La comunidad musulmana reza para festejar el fin del mes del ayuno. Arriba, el Imán pronuncia su discurso. :: IOSU ONANDIA
Cerca de 500 musulmanes se reunieron en el polideportivo para celebrar el fin del Ramadán en comunidad
A la entrada del polideportivo Aranalde, con una botella de agua, un hombre limpiaba ayer sus manos y pies, cumpliendo así con el rito musulmán de la purificación antes de orar. Por un día, este centro cívico se convirtió en mezquita, porque allí, los musulmanes de Vitoria celebraron el término del mes sagrado, los 30 días de ayuno conocidos como Ramadán. El fin de este sacrificio supone una alegría, y celebrarlo es la obligación de todo creyente. Eid al-Fitr, como se denomina la fiesta, está marcado por el calendario lunar.
«Hoy se da gracias a Dios, es un día sagrado y se reza para que ojalá haya paz, desaparezcan las guerras y se avance en la integración», explicaba Mohamed Badrkhane, de la mezquita Sunna y presidente de una de las asociaciones culturales musulmanas. «Pero integración no sólo en temas religiosos, también en lo social», añadía al tiempo que aseguraba que «en ese sentido se ha avanzado».
Los niños no fueron al colegio, los trabajadores pidieron fiesta o, al menos, tiempo libre. Como Badrkhane, que durante una hora pudo ausentarse del trabajo para ir a las 10.00 horas a rezar con su comunidad. En ese momento, el silencio invadió el polideportivo y el Imán, desde las gradas, alzó la voz para que todos comenzaran a orar. Las mujeres a un lado y los hombres a otro, todos descalzos y de rodillas sobre las pequeñas alfombras que ellos mismos habían llevado, se inclinaban adelante y atrás. Unos minutos después cesó el murmullo y el Imán comenzó su discurso. «Dice lo bueno que nos espera por haber cumplido el Ramadán y también que hay que abrirse poco a poco a los demás», tradujo Mohamed Badi, hijo de uno de los imanes de la ciudad.
«Me siento orgulloso»
Los abrazos y las muestras de cariño se sucedieron cuando todo terminó, y unos hombres repartieron leche y dátiles; ya era hora de comer y, lo más importante, de compartir. «Hoy es un día para estar con la familia. Desayunamos y comemos todos juntos y a los niños se les dan regalos, sobre todo ropa nueva», comentaba Badi.
Tanto para él como para Badrkhane, se trata de una jornada muy especial. «Es maravilloso, estoy muy alegre y me siento orgulloso», confesaba este último. Muchos hombres, mujeres y niños lucían sus mejores galas. «Se une la elegancia y la cultura», afirmaba el hijo del Imán.
En Aranalde se congregaron cerca de 500 musulmanes. «Algunos más cerrados que otros, está claro», reconocían ambos, «pero no hay que confundir. Quemar un Corán nos duele, hace daño porque es malo, pero no tanto como matar gente», apostillaba Badrkhane.
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