Familias enteras en la estación de Keleti cogen el tren hacia Viena
Esta oleada de familias sirias que está llegando a Europa son personas con formación y recursos, para muchos gobiernos europeos, garantía de una mejor integración.
Más de 4 millones de sirios, la mitad de ellos niños, han abandonado el país desde que empezó el conflicto, hace casi cinco años.
Mohammed era profesor de Química en la Universidad de Damasco, ciudad en la que vivía hasta que hace dos semanas decidió llevarse a su familia lejos del país rumbo a Alemania. “Allí no hay electricidad ni agua. No hay futuro”, me cuenta en la estación de Keleti en Budapest desde donde partió hacia Viena y luego a Stuttgart. Ya ha enviado una foto suya en la ciudad alemana. Tras casi quince días de travesía empieza a dibujar una nueva vida lejos de los morteros y las bombas de la guerra en Siria. “Voy a estudiar economía”, me dijo antes de abandonar la estación de Keleti.
Esta oleada de familias sirias que está llegando a Europa, lejos de lo que solemos pensar cuando nos referimos a refugiados, pertenece a la clase media de ese país. Entre los refugiados hay profesores de la Universidad de Damasco, comerciantes, maestros, ingenieros… Los más de cuatro años de ininterrumpidos bombardeos les han arrebatado todo. Los morteros han destruido sus casas, los choques entre las distintas facciones les han dejado sin luz ni electricidad, la expansión de Estado Islámico quiere devolverles a la Edad Media…ante esta poca perspectiva de futuro se lanzan al Mediterráneo, atraviesan los Balcanes y recorren Europa. Son personas con formación y recursos, para muchos gobiernos europeos, garantía de una mejor integración.
En otro rincón de la estación de la capital húngara, otra familia espera para tomar el tren hacia Viena. Son una pareja de sirios con una pequeña de seis años. Están en un rincón, callados, tímido, sin apenas mezclarse con el resto de refugiados que esperan para tomar un tren. Los refugiados cargan con ellos experiencias duras y dramáticas que han acumulado durante las semanas de travesía. “Tuve que tirar mi ropa y todas mis cosas durante el viaje en la barcaza que me llevó desde Turquía a Grecia”, explica. No tiene ropa limpia y los pantalones que viste son los mismos que llevó mientras cruzó los Balcanes. En el centro de la estación hay una montaña de ropa que han donado organizaciones y personas particulares pero ella pregunta dónde puede comprar un par de pantalones nuevos.
Una de las dificultades a las que se enfrentan las familias sirias cuando llegan a Hungría es la lingüística. El húngaro es una lengua magiar que hablan 14,5 millones de personas. Si para una persona europea es difícil comunicarse en este país, imagínense para los sirios. Muchas de las familias que acampan en Keleti llegan con niños. En muchas ocasiones, son los menores quienes usan el inglés básico que aprendieron en los colegios sirios para ejercer traductores entre los voluntarios que les ayudan a coger el tren y sus padres.
Más de 4 millones de sirios, la mitad de ellos niños, han abandonado el país desde que empezó el conflicto, hace casi cinco años. Un paseo por Keleti o por el campo de refugiados de Röszke corrobora que la mayoría de refugiados que han llegado a Europa en 2015 proceden de Siria.
El motivo por el que miles de sirios hayan decidido ahora iniciar en estos momentos el éxodo hacia Europa es solo uno: la devastadora guerra en el país que les está arrebatando el futuro pero también influye el hecho de que Alemania haya anunciado la supresión temporal del tratado de Lisboa, que obliga a país por el que entra una refugiado a tramitar su petición de asilo.
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