
LAS REACCIONES:
BOUGHALEB MIMI ASOCIACIÓN DE MARROQUÍES
«En muchas mezquitas están hacinados, sobre todo, los viernes. No caben todos»
RAFAEL BLASCO CONSELLER DE SOLIDARIDAD
«Hay que transmitir tolerancia, respeto y justicia social. El fin es el enriquecimiento mutuo».
Hace algo menos de una década, unas 30 mezquitas se repartían por distintos puntos de la geografía valenciana. Los musulmanes que habitaban en la Comunitat se desplazaban a rezar en ellas sin aglomeraciones. Hoy el número de estos lugares de culto se ha triplicado. Y aún así son insuficientes. «En la actualidad hay entre 95 y 100. Este aumento es paralelo al incremento de la población inmigrante», explica el presidente del Consejo Islámico Superior de la Comunitat, Said Ratbi.
Alrededor de 130.000 personas profesan el Islam en tierras valencianas, el 2,6% de la población total de la autonomía. La mayoría son ciudadanos de Marruecos, Argelia, Mauritania, Senegal, Mali, Oriente Próximo y Paquistán. También hay valencianos conversos. El principal núcleo se encuentra en las comarcas de la Marina Alta y Baixa, el Baix Vinalopó y Baix Segura.
El centenar de templos existentes no consiguen albergar a todos los fieles. «Cuando se construyeron, casi todas entre 2002 y 2005, éramos menos musulmanes. Ahora tenemos el mismo espacio para muchos más. Y claro, se han quedado pequeñas», admite Ratbi.
El resultado: muchos practicantes tienen que ocupar pasillos, jardines y aceras, sobre todo, los viernes y en fechas señaladas, como el Ramadán. Eso sí, siempre mirando hacia La Meca. «La mayoría de mezquitas están saturadas. Hacen falta más y con mayor capacidad», lamenta el presidente del organismo islámico.
«Los viernes hay hacinamiento en Ruzafa, no cabemos todos», destaca el presidente de la Asociación de Emigrantes Marroquíes de Valencia, Boughaleb Mimi. Ahora se han trasladado a un nuevo local, el doble de grande y mejor acondicionado que el anterior.
Lo mismo está ocurriendo en las instalaciones próximas a la plaza de Xúquer. Cerca de allí se alza la Gran Mezquita de Valencia. Inaugurada en 1992 y con capacidad para medio millar de personas, ya se está quedando pequeña. El pasado viernes los fieles llenaban su recinto principal y algunos incluso se acomodaban en estancias próximas. El vestíbulo, antesala del templo y lugar para dejar el calzado, cuenta ya con alfombras para que los musulmanes puedan asistir al rezo.
Tal es el nivel de asistencia de los viernes a este templo islámico que en el exterior proliferan ya algunos negocios ambulantes. Una pareja que vende melones a dos euros aparca su furgoneta a las puertas mismas de la mezquita. «Vendemos un centenar todos los viernes y cada vez se ve más gente», reconoce el comerciante. A pocos metros, junto a la puerta exterior del edificio religioso, dos pakistaníes regalan tarjetas de llamadas al extranjero. «Se trata de una promoción», explican.
La situación es similar en Alicante. «Como no cabemos todos, algunos tienen que salir al patio del edificio. Hace siete años residían 10.000 musulmanes aquí y ahora son más de 35.000», cuenta el presidente de la Comunidad Islámica de Alicante, Mased Kader. «Queremos trasladarnos a un lugar más grande, necesitamos más espacio pero el Ayuntamiento ha aprobado una ley que no permite ninguna actividad religiosa junto a edificios. Ya le hemos presentado varias opciones en sitios independientes y alejados», comenta.
«El reto actual es que las comunidades islámicas no se limiten a un sitio de culto. Tenemos que involucrarnos en el desarrollo político, cultural y social», exige Said Ratbi.
Los musulmanes buscan nuevas ubicaciones más amplias para dar cabida a sus ceremonias religiosas pero suelen encontrarse con la oposición vecinal. El último caso ha sido el de Torrent. Las protestas de los residentes en el barrio Nicolás Andreu y la recogida de más de 600 firmas han surgido efecto. El proyecto de traslado de la mezquita a un local de más de mil metros en la calle San Ernesto ha quedado paralizado.
«Una reacción absurda»
«Me parece una reacción absurda. Tenemos que convivir todos, sin enfrentamientos. Vamos a rezar, no a robar. Pero todavía hay un rechazo generalizado hacia los musulmanes», lamenta Mimi.
La casa de María Ángeles tiene vistas a la Gran Mezquita de Valencia. Esta valenciana asegura que no le supone ninguna molestia. «Vienen a mediodía, se reúnen en corros alrededor y hablan. Sí que ves trasiego de que entran y salen pero nada más», afirma esta mujer, que reside en el barrio desde hace un cuarto de siglo.
El rechazo de los vecinos no es algo nuevo. En agosto las protestas vecinales consiguieron evitar el traslado de la mezquita de Silla a la calle Primero de Mayo. El local actual de culto, que se encuentra junto a la sede de un partido de extrema derecha, ha sufrido incidentes y pintadas.
En Cocentaina, los musulmanes se han encontrado con el desacuerdo de los habitantes del barrio de Sant Jaume, donde quieren ubicar su lugar de culto. Los residentes han recogido 2.000 firmas en contra de la mezquita. Su petición lleva sin respuesta más de dos años.
«Para nosotros la mezquita es más que un sitio para rezar, también es donde nos juntamos con otros compatriotas para hablar y hacer actividades juntos. No hacemos daño a nadie», defiende Mohamed, un argelino que llegó a Valencia en 2005.
La Generalitat apuesta firmemente por el respeto. «Para lograr la cohesión social de las diferentes culturas que coexisten en la Comunitat hay que promover su conocimiento y el diálogo entre estas y las instituciones públicas, con objetivo de transmitir recíprocamente valores de tolerancia y justicia social», asegura el conseller de Solidaridad y Ciudadanía, Rafael Blasco. El Consell mantiene actualmente una estrecha colaboración con centros y asociaciones islámicas para lograr «la plena integración de los musulmanes».
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