miércoles, 24 de junio de 2009

Ildefonso Falcones inventa una España musulmana para su gran novela

Madrid,22 de junio de 2009,elsemanaldigital.com,Pascual Tamburri Bariain.

EL PASADO VISTO DESDE EL HOY
La catedral del mar no fue una casualidad. Ildefonso Falcones demuestra ahora ser uno de los grandes narradores españoles. No es ni pretende ser un historiador ni un apologeta del Islam.

Ildefonso Falcones, La mano de Fátima. Grijalbo, Barcelona, 2009. 960 pp. 24,9 €

Se puede morir de éxito, y muchos críticos creían que Ildefonso Falcones lo haría después de La catedral del mar. No son precisamente pocos los autores con una sola obra relevante, que tuvo un momento de gloria pero que agotó su capacidad creativa o quizás suerte. Falcones era, tras el éxito arrollador de su primera novela, el candidato perfecto para desaparecer de los estantes de nuestras librerías. Pero su segundo gran trabajo ha demostrado que su primer éxito no fue casual, que domina los recursos propios del oficio y, lo que es más, que disfruta y sabe hacer disfrutar con él.

Entre 1568 y la plena aplicación de la expulsión de 1609 una generación de moriscos nació y vivió en la España cristiana. Cristianos ellos mismos o a menudo no, musulmanes públicos o clandestinos, fueron hijos imposibles de una España que no se reconocía como su madre. Forjada en la Reconquista, orgullosa de la recuperada unidad católica, en lucha constante contra las herejías en Europa y contra trucos y berberiscos en el Mediterráneo: una España así no podía aceptar que hubiese musulmanes españoles, o ni si quiera musulmanes en la Península. Y sin embargo desde el inicio de la Reconquista había existido una gran variedad de identidades compartidas.

El mérito de Falcones en esta gran novela es antes literario que histórico. Se confirman sus cualidades de gran narrador y su control de la técnica novelística. Puede objetarse, como se ha hecho, que no destaca por su estricto rigor histórico. Pero quien entra en ese asunto olvida los méritos esenciales de La mano de Fátima: su hilo conductor, su descripción de paisajes, humanos, urbanos y naturales, el verismo con el que se describen las pasiones, las contradicciones de una vida entera y también –pero con menos importancia- las de una época entera. Que resulta ser la de los amores, desamores y decisiones religiosas y vitales de un hombre descrito en todas sus dimensiones y contradicciones.

¿Dónde queda entonces la historia? En un escenario bien diseñado por Falcones, con elementos de nuestro pasado y otros de su imaginación o más bien de la imaginación colectiva de estos inicios del siglo XXI. Falcones conoce a grandes rasgos la historia del Islam español después de 1492, y con mucho detalle algunos de sus aspectos. Pero no trata de hacer un libro de historia ni de ser fiel a lo que realmente sabemos del pasado.

El pasado es una ambientación que emplea con sabiduría para cautivar la imaginación del lector contemporáneo. Por eso el largo conflicto entre diferentes intolerancias y soñadas tolerancias es tan improbable en el siglo XVII como la autenticidad de los plomos del Sacromonte o como el hecho de que Santa Sofía fuese construida por un sultán (Dios nos proteja). Pero Falcones no escribe para recrear el pasado, sino para que su lector contemporáneo de clase media, con lo que cree saber de historia y con los complejos colectivos de nuestro tiempo, se identifique con la vida de Hernando, ibn Hamid. Lo consigue, entretiene, apasiona. Es una buena novela de un buen narrador; y mientras quede claro que ni es ni se pretende que sea historia será un éxito en todos los sentidos.

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