Al no tener claro los propios valores se tiende a defnirse a través de una imagen enemiga.
En algunos países europeos, populistas atizan el miedo ante la inmigración musulmanna. Se erigen en defensores de unos valores europeos supuestamente amenazados por un enemigo que tiene poco que ver con la realidad.
En Alemania, las tesis de Thilo Sarrazin levantaron olas; Geert Wilders en Holanda tuvo que acudir hace pocos días a un juzgado acusado de sembrar odio contra los musulmanes. Y en Dinamarca, el Partido Popular Danés exige un límite para la inmigración. En Europa hay más ejemplos de este tipo, que ponen de manifiesto un rechazo a los musulmanes; éstos son vistos como una amenaza a los valores europeos. El miedo entre la población crece.
Las palabras del presidente alemán
El 3 de octubre se celebra, desde 1990, la reunificación alemana. Esto, así lo acentuó el presidente alemán, Christian Wulff, en su discurso, no atañe únicamente a Este y Oeste sino a todos los que viven en Alemania, vengan de donde vengan y sean de la religión que fueren. “Sin duda alguna el cristianismo pertenece a Alemania, el judaismo pertenece a Alemania; es nuestra historia judeo-cristiana. Pero, estimados señores y señoras, el Islam entretanto también pertenece a Alemania”, dijo Wulff.
La realidad, sin embargo, se ve bastante diferente del discurso festivo. Tanto en Alemania como en otros países europeos, la ola del populismo antimusulmán va en aumento y sus representantes, como se ve en el caso de Suecia y Holanda, cada vez tienen mayor influencia en los Gobiernos y empiezan a formar redes. Así, sólo pocas horas después del discurso del presidente germano, llegó a Berlín Geert Wilders para advertir a sus correligionarios: “La identidad nacional de Alemania, su democracia y su properidad económica están amenazadas por la ideología política del Islam”.
No sólo los asistentes aplaudieron a Wilders: según una encuesta reciente, un 65 por ciento de los alemanes opina que la inmigración musulmana a Alemania “representa un costo social y financiero mayor que el beneficio económico que trae”. La aceptación de esta tesis fue mayor en los Estados federados de la antigua República Democrática Alemana: un 70 por ciento aprueba la idea.
La ciencia explica
Según Werner Schiffauer, etnólogo de la Universidad Europea en Fráncfort del Oder, se va imponiendo en la sociedad la idea neoliberal de que cada quien es “artífice de su destino” y que, con ello, cada quien es responsable de sus propios problemas. Esta manera de ver aporta lo suyo a un implícito racismo, “en la medida en que se forman grupos que son comparados y valorados de acuerdo a su rendimiento”.
Esta manera de pensar se encuentra no sólo entre los políticos liberales sino también entre los socialdemócratas y los demócratacristinaos. Por ejemplo, se explica el mayor desempleo entre los musulmanes con una falta de voluntad para trabajar, pese a que está comprobado hace tiempo que a personas con un apellido turco o árabe se les concede más díficilmente la plaza vacante.
"No estamos ante un problema de desconocimiento, sino ante la falta de poner en práctica lo que se sabe hace tiempo".
Por su parte, Aiman Mazyek, presidente del Consejo Central de los Musulmanes, acusa a la clase política alemana de no querer asumir los hechos: “No estamos ante un problema de desconocimiento, sino ante la falta de poner en práctica lo que se sabe”, subraya Mazyek; en su opinión, para ello, a los políticos les falta muchas veces el valor. Y el abismo entre las declaraciones y la realidad crece.
El 11 de septiembre
Este proceso se inició el 11 de septiembre de 2001, afirma Schiffauer, y ha sido acentuado con la fuerte crisis de identidad por la que ha pasado la Unión Europea en los últimos años. Una ampliación tan rápida y las luchas por la aprobación de un nuevo tratado han llevado a que la población, en realidad, no sepa cuáles son los valores europeos.
Entonces, es más atractivo y más fácil “definir al otro y crear la imagen enemiga: el musulmán es homófobo, misógino, antisemita, no está favor de la democracia y no rinde”, ejemplifica Schiffauer y resalta que en esta imagen radica la ola islamofóbica que se expande en Europa como un virus.
Este cuadro no se origina necesariamente en la realidad, explica el catedrático: la prueba es que justo en el Este de Alemania, en donde no hay musulmanes, el rechazo es mayor. Así, según Schiffauer, “el mismo fenómeno se vio con la prohibición de los minarettes en Suiza. Las ciudades en donde viven los musulmanes fueron las que protestaron contra la prohibición, mientras que las que la favorecían no tenían nada que ver con él en su vida cotidiana”.
Autor: Peter Philipp/ Mirra Bancoón, Editora: Emilia Rojas
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