La Fundación Pluralismo y Convivencia, que presiden el ministro de Justicia, premia su capacidad de diálogo
La comunidad musulmana de Badajoz, elegida como mejor proyecto nacional de integración
Adel Najjar con su hija Ranim, de dos años de edad, en la mezquita de Badajoz. El imán dice que tiene cuatro mujeres en su vida, su madre, su hermana mayor (que le pagó los estudios), su mujer y su pequeña.
«Hemos fallado, a veces, en justicia social, pero conservamos el respeto a las personas mayores»
«Para vosotros la religión es algo que está en contra de la ciencia, para nosotros el Islam es democracia». Así de claro lo tiene. Quien se expresa es Adel Najjar, imán de la mezquita de Badajoz y voz de la comunidad musulmana en Extremadura. Su afirmación, cuanto menos, inquieta. Sobre todo desde la óptica occidental. Pero este palestino (de Gaza) de 46 años, afincado en el barrio pacense de El Gurugú, asevera que sus creencias le permiten luchar por una vida «más justa». Precisamente, su nombre en árabe quiere decir 'justicia'. Recientemente, el proyecto social y comunitario que lleva a cabo en Badajoz ha sido elegido por la Fundación Pluralismo y Convivencia como 'mejor referencia' durante el pasado año. Esta entidad pública, que preside Francisco Caamaño, ministro de Justicia, tiene como objetivo apoyar -en este caso, con 8.500 euros- a las confesiones religiosas minoritarias en su integración. Esta vez ha querido reconocer la labor de los musulmanes pacenses y ponerlos como ejemplo a nivel nacional por su capacidad de diálogo.
«Esta distinción supone creer en lo que estamos haciendo. Ahora hay que seguir trabajando para lograr mejores resultados de convivencia», manifiesta Adel. «Lo que más han valorado desde la fundación ha sido la jornada de puertas abiertas que tuvimos en 2010. Por aquí pasaron todos los colores políticos». Adel también mantiene un blog en español y árabe y es muy activo en las redes sociales.
La mezquita de Badajoz es un lugar de referencia para los musulmanes que llegan a tierra extremeña, pero su función ha trascendido más allá de la propia comunidad y hoy día es un centro social del barrio donde se ubica. Por poner un ejemplo: «Hace poco tuvimos la Fiesta del Sacrificio. Una parte de la carne es para la mezquita y otra para los vecinos. Vino un hombre a pedirme carne y se la di. Siempre que se puede, se ayuda, porque el musulmán no tiene que ser positivo sólo con otro musulmán, sino con todo el mundo».
Además, la comunidad islámica de Badajoz forma parte de la 'Comisión de la Margen Derecha', una iniciativa cuyo fin es hacer frente a las dificultades de los barrios ubicados al otro lado del río.
Y Adel es uno más en el barrio. «El otro día, por ejemplo, falleció la madre de una vecina y yo fui a la iglesia a darle el pésame. Después vino el cura a charlar un rato conmigo porque nos conocemos, claro». El año pasado se marchó tres meses a su tierra -coincidiendo con el Ramadán- y cuando volvió las vecinas lo paraban cada dos por tres para preguntarle dónde había estado. «Están acostumbradas a verme todos los días».
El cementerio
El imán de Badajoz está muy orgulloso de su papel, sin embargo, tiene dos asignaturas pendientes. La primera, un cementerio, como existe en Sevilla (los enterramientos han de ser directamente en la tierra y el cuerpo ha de estar cubierto con un sudario, por lo que se descartan los nichos y son necesarias parcelas independientes para cumplir con las normas de Sanidad). Ya es casi una reivindicación histórica. Hace once años que pide este servicio pero ninguna Administración contesta.
La segunda, un centro cultural de referencia. «Lo que queremos es un terreno de unos 800 o 1.000 metros, yo sé después cómo financiar la construcción. Me gustaría tener un salón de actos donde poder organizar conferencias, invitar a profesores univsersitarios... Hay una nueva generación que está creciendo en España y hay que meterles los conceptos de igualdad, respeto y justicia. Quiero que sea un centro de referencia no sólo para los musulmanes, sino que sirva también como centro social en el barrio».
Continúa: «A la mujer no le podemos dar su sitio en la mezquita de Badajoz, ellas me exigen un espacio. La mujer musulmana es conservadora, pero eso no quita que pueda tener fuerzas para trabajar y desarrollar actividades». Y aquí empieza la diferencia entre «vosotros y nosotros», como él define. La religión impone que los hombres rezan delante y las mujeres detrás, pero en Badajoz no hay suficiente espacio, por lo que sólo pueden estar los hombres.
-Asegura que el mensaje del Islam está adaptado al siglo XXI pero, ¿por qué no se pueden mezclar hombres y mujeres?
-Porque es una relación muy sensible (la postura del cuerpo a la hora de rezar 'facilita' esa 'sensibilidad'). El Islam quiere prevenir relaciones fuera del matrimonio, quiere proteger. Los mayores casos de infidelidad son con los amigos... Vemos familias destruidas por culpa de eso. Tú tienes dos fuerzas: la mental y la del deseo. Intentamos que la mental supere a la otra. Hay más infidelidad en el mundo Occidental.
-Claro, el Islam permite la poligamia.
-Cuatro mujeres (justifica). ¿Pero tú crees que allí hay hombres casados con cuatro mujeres? La poligamia es una forma de controlar al hombre porque para casarte con una segunda mujer, tienes que tener dinero para comprar una segunda casa y mantener una segunda familia...
-Pero para tener una amante no hace falta una segunda casa.
-Para prevenir eso está la ayuda de la fe. Además, nosotros tenemos el divorcio.
En su discurso ni siquiera se plantea la posibilidad de que sea la mujer la que haga uso de la poligamia. Aún así, sigue defendiendo que el Islam es justicia y democracia. Es más, «el Islam es política social, es política económica. La población musulmana está muy ligada al Islam porque nos dio vida, nos dio cultura, historia. Es diferente en Occidente».
-¿No hay ateos?
-Un mínimo porcentaje. Aunque no sean practicantes, creen. No significa que todas las personas tengan el mismo grado de creencia, igual que hay personas que no aprueban la ley islámica.
Reconoce que a veces han fallado en el lado político y en la justicia social, «pero todavía hay valores que el tiempo no ha podido cambiar, como el respeto a las personas mayores».
Desde su óptica, es la fe la que da sentido a su día a día y considera que a aquellos que no creen en nada «les falta algo, sólo han conocido una parte de la vida».
Adel es buen vecino, ha logrado, junto a su comunidad, ser uno más en el barrio y ha recibido un premio de convivencia a nivel nacional por ello. Y está convencido de que todo se lo debe al Islam.
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