Medina Azahara, la ciudad más bella del mundo que sólo existió durante 70 años FOTO: GETTY IMAGES
Y, sin embargo, esa urbe monumental y fascinante situada a unos 8 kilómetros de la ciudad andaluza de Córdoba, en el sur de España, tan solo existió durante unos 70 años. Se trata de la mítica Medina Azahara, en árabe Madinat al-Zahra, “la ciudad brillante”.
Fue el califa Abderramán III, el príncipe al frente del estado musulmán de Al-Ándalus (como se conocía a los territorios de España y el norte de África que durante la Edad Media estaban bajo el control árabe) quien ordenó en el año 936 construir al oeste de Córdoba, sobre las laderas de una sierra próxima, en la orilla derecha del río Guadalquivir, una nueva ciudad, la capital de su reino.
Debía de ser la ciudad más bella del mundo, una ciudad que provocara asombro y admiración en todo aquel que la viera.
Fue bautizada como Medina Azahara (cuenta la leyenda popular que en honor a Azahara, la favorita del califa) y en poco más de diez años estaba en pie. De hecho, la corte califal se trasladó allí en el año 945.
No se escatimaron gastos para levantar la nueva capital. Algunas fuentes cuentan que en la construcción de Madinat al-Zahra llegaron a trabajar un total de 10.000 obreros, que a diario se colocaban 6.000 sillares (bloques de piedra) y que se emplearon unas 400 cargas de yeso y cal (alrededor de 68.000 kilos) transportadas por 1.500 asnos y mulas.
Se trajeron mármoles blancos desde Estremoz (Portugal), a unos 350 kilómetros de distancia; se extrajo piedra caliza de color violáceo de la sierra cordobesa; se llevó piedra rojiza de la vecina sierra de Cabra; se transportó caliza blanca de la localidad de Luque (a unos 85 kilómetros)… Y, por supuesto, no faltó el oro.
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“La ciudad representaba el poder del califato, así que todo estaba pensado para mostrar el máximo esplendor“, explica a BBC Mundo Alberto Montejo, director del conjunto arqueológico de Medina Azahara.
“Se destinaron muchísimos recursos económicos desde el Estado a su construcción. El presupuesto anual del califato era entonces de unos 4-5 millones de dirhams, y nada menos que la tercera parte de ese dinero se empleó para crear Medina Azahara”.
Aprovechando el desnivel de los terrenos, la ciudad se proyectó en tres alturas. En la parte superior se levantó el Alcázar real, la residencia íntima del califa Abderramán III, dotada de columnas majestuosas, capiteles finamente labrados y profusa decoración.
Desde una gran terraza allí arriba, el califa podía contemplar en toda su magnificencia la ciudad que había creado y recorrer con la mirada hasta muchos kilómetros más allá.
La explanada intermedia albergaba los edificios de administración y las viviendas de los más importantes funcionarios de la corte. Y en la zona inferior de la ciudad se encontraban las viviendas de la gente del pueblo y los soldados, la mezquita, los mercados, los baños y los jardines públicos.
Y aunque a día de hoy se calcula que sólo ha salido a la luz un 11% de lo que fue la ciudad más increíble del mundo, en 2018 Medina Azahara fue declarada patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco.
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