vitoria. “Yo recomiendo adoptar la actitud del ignorante, el profesor también debe transformarse en su relación con un alumno inmigrante”, resume Carbonell.
En lugar de hablar de integración, usted apuesta por una ‘acomodación sin asimilación’ de los alumnos inmigrantes. ¿Qué significa?
Permitir que sean ellos mismos, que en el aula pueda haber personas con distintos referentes familiares y con unos mismos puntos de acuerdo para poder convivir juntos. Estamos acostumbrados a sociedades muy monolíticas en las que toda la gente piensa lo mismo en casa, va a la misma iglesia, habla la misma lengua… Y este tipo de modelo de sociedad en la que todos somos iguales se ha ido al carajo. El reto de la escuela no debe ser reconstruir una igualdad forzada, porque no es posible. El modelo al que antes llamaban integración, pero que quería decir asimilación, lo que pretendía era volver a hacernos a todos iguales, pero esto crea muchos problemas, como los que han tenido en Francia.
¿Cuál debería ser entonces el camino?
Aceptar a la gente como es, mientras eso no contradiga nuestras normas y valores fundamentales y no todas las cosas que nos hacen distintos contradicen nuestras normas, y buscar aquellos espacios comunes en los que todos estemos cómodos compartiendo lo que hay que compartir. En Cataluña se ha usado una metáfora, aunque la encuentro un poco empobrecedora. Dice que en el espacio privado cada uno que haga lo que quiera, hable la lengua que quiera y que le rece al Dios que quiera, pero en el espacio público todos tendremos unos valores comunes. En la práctica no es tan fácil que la cultura mayoritaria no intervenga en ese espacio público y que aceptemos en este espacio público cosas que consideramos privadas y que otros consideran públicas. La solución no es fácil.
Al menos, ¿se trabaja en esa dirección?
No. Hay escuelas que están haciendo un esfuerzo magnífico, pero generalizando, aunque con la mejor voluntad del mundo y sin mala fe, muchos maestros lo que quieren es que los alumnos extranjeros sean cuanto antes como nosotros, para que se integren y tengan una profesión. Y pierden de vista que si en ese hacerlos como nosotros los enfrentamos a sus valores familiares, los chicos viven escindidos entre dos realidades que no encajan. Se les quiere llevar a un mundo con valores totalmente nuevos y ellos no pueden dar ese salto tan brusco. No podemos pedirles fidelidad a la escuela a costa de ser infieles a su familia.
¿Las aulas de acogida pueden ayudarles antes de dar ese salto?
En Cataluña no han funcionado. Yo soy de la opinión de que se incorporen en el aula ordinaria con los chicos ordinarios y que salgan a dar clases de lengua en grupos reducidos, pero que sientan, sobre todo, que su grupo es el ordinario, porque si sienten que son parte de un grupo encapsulado es más fácil que surjan prejuicios, estereotipos, que piensen yo soy el raro, yo soy el extranjero, me tratan distinto… Eso baja su motivación, baja sus expectativas y hace que fracasen en el colegio.
¿Las cuotas para que los alumnos se repartan en todos los centros ayudan?
La realidad es que los barrios están compuestos por los habitantes que hay. En Estados Unidos hicieron pruebas con el busing , llevando chicos de unos barrios a otros, pero tampoco veo que sea la solución. Me daría con un canto en los dientes si consiguiésemos que en los centros no hubiese una sobrerepresentación de extranjeros respecto a los que hay en el entorno. Hay barrios en Cataluña en los que si en el barrio hay un 60% de inmigrantes, en la escuela hay un 90%. En un barrio con un 60% de inmigrantes eso se puede corregir un poco facilitando que vayan a una escuela de un barrio próximo, pero tampoco hay que coger el autobús e ir repartiéndolos por ahí. Hay que ser prudentes y buscar soluciones para que no se concentren en un mismo centro.
En Euskadi hay varios centros con ese problema.
Y en sus barrios seguro que no hay un 90% de inmigrantes. En un pueblo de Girona han intentado hacer ese reparto en autobuses, pero el presupuesto no alcanza a toda la escolaridad obligatoria. Al llegar a los nueve años ya pueden ir en bicicleta, pero el padre de una niña musulmana no la deja ir sola en bicicleta. Esto también genera más problemas.
Al margen de cómo se estructuren los centros desde fuera, ¿los propios profesores también pueden ayudar a esa integración?
Hay una segregación externa a la escuela que concentra niños en una escuela determinada, pero luego hay otra segregación interna, hay centros que crean el grupo A, el grupo B y el grupo C en el mismo curso. Eso es un desastre. Hay que comprender que muchos maestros no han recibido formación para tratar la enorme diversidad que hay en su aula, no tienen práctica en manejarse con chicos que no conocen el idioma, no saben qué hacer… Y lo más cómodo es agruparlos todos en otra aula. Habría que formar a los maestros para darles las herramientas para tratar esa diversidad. Todo apunta a que esto no va a disminuir, va a ir a más. Y el centro puede intervenir, por lo menos, para no empeorar las cosas.
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