China,06-08-2009,elperiodico.com,ADRIÁN Foncillas.
Zapatos en la mano. Miembros de la etnia uigur, de religión islámica, a la hora de la oración en Urumqi. Foto: EFE / DIEGO AZUBEL
No hay musulmán más ferviente que el uigur. Hay 23.000 mezquitas en Xinjiang, la mayor ratio del mundo. El islam tiene un componente político innegable en la pugna contra China, con el ateísmo en el ADN. Por eso, el anuncio de que las mezquitas permanecerían cerradas el viernes, el día sagrado para los musulmanes, anticipaba problemas.
La prueba admite las dos lecturas: la tensión regresó a las calles tras dos días de calma, lo que certifica su fragilidad, pero el envite se resolvió sin víctimas. La mayoría de las mezquitas amanecieron selladas con decenas de agentes antidisturbios guardando las puertas y carteles que exhortaban a rezar en casa. Solo abrió un pequeño número de mezquitas menores, cuyo aforo impide grandes aglomeraciones. La chispa saltó en la Mezquita Blanca, en el barrio musulmán de Er Dao Qiao. Una multitud se concentró a sus puertas a la hora del rezo del mediodía, el más importante del día.
Tensión palpable
Mehmet, un anciano, catalizó el disgusto de los presentes con rezos en plena calle y grandes aspavientos. «No nos dejan ni rezar. Aquí se va a liar», comentaba un joven tocado con un gorro. La tensión era tan palmaria que los agentes se echaron a un lado y los uigures accedieron a su lugar sagrado.
Sobre la acera se acumulaban ya uigures resentidos y prensa extranjera, el ideal caldo de cultivo para estimular a las masas. Alrededor de una uigur que denunciaba la dureza de la represión militar se arremolinó una turbamulta, que respondía a sus lamentos con aplausos y gritos. Los exaltados enfilaron hacia la avenida Jiefang Lu con brazos en alto y pidiendo la liberación de detenidos. No superaban la treintena, pero era la primera protesta colectiva en dos días. Suficiente para que unas decenas de agentes les adelantaran a la carrera para cortarles el paso, les ordenaran que se arrodillaran, detuvieran a la mitad de uigures y a cuatro periodistas extranjeros. El suceso devolvió los uniformes en masa y los blindados a las calles de los barrios musulmanes.
Abandono de la ciudad
Aunque la tensión ha bajado varias octavas, muchos creen que Urumqi, la capital de Xinjiang, no es un lugar seguro. La población han se va de la ciudad mayoritariamente por aire. Los uigures, menos favorecidos por el desarrollo económico, se van en autobús. Ha aumentado la frecuencia de salida y los precios se han quintuplicado en el mercado negro.
El éxodo universitario es acentuado después de que las autoridades educativas les aconsejaran marcharse a sus casas tras los exámenes. China aumentó ayer el número de muertos de 156 a 184. Y más importante que eso, reveló al fin el secreto mejor guardado: la proporción de víctimas han y uigures. Hasta ayer se había negado alegando que «todos eran ciudadanos de Urumqi» y no cabían las distinciones. Las cifras oficiales revelan que 137 muertos son han (111 hombres y 26 mujeres) y 46 uigures (45 hombres y una mujer), una proporción de casi tres a uno.
Los datos, con las debidas reservas, demostrarían que la furia de la revuelta uigur fue mayor a la respuesta del Ejército. Los testigos ya habían descrito la razzia de los uigures, que persiguieron con saña a los chinos han y quemaron sus comercios.
La agencia de noticias china mostró esta semana fotos con decenas de cadáveres han. Los uigures denuncian que China falsea las cifras. Las organizaciones de uigures en el exilio hablan de 800 muertos sin aportar ningún indicio ni criterio de cálculo razonable de estas cifras.
Este periódico pudo constatar en las listas de fallecidos colgadas en un hospital de Urumqi un número parecido de víctimas de ambas etnias.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
Zapatos en la mano. Miembros de la etnia uigur, de religión islámica, a la hora de la oración en Urumqi. Foto: EFE / DIEGO AZUBEL
No hay musulmán más ferviente que el uigur. Hay 23.000 mezquitas en Xinjiang, la mayor ratio del mundo. El islam tiene un componente político innegable en la pugna contra China, con el ateísmo en el ADN. Por eso, el anuncio de que las mezquitas permanecerían cerradas el viernes, el día sagrado para los musulmanes, anticipaba problemas.
La prueba admite las dos lecturas: la tensión regresó a las calles tras dos días de calma, lo que certifica su fragilidad, pero el envite se resolvió sin víctimas. La mayoría de las mezquitas amanecieron selladas con decenas de agentes antidisturbios guardando las puertas y carteles que exhortaban a rezar en casa. Solo abrió un pequeño número de mezquitas menores, cuyo aforo impide grandes aglomeraciones. La chispa saltó en la Mezquita Blanca, en el barrio musulmán de Er Dao Qiao. Una multitud se concentró a sus puertas a la hora del rezo del mediodía, el más importante del día.
Tensión palpable
Mehmet, un anciano, catalizó el disgusto de los presentes con rezos en plena calle y grandes aspavientos. «No nos dejan ni rezar. Aquí se va a liar», comentaba un joven tocado con un gorro. La tensión era tan palmaria que los agentes se echaron a un lado y los uigures accedieron a su lugar sagrado.
Sobre la acera se acumulaban ya uigures resentidos y prensa extranjera, el ideal caldo de cultivo para estimular a las masas. Alrededor de una uigur que denunciaba la dureza de la represión militar se arremolinó una turbamulta, que respondía a sus lamentos con aplausos y gritos. Los exaltados enfilaron hacia la avenida Jiefang Lu con brazos en alto y pidiendo la liberación de detenidos. No superaban la treintena, pero era la primera protesta colectiva en dos días. Suficiente para que unas decenas de agentes les adelantaran a la carrera para cortarles el paso, les ordenaran que se arrodillaran, detuvieran a la mitad de uigures y a cuatro periodistas extranjeros. El suceso devolvió los uniformes en masa y los blindados a las calles de los barrios musulmanes.
Abandono de la ciudad
Aunque la tensión ha bajado varias octavas, muchos creen que Urumqi, la capital de Xinjiang, no es un lugar seguro. La población han se va de la ciudad mayoritariamente por aire. Los uigures, menos favorecidos por el desarrollo económico, se van en autobús. Ha aumentado la frecuencia de salida y los precios se han quintuplicado en el mercado negro.
El éxodo universitario es acentuado después de que las autoridades educativas les aconsejaran marcharse a sus casas tras los exámenes. China aumentó ayer el número de muertos de 156 a 184. Y más importante que eso, reveló al fin el secreto mejor guardado: la proporción de víctimas han y uigures. Hasta ayer se había negado alegando que «todos eran ciudadanos de Urumqi» y no cabían las distinciones. Las cifras oficiales revelan que 137 muertos son han (111 hombres y 26 mujeres) y 46 uigures (45 hombres y una mujer), una proporción de casi tres a uno.
Los datos, con las debidas reservas, demostrarían que la furia de la revuelta uigur fue mayor a la respuesta del Ejército. Los testigos ya habían descrito la razzia de los uigures, que persiguieron con saña a los chinos han y quemaron sus comercios.
La agencia de noticias china mostró esta semana fotos con decenas de cadáveres han. Los uigures denuncian que China falsea las cifras. Las organizaciones de uigures en el exilio hablan de 800 muertos sin aportar ningún indicio ni criterio de cálculo razonable de estas cifras.
Este periódico pudo constatar en las listas de fallecidos colgadas en un hospital de Urumqi un número parecido de víctimas de ambas etnias.
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