Kabul,27-08-2009,participacion.abc.es.
No es común ver una mezquita destruida en una república islámica y menos en pleno centro de su capital y cuando se trata de uno de los templos más antiguos de la ciudad. La mezquita de Olia tiene 400 años y sus paredes y techos conservan las cicatrices de la guerra civil. Desde fuera parece una de las muchas construcciones en ruinas que hay en Kabul, pero cuando uno se acerca se sorprende con un grupo de niños que memorizan el Corán bajo los haces de luz que entran por un tejado que parece un colador debido a los impactos de bala y metralla.
Una mezquita en ruinas recovertida en madrasa.
“Son muy pobres y viven en una pequeña madrasa que estamos construyendo”, asegura Shihab Ahmed, uno de los profesores que saluda al extranjero y le pide que no haga fotos en las que se pueda reconocer a los pequeños. ¿Cómo es posible que un gobierno islámico no arregle una mezquita? “La respuesta es clara, porque de islámico sólo tiene el nombre. Los mismos comandantes que destrozaron el país y esta mezquita en la guerra civil, están ahora de nuevo en el poder y por eso no les aceptamos”, lamenta Shihab.
Vienen de la provincia sureña de Paktia, feudo de los talibanes, y hablan dari con dificultad. “Si espera hasta la tarde verá llegar a setenta chicas que también acuden a recitar el Corán”, asegura mientras señala el único minarete de ladrillo rojo que sobrevivió al fuego cruzado entre los hombres de Dostúm y los de Masoud. Aseguran que viven gracias a las ayudas de los comerciantes del barrio, pero en los alrededores los rumores señalan que se trata de un “lugar de fundamentalistas”.
Extremadamente humilde, viviendo en un edificio en auténtico estado de ruina en el centro de ese Kabul viejo a punto de ser engullido por la narco-ciudad que ha nacido en los últimos ocho años, niños y profesores rezan cada día el Libro Sagrado que es “lo que nos mantiene seguros de que el tejado no caerá sobre nuestras cabezas”.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
No es común ver una mezquita destruida en una república islámica y menos en pleno centro de su capital y cuando se trata de uno de los templos más antiguos de la ciudad. La mezquita de Olia tiene 400 años y sus paredes y techos conservan las cicatrices de la guerra civil. Desde fuera parece una de las muchas construcciones en ruinas que hay en Kabul, pero cuando uno se acerca se sorprende con un grupo de niños que memorizan el Corán bajo los haces de luz que entran por un tejado que parece un colador debido a los impactos de bala y metralla.
Una mezquita en ruinas recovertida en madrasa.
“Son muy pobres y viven en una pequeña madrasa que estamos construyendo”, asegura Shihab Ahmed, uno de los profesores que saluda al extranjero y le pide que no haga fotos en las que se pueda reconocer a los pequeños. ¿Cómo es posible que un gobierno islámico no arregle una mezquita? “La respuesta es clara, porque de islámico sólo tiene el nombre. Los mismos comandantes que destrozaron el país y esta mezquita en la guerra civil, están ahora de nuevo en el poder y por eso no les aceptamos”, lamenta Shihab.
Vienen de la provincia sureña de Paktia, feudo de los talibanes, y hablan dari con dificultad. “Si espera hasta la tarde verá llegar a setenta chicas que también acuden a recitar el Corán”, asegura mientras señala el único minarete de ladrillo rojo que sobrevivió al fuego cruzado entre los hombres de Dostúm y los de Masoud. Aseguran que viven gracias a las ayudas de los comerciantes del barrio, pero en los alrededores los rumores señalan que se trata de un “lugar de fundamentalistas”.
Extremadamente humilde, viviendo en un edificio en auténtico estado de ruina en el centro de ese Kabul viejo a punto de ser engullido por la narco-ciudad que ha nacido en los últimos ocho años, niños y profesores rezan cada día el Libro Sagrado que es “lo que nos mantiene seguros de que el tejado no caerá sobre nuestras cabezas”.
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