Almería,14.06.2008,elalmería.es,Juan José Ceba
LA lectura del Diwan de Ibn Jatima, escritor almeriense, gloria y altura de la poesía de su tiempo, compuesto en nuestra ciudad entre 1337 y 1338, descubre la obra sorprendente de un poeta con aportes de inmensa riqueza y de una lozana modernidad. Fue un ilustre médico, que describió la epidemia de peste que asoló nuestra tierra, y redactó un libro esencial sobre la historia de Almería.
En la colección de sus poemas, traducida por Soledad Gisbert, encontramos un exquisito refinamiento y una sensibilidad cultivada, que nos asoma a un esplendoroso jardín, donde se valora la delicadeza del canto. Para su discípulo, el visir granadino Ibn al-Jatib, fue nuestro poeta "conocedor de todas las ramas del saber… y se distingue por su buena escritura, su buen carácter y su facilidad para improvisar versos. Es la belleza de las bellezas de Al-Andalus".
Junto a extensos poemas místicos y alegóricos, con una abierta amplitud de mares, continuadores del mejor clasicismo árabe y de una imaginería portentosa, hallamos versos amorosos, donde a veces invierte las comparaciones: "y abracé su rama, como un talle, / y bebí su vino, como saliva".
En sus versos descriptivos aflora una fuerza incontenible de la vida y la naturaleza. Nos da a conocer una fiesta de gran arraigo en Almería, la Sa´baniyya, celebrada en primavera, antes del Ramadán, durante cuatro días de ruptura, en los jardines, donde recitaban y cantaban versos, sonaban músicas, deslumbraban hermosas danzarinas, comían y bebían en abundancia, se paseaban por el río y amaban con llamarada y desenfreno: "Daría mi vida por que volvieran nuestras noches que pasamos a la sombra del jardín, favorecidos por la suerte" Como invitación a una tertulia tenían costumbre de enviar un ramo de flores, acompañado de un poema.
El mundo personal de Ibn Jatima es fascinante: en sus cantos aparecen juegos de sonidos, versos con eco, enigmas con números y letras, poemas que toman la forma que describen -a modo de caligramas-, versos recortados con tijeras y, un sinfín de aportaciones, que se adelantan, en el siglo XIV, y sin dejar la unidad con la naturaleza, a la poesía experimental.
Es en las moaxajas, ese canto donde la seducción del ritmo y de la música entra en juego, con la categoría que envía el corazón, y que se cierra con la gracia sonora de una jarcha, donde alcanza una grata viveza, como en las coplas de amor entre un musulmán y "un corzo cristiano", donde escribe: "Obediente al amigo/ tras la belleza fui./ No obedecí a censores:/ seguí la tentación".
Si en el Magreb aún se cantan sus versos, en Almería le desteje el olvido.
Islam España es el portal del islam en lengua española , un proyecto de futuro para la convivencia,la cooperación y el diálogo.
LA lectura del Diwan de Ibn Jatima, escritor almeriense, gloria y altura de la poesía de su tiempo, compuesto en nuestra ciudad entre 1337 y 1338, descubre la obra sorprendente de un poeta con aportes de inmensa riqueza y de una lozana modernidad. Fue un ilustre médico, que describió la epidemia de peste que asoló nuestra tierra, y redactó un libro esencial sobre la historia de Almería.
En la colección de sus poemas, traducida por Soledad Gisbert, encontramos un exquisito refinamiento y una sensibilidad cultivada, que nos asoma a un esplendoroso jardín, donde se valora la delicadeza del canto. Para su discípulo, el visir granadino Ibn al-Jatib, fue nuestro poeta "conocedor de todas las ramas del saber… y se distingue por su buena escritura, su buen carácter y su facilidad para improvisar versos. Es la belleza de las bellezas de Al-Andalus".
Junto a extensos poemas místicos y alegóricos, con una abierta amplitud de mares, continuadores del mejor clasicismo árabe y de una imaginería portentosa, hallamos versos amorosos, donde a veces invierte las comparaciones: "y abracé su rama, como un talle, / y bebí su vino, como saliva".
En sus versos descriptivos aflora una fuerza incontenible de la vida y la naturaleza. Nos da a conocer una fiesta de gran arraigo en Almería, la Sa´baniyya, celebrada en primavera, antes del Ramadán, durante cuatro días de ruptura, en los jardines, donde recitaban y cantaban versos, sonaban músicas, deslumbraban hermosas danzarinas, comían y bebían en abundancia, se paseaban por el río y amaban con llamarada y desenfreno: "Daría mi vida por que volvieran nuestras noches que pasamos a la sombra del jardín, favorecidos por la suerte" Como invitación a una tertulia tenían costumbre de enviar un ramo de flores, acompañado de un poema.
El mundo personal de Ibn Jatima es fascinante: en sus cantos aparecen juegos de sonidos, versos con eco, enigmas con números y letras, poemas que toman la forma que describen -a modo de caligramas-, versos recortados con tijeras y, un sinfín de aportaciones, que se adelantan, en el siglo XIV, y sin dejar la unidad con la naturaleza, a la poesía experimental.
Es en las moaxajas, ese canto donde la seducción del ritmo y de la música entra en juego, con la categoría que envía el corazón, y que se cierra con la gracia sonora de una jarcha, donde alcanza una grata viveza, como en las coplas de amor entre un musulmán y "un corzo cristiano", donde escribe: "Obediente al amigo/ tras la belleza fui./ No obedecí a censores:/ seguí la tentación".
Si en el Magreb aún se cantan sus versos, en Almería le desteje el olvido.
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