Ya que mi trabajo tiene lugar en el campo de la historia y en el de la astronomía, de ellos es de donde voy a tomar varios ejemplos.
Comenzaremos en el siglo IX de nuestra era. Es muy probable que hubiera elementos de investigación científica antes de esta fecha, porque el desarrollo de las ciencias exactas en el transcurso del siglo IX fue tan brillante que y fecundo que no hubiera podido producirse en un terreno científico completamente virgen. Pero todavía no poseemos los suficientes estudios serios sobre lo que pudo pasar en Bagdad y en Damasco en el siglo VIII, o antes, en este campo, para que podamos decir algo útil; sin embargo, voy a dar la reseña de un pequeño suceso que tuvo lugar a finales del siglo VIII. La India era muy relevante en el campo de las ciencias exactas alrededor del siglo VI, y las primeras fuentes de la astronomía científica que se trasmitieron al mundo árabe fueron las fuentes hindúes.
Esto fue algo que continuó posteriormente, pero tenemos huellas concretas de lo que pasó en el siglo VI y, concretamente en Bagdad, hacia el 880, hubo una misión oficial hindú que se presentó para visitar al Califa; entre sus delegados había un astrónomo que llevaba consigo un texto de astronomía que fue traducido al árabe. Los textos de astronomía hindúes contenían, principalmente, métodos prácticos para el cálculo de las posiciones de los planetas y llegar a resultados inmediatos y simples. Los primeros tratados de astronomía científica árabe de finales del siglo VIII y de comienzos del IX son copias calcadas de esta tradición, pero desde el momento en que las fuentes griegas estén disponibles en árabe, la influencia hindú pasará rápidamente a un segundo plano, ya que los textos griegos eran mucho más ricos en razonamientos teóricos y permitían un desarrollo de la astronomía como ciencia exacta. Estos textos griegos van a hacer su aparición en Bagdad en torno al año 820.
En estos momentos, el Califa al-Ma'mûn, que gobernó en Bagdad desde el 813 al 833, desempeñó un papel muy importante. Bajo su impulso y gracias a su financiación, comenzaron a ser traducidos todos los textos científicos griegos accesibles, de todas las disciplinas y materias: medicina, matemáticas, astronomía, etc. Este movimiento de traducción se prolongará a lo largo de este siglo, pero fue bajo el mandato de al-Ma'mûn cuando se comenzaron la mayoría de las traducciones, y también fue este Califa el que tomó la decisión política de introducir en su imperio estos textos científicos permitiendo el desarrollo de la corriente de investigación en las ciencias exactas.
En su mayor parte, los textos griegos se estudiaban ya en este lugar, pues el imperio abasida ocupaba parte del antiguo imperio bizantino (al menos en lo relativo a Siria, Egipto e Irak actuales) y algunos centros culturales de este imperio -tan importante como Apamea, Antioquía, Harrán, Damasco o Alejandría- formaban parte del imperio abasida en esa época. La mayoría de los textos ya estaban en las bibliotecas de estas ciudades, aunque llevaban años sin ser utilizados, o en las de los conventos cristianos que existían en la región. También se enviaron expediciones desde Bagdad a Bizancio en busca de libros griegos de los que no existía copia en el país árabe.
Hubo una institución en Bagdad que desempeñó un papel importantísimo en este trabajo, la "Casa de la Sabiduría" (Bayt al-Hikma), organizada y financiada por el poder central. Este centro cultural fue fundado probablemente por Hârûn al-Rashîd dos generaciones antes. Era a la vez una biblioteca, una especie de academia y un centro de traducción e investigación. Junto a esta institución oficial y vinculados con ella, se crean otros equipos de trabajo, como por ejemplo el formado alrededor de los tres hermanos Banû Mûsâ, una especie de mecenas, que eran brillantes matemáticos y astrónomos, y que atrajeron a su grupo de Bagdad a personas tan importantes como Thâbit b. Qurra, originario de Harrân, perfecto conocedor del siriaco, el griego y el árabe, y que tradujo y compuso tratados de todas las ciencias conocidas en su época. Todos estos sabios trabajaron relacionados entre sí, y las obras bibliográficas antiguas -como el Fihrist de al-Nadîm, escrito en el 945- dan noticia de la gran cantidad de correspondencia científica que había entre todos estos sabios, en la que discutían y trataban problemas concretos.
En esta época hubo un verdadero medio de investigación científica en el sentido en el que hoy lo entendemos, colaborando todos en un mismo trabajo, ya fueran musulmanes, cristianos, judíos, zoroastrianos o sabeos. Algunos han hablado de una "edad de oro" de la investigación en el Bagdad de entonces, lo que es probable que sea parcialmente cierto.
Volviendo al problema de las traducciones, tomemos como ejemplo el paso al árabe de los textos de astronomía griegos.
El sabio griego más importante, en lo referente a astronomía, es Ptolomeo, que vivió en el siglo segundo de nuestra era. Realizó la síntesis de todos los trabajos de sus predecesores, añadiendo sus propias observaciones e investigaciones personales. Su obra más importante en esta disciplina es el Almagesto, en trece volúmenes, que es un tratado completo de astronomía teórica y que servirá de manual básico para todos los astrónomos hasta el siglo XVI. Esta obra fue traducida al árabe por al-Hajjâj, por orden de al-Ma'mûn, entre los años 826-827, edificándose dos observatorios, uno en Bagdad y otro en Damasco, para verificar por observación directa los resultados mencionados por Ptolomeo.
Luego veremos cómo se llevó a cabo esta verificación y cuales fueron los primeros trabajos originales compuestos en Bagdad sobre esta base. La obra de Ptolomeo es rica en lo que a la enseñanza teórica respecta, con demostraciones geométricas muy elaboradas -no se trata tan sólo de fórmulas matemáticas que permiten la composición de unos mapas en los que se reflejan los movimientos de los astros, como era el caso de los tratados hindúes traducidos a finales del siglo VIII- por lo que seducirá con rapidez a los sabios de Bagdad. La traducción de al-Hajjâj era muy fiel al texto griego original, y en Bagdad, a lo largo del siglo IX, todavía era preciso que en el equipo de trabajo hubiera alguien que conociera el griego para poder acudir al texto original y saber qué es lo que realmente quería decirse, porque el léxico árabe aún no estaba a punto y el vocabulario científico no estaba completamente establecido.
Pero, tomando como base esta traducción, se hizo posible un trabajo en árabe y se desarrolló la investigación con la creación de una ciencia en lengua árabe. En el 892, hubo una segunda traducción al árabe de la misma obra, el Almagesto, después de 65 años de práctica de la ciencia y, esta segunda traducción, ya no exigía el tener que recurrir eventualmente a alguien que conociera el griego, la lengua árabe se había convertido en una lengua científica con un vocabulario desarrollado y adaptado. De esta forma, tenemos en Bagdad, en el siglo IX, dos fechas precisas en lo que a la astronomía concierne, 826 y 892: en el año 826 el idioma árabe todavía no estaba preparado, en el 892 la lengua se había convertido en científica. Podría hacerse lo mismo con todas las ciencias exactas ya que con las matemáticas, por ejemplo, sucedió algo semejante: una lengua que se puso a punto, poco a poco, y al cabo de cierto tiempo, cuando hay una investigación en este idioma, ya no es necesario el acudir a la lengua original, el árabe solo basta.
Puede decirse que, en Bagdad y a partir del siglo IX, debido al desarrollo de las ciencias y a la creación científica, la lengua árabe se convirtió en el único idioma científico de la época alrededor del Mediterráneo y así siguió siendo durante varios siglos.
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