En Milán, la segunda ciudad de Italia y el lugar del país con la tasa más alta de inmigración, no
hay una mezquita. Hasta hoy, los musulmanes que viven allí han tenido que rezar en un pequeño
centro cultural. Pero el ayuntamiento de la ciudad ha resuelto que esto debe terminar.
mezquita240.jpgEl único aspecto positivo de esta historia es que Milán, el centro económico de Italia, podría ser, en el futuro, porque todavía no hay una solución, un modelo para todo el país. El problema es que, en 2008, la ciudad con la tasa más alta de inmigración en un país europeo tan importante como Italia, no tiene una mezquita. Y la situación es todavía más complicada si se piensa que en la región a la que pertenece Milán, Lombardía, en el norte del país, viven dos tercios de los musulmanes que se encuentran en Italia. En total, casi un millón y medio.
La falta de una mezquita no es simplemente un problema de Milán. En nuestro país hay sólo tres mezquitas. Esto significa que las personas que profesan el islamismo se encuentran casi siempre en centros culturales. Muchas veces, en realidad, locales pequeños, o garajes. En sustancia, locales muy incómodos.
Y esto pasa también en Milán donde, durante muchos años, la comunidad musulmana se ha encontrado para rezar, todos los viernes, en el centro cultural de la Avenida Jenner. Un local también muy pequeño. Resultado: miles de personas rezando, cada viernes, en las aceras de una zona céntrica, y en muchos casos, en la misma calle. La Avenida Jenner, para dar una idea, es una carretera de circunvalación, en una zona muy transitada. La oración del viernes, en muchos casos, ha significado encontrar muy poco espacio entre el kiosco de los periódicos y la parada del autobús.
Resolución del Ayuntamiento
En el futuro, esto ya no pasará. El ayuntamiento de la ciudad, a pedido del ministerio del Interior, ha dicho que en aquel centro ya no se puede rezar, y que la comunidad islámica tiene que encontrar otro sitio. El viernes pasado (el primero fuera de casa, podríamos decir), la oración fue organizada en unas instalaciones donde normalmente se realizan actividades deportivas, y para las próximas semanas se hará en una especie de Palacio de los Deportes, donde se hacen también conciertos. Todo esto pagando un alquiler. Pero nada es definitivo. Las instituciones locales y nacionales junto con la comunidad musulmana tienen todavía que encontrar una solución definitiva.
En todo esto hay también una responsabilidad política. En Milán, el ayuntamiento está en manos de la derecha, la misma que gobierna en el ámbito nacional. Desde allí no se aporta ninguna idea. Pero el color político no hace diferencia, porque la oposición de izquierda tampoco tiene soluciones. Así que la cuestión es la falta de capacidad política para solucionar problemas prácticos, y la falta de profundidad de análisis. Como si la inmigración hacia Europa no fuese uno de los fenómenos globales de las próximas décadas. Junto, obviamente, con el respeto a la libertad de culto. Aunque la comunidad musulmana no ayuda y se ha cerrado mucho en sí misma.
Las únicas palabras inteligentes en estas semanas han llegado desde la Iglesia Católica, que ha pedido "un trabajo más serio con una mirada hacia el futuro". Palabras que no han gustado al gobierno. Con esto, el debate se simplifica a "a favor o en contra de una mezquita en Milán. ¿Los musulmanes son buenos o malos?". En una situación así también las personas con un pasado no muy claro -por Milán han pasado, por ejemplo, muchos combatientes que luego viajaron a Iraq o Afganistán- pueden adquirir liderazgo.
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