sábado, 30 de junio de 2007

Éric, en defensa del islam

LA SITUACIÓN DE LOS DOS GRANDES
EL PERFIL DEL TERCER FICHAJE AZULGRANA

1. • Abidal, el lateral izquierdo francés, se hizo musulmán después de "un largo periodo de reflexión"

2. • "Vivo mi religión sin ostentación, llevo el Corán conmigo", afirma el jugador

BARCELONA,30/6/2007,elPeriódico.com, MARCOS LÓPEZ
"Aún hoy, cuando veo a un pintor, con la ropa manchada y sucia, pienso: 'Yo podría llevar la misma vida que él'". Pues no. Éric Abidal, 27 años, casado con Hayet, padre de dos niñas (Meliana y Canelia), no lleva vida de pintor ni tampoco de obrero. No hace siquiera ni una década, cuando aún no era jugador profesional, pasó un verano --vestido con un pantalón y camiseta blanca-- trabajando en la empresa de un amigo de su padre. Pintando paredes, colocando papel en las paradas, instalando moquetas y parquet en los suelos. Pero, al final, triunfó como futbolista, a pesar de que su camino ha sido tortuoso. Abidal no es producto de una academia como Henry --el primer club profesional del nuevo lateral zurdo azulgrana fue con 20 años-- ni emprendió un curioso y anónimo viaje por media Europa, llegando desde África, como el de Touré Yaya.
Cuando Abidal, un joven nacido en Saint-Genis-Laval, un barrio industrial y populoso ubicado en el sur de Lyón, a ocho kilómetros del centro, se asomó ayer al Camp Nou lo hacía convertido en el segundo defensa más caro en la historia del Barça. Porque siempre hay algo que cuesta más. Ese honor le corresponde aún a Philippe Christanval. Otro francés, por quien el club azulgrana abonó 16,7 millones de euros al Mónaco en el 2001. Seis años más tarde, llega Abidal y, curiosamente, es más barato (casi dos millones menos).

De extremo a lateral

Christanval, contratado en la época de Joan Gaspart (presidente), Anton Parera (gerente) y Carles Rexach (entrenador), aún juega a fútbol. El Barça lo regaló al Marsella --textual, lo regaló, sin cobrar un euro cuando entró la nueva junta de Laporta-- y el Marsella lo regaló --textual-- al Fulham. Allí anda todavía Christanval, un central que no dejó huella alguna en Barcelona, mientras Abidal se fogueaba en Mónaco, precisamente la casa desde la que salió su compatriota, pasaba después por el Lille antes de recalar en el Lyón, el mejor club de Francia, el que los impulsa a todos.
Así, contado en unas pocas líneas, resulta hasta sencillo. Pero no lo ha sido. El niño que nace en Lyón y triunfa en Lyón. Pues no. Con 10 años, y una punta de velocidad que sorprendía para su edad, jugaba de extremo izquierdo. Como todos los laterales, Abidal ha ido de adelante hacia atrás. Poco a poco se iba acercando al estadio Gerland, el templo del Olympique. Del barrio se fue a jugar al Cascol, en el centro de la ciudad. Y, como todos, pasó una prueba con el Lyón. Pasó más de una, pero todas con el mismo resultado. Iba y entrenaba con ilusión, aunque al llegar a casa abría el buzón y se encontraba una carta: no apto. No aceptaban a ese alto y delgaducho joven que corría por la banda. Hace unos meses, cuando el diario deportivo francés L'Équipe le llevó a recorrer las huellas de su vida, Abidal dijo que nunca lloraba al abrir esas cartas. No se desanimaba. Era un desafío más para triunfar.
Día a día, cogía el autobús desde el barrio hasta el centro, persiguiendo un sueño, mientras completaba sus estudios (primero de pintor, revestidor de suelos y moquetas, y después con un proyecto sobre gestión del trabajo). Y, a veces, ha confesado que andaba hasta 10 kilómetros, de vuelta a casa, pensando que se le había acabado todo. Hubo un momento (tenía 16 años) en que estuvo a punto de dejarlo todo al sufrir una fractura de tibia y peroné. Superó la lesión y entre los 18 y los 20, cuando los talentos ya son estrellas o internacionales, Abidal estaba aún en un club menor de Lyón (La Duchere), cruzándose de vez en cuando por las calles de su barrio con Hayet, una hermosa joven a la que no se atrevía a dirigirle la palabra.

Disciplina familiar

Tampoco podía, eso es verdad. A ella, a Hayet, no le dejaba hablar su padre con los hombres. Después, cuando Abidal ya jugaba en el Mónaco --debutó como profesional con 21 años--, sí que habló con la que luego se convirtió en su mujer. Pero antes debía respetar los códigos del barrio. Cuando regresaba a Saint-Genis-Laval, rememoraba los paseos por las calles, la disciplina familiar --su padre era dietista y su madre ejercía de enfermera nocturna, empeñados en enviar dinero a Martinica-- y el balón que guiaba sus pasos. Abidal se marchó de Lyón porque no le quisieron y volvió cuatro años más tarde (2004) cuando el club de su vida pagó 8,5 millones de euros al Lille para repatriarlo.

Un tipo solvente

En el camino han cambiado muchas cosas. El joven delgaducho se ha transformado es una fuerza de la naturaleza (1,86 metros y 74 kilos), un lateral poderoso, solvente (solo ha visto seis tarjetas amarillas en 106 partidos), con palmarés (tres veces campeón de Francia con el Lyón, subcampeón del mundo en Alemania-06), llamado el nuevo Thuram. Pues, el nuevo y el viejo Thuram se reúnen en el Barça. En esa larga ruta, Abidal ha adquirido matices distintos. "Al ser adulto me interrogué sobre mí y me fui convirtiendo al islam después de un largo tiempo de reflexión. Vivo mi religión sin ostentación, llevo el Corán conmigo. Y no me convertí porque Hayet, mi esposa, es musulmana. He sido yo y mi conciencia". Desde entonces, el libro sagrado del islam acompaña a Abidal, hasta guiarle finalmente al Camp Nou.


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