jueves, 13 de junio de 2019

Kazán, en tierra de leyendas y dragones

Kazán,13/06/2019,lavanguardia.com,GONZALO ARAGONÉS


Mezquita Kul-Sharif, en el Kremlin de Kazán (yulenochekk / Getty Images/iStockphoto)

La sexta ciudad del país por población es un cruce de caminos de religiones y culturas, donde si faltan explicaciones históricas se puede recurrir al folclore.

Cuenta una leyenda que fue el amor, y no la furia, lo que llevó a Iván el Terrible a conquistar en 1552 el Kanato de Kazán, destacado principado de la Horda de Oro. Tras ver su retrato, el zar ruso se enamoró de Siuyumbiké, la sabia reina regente de Kazán. Arrebatado el corazón por la bella tártara, Iván IV Vasílievich resolvió casarse con ella, llevarla a Moscú y convertirla en zarina de todas las Rusias. Pero Siuyumbiké, que había enviudado de su segundo marido, el rey Safa Guiray, rechazó al fogoso monarca.

Olvídense por unos instantes de planes geopolíticos, deseos de expandir el territorio o necesidades estratégicas y militares para proteger su todavía pequeño reino de amenazas externas. Despechado, el ruso decidió enviar sus tropas a Kazán para conquistar la ciudad. Logrado el objetivo militar, quedaba resolver el romántico. Derrotada, parecía que a Siuyumbiké no le quedara más remedio que aceptar a su terrible pretendiente. Puso, sin embargo, una condición: le dijo al zar que si sus obreros eran capaces de construir un torre de ladrillos en una semana se casaría con él.

Datos ciertos
Como la Torre de Pisa, la Torre de Siuyumbiké es una torre inclinada. La reina Siuyumbiké no falleció, sino que se volvió a casar y vivió desde entonces en Kasímov

Como el amor mueve montañas, la leyenda asegura que Iván logró levantar una torre escalonada de siete alturas haciendo trabajar a sus albañiles durante siete días y siete noches. Entonces la orgullosa reina se subió hasta el piso más alto y se tiró al vacío para no traicionar a su pueblo. Desde ese momento, la torre lleva su nombre y es uno de los símbolos de esta ciudad milenaria.

La torre de Siuyumbiké es uno de los edificios más altos del Kremlin de Kazán. Este, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en el año 2000, se merece ser la primera visita que haga quien llegue a esta ciudad situada en la margen izquierda del río Volga y en la confluencia con su afluente el Kazanka. No es para menos, ya que este Kremlin de muros blancos no es sólo un complejo histórico que reúne en su territorio los principales monumentos y museos de la capital de la República rusa de Tatarstán, sino que nos da la oportunidad de pisar originales adoquines medievales.


La torre de Siuyumbiké sobresale por lo alto del Kremlin de Kazán (Seva_blsv/Getty Images/iStockphoto)

Parte de la Horda de Oro, uno de los estados herederos del imperio mongol, Kazán fue durante los siglos XIII y XIV una ciudad floreciente desde el punto de vista económico por su privilegiada situación geográfica como intersección de las grandes rutas comerciales que llegaban de occidente y de oriente, lo que también le dio relevancia política.

De esa importancia es reflejo el palacio palacio presidencial. El edificio, que no se puede visitar pero sí contemplar desde el exterior, ha sido sede de los personajes más importantes de la ciudad a lo largo de la historia: los kanes de Kazán, los gobernadores rusos, sus comandantes militares y el Presidium del Sóviet Supremo en tiempos de la URSS. Llegar hasta la entrada principal merece la pena, además, porque es el lugar más alto del Kremlin y desde donde se puede contemplar toda la estructura.


Interior de la mezquita mezquita Kul-Sharif de Kazán (blinow61 / Getty Images)

La torre de Siuyumbiké es uno de los dos edificios que desde esa altura llaman la atención de forma destacable. El otro es la mezquita Kul-Sharif. En su construcción, a caballo entre los siglos XX y XXI, no se ahorraron esfuerzos ni materiales (mármol de los Urales, cristal checo para la lámpara central) y se concibió como una gran contribución al arte, a la religión musulmana mayoritaria en Tatarstán y a la historia. De hecho fue inaugurada en 2005, coincidiendo con los mil años de la ciudad. Es también un recuerdo del pasado. Sus minaretes de granito blanco son una recreación de la mezquita del Kanato de Kazán que destruyó Iván el Terrible en 1552. Y lleva el nombre de un valiente imán que defendió el edificio de los ataques del primer zar de Rusia. Pagó con su vida pero no salvó la mezquita, destruida y arrasada por el fuego.

Repite los colores de la gran mezquita, blanco, azul y dorados, el principal templo ortodoxo de Kazán, la vecina catedral de la Anunciación. Además, ambas dan sentido a la historia de Rusia. Destruido el principal símbolo tártaro, nada más tomar la ciudad Iván el Terrible ordenó levantar este gran templo cristiano. Hoy es un centro de peregrinación. En él se guardan decenas de iconos, reliquias y manuscritos de los siglos XVI y XVII.


Catedral de la Anunciación de Kazán de noche (Gwengoat / Getty Images/iStockphoto)

La torre de Siuyumbiké es el símbolo de Kazán como la torre Eiffel lo es de París o la estatua de la Libertad, de Nueva York. No se sabe con certeza histórica quién, cómo y por qué se construyó. Y eso ha sembrado la semilla para que a su alrededor se hayan formado cuentos y leyendas que expliquen qué hace ahí en medio del Kremlin esa torre escalonada de ladrillo y 58 metros de altura.

La más conocida es ese enamoramiento tardío y no correspondido de Iván el Terrible. Este cuento, que se popularizó en el siglo XVIII, nada tiene que ver con la realidad. La reina Siuyumbiké no murió tras la conquista rusa. Se casó con Shaj Alí, el hermano de su esposo muerto y vasallo de Moscú, quien se la llevó a su Kanato de Qasim (capital Kasímov, hoy en la provincia de Riazán). El hijo de Siuyumbiké y Safa Guiray, Otamash, que tenía sólo dos años, fue llevado a Moscú y bautizado como cristiano con el nombre de Alexánder. Murió a los 20 años y fue enterrado en el Kremlin de Moscú.

Hijo de leyendas
La imagen de Zilant el dragón ha estado presente en signos oficiales de la ciudad, como sellos reales o banderas. Hoy, su imagen con una corona, aparece en el escudo

No es esa la única leyenda sobre la torre. Otras dicen que en realidad es un mausoleo que erigió Siuyumbiké en honor de su marido Safa Guiray. Otros ven un minarete de la mezquita Nur-Alí, otro de los templos musulmanes destruidos tras la entrada de las tropas rusas. Un dato cierto: como la de Pisa, esta es una torre inclinada, aunque esa no fuera la intención de sus constructores.

Los cuentos y leyendas no se acaban aquí. De hecho, empiezan con la fundación de la ciudad, parte del entonces reino de Bulgaria del Volga. Dice esa leyenda que un brujo aconsejó a los búlgaros del Volga fundar una ciudad en la que se pudiera hervir agua en una cazuela, pero sin usar fuego. Así habría nacido la ciudad y su nombre, que en tártaro significa “caldero”.

Otra dice que un kan tártaro decidió que su pueblo se asentara en la zona donde hoy está el Kremlin porque esas tierras eran fértiles y, además, se encontraban al lado del río. Pero allí habitaba Zilant, el rey de las serpientes. Para librarse de los reptiles, los tártaros esparcieron paja sobre el lugar y la prendieron fuego. Todas las serpientes murieron, excepto Zilant, que huyó volando. Dice la leyenda que, en ocasiones esta especie de dragón regresaba a su lugar de origen para beber agua del río, donde la gente, asustada, empezó a adorarle.


Zilant, el símbolo oficial de la capital de Tatarstán (blinow61 / Getty Images)

Precisamente cerca de las murallas del Kremlin puede verse una de las estatuas de este dragón. Su figura ya aparece en el sello de Iván el Terrible, en emblemas del siglo XVII. Hoy el dragón, con una corona, forma parte del escudo de la ciudad y se le puede ver en una fuente del parque del Milenio, en la decoración del metro de Kazán o en el friso del edificio del Centro de Familia “Kazán”, un registro civil en forma de caldero gigante. Siguiendo las leyendas, hoy la serpiente voladora vive en el lago Kabán, donde guarda el tesoro tártaro de la reina Siuyumbiké.

Estatuas más realistas pueden verse paseando por la calle Bauman. Esta vía peatonal cercana al Kremlin es el centro del ocio y el turismo de Kazán. Además de músicos callejeros, artistas y pintores, aquí podemos encontrar cafés y restaurantes, hoteles con las mejores vistas de la ciudad, pero también un carruaje en bronce de Catalina la Grande y el Gato de Kazán, un minino de piedra al que todo el mundo frota la barriga en busca de buena suerte.


El carruaje de Catalina la Grande en la calle Bauman, una de las más céntricas de Kazán (saiko3p / Getty Images)

No hay que dejar de visitar en el centro de la sexta ciudad de Rusia por población (1,25 millones) el palacio de los Agricultores, un ecléctico y monumental edificio inaugurado en 2010. Y tampoco pasar por alto el monasterio de la Virgen de Kazán, conocido porque en sus muros una vez estuvo colgado uno de los iconos mas venerados por los cristianos ortodoxos rusos: el icono de la Virgen de Kazán. El original, del siglo XVI, fue robado en 1904 y nunca jamás encontrado. El actual, del siglo XVIII, acabó en el Vaticano tras un periplo por varios países occidentales. El Papa Juan Pablo II lo devolvió al Patriarcado de Moscú en 2004, lo que se interpretó como un signo diplomático de acercamiento entre las jerarquías católica y ortodoxa.

Después se podría enlazar con otra obra moderna, el templo de Todas las Religiones, un proyecto privado que inició en 1992 el artista local Ildar Jánov tras un viaje al Tibet y a la India y que tras su muerte, en 2013, aún siguen construyendo sus hermanos y sus alumnos.

Zona histórica
La verdadera atmósfera de Kazán se respira en el Antiguo Asentamiento Tártaro, donde se asentaron los tártaros, a quienes Iván el Terrible prohibió entrar en la ciudad conquistada

Para terminar de conocer Kazán hay que visitar sin duda la otra parte histórica de la ciudad, el Antiguo Asentamiento Tártaro (o Stáraya Tatárskaya Slobodá). Expulsados de la ciudad tras la conquista rusa, los tártaros se asentaron en esta zona pantanosa mientras Iván el Terrible traía 7.000 rusos de otras partes de su reino para levantar el Kremlin de piedras blancas y reconstruir la ciudad.

Es en estas calles donde se respira la verdadera atmósfera de una ciudad donde conviven dos religiones y dos culturas. Los tártaros, comerciantes o agricultores, hicieron una ciudad nueva, con sus casas, sus negocios y un estilo nacional que se ha conservado hasta hoy. También mezquitas, pero eran destruidas por los soldados, y sólo tras la autorización de Catalina la Grande pudieron construir las de Marzhani y Apanayévskaya, las primeras, que hoy se pueden visitar.

Esta región fue vibrante antaño y es vibrante actualmente. Los bazares y las mansiones de comerciantes de éxito, como la Casa Shamil, la Casa Apanáiev o la Casa Jaibulín, son ejemplos de ese pasado, explicado con detalle en el Museo Tatárskaya Slobodá, donde hoy nos queda su recuerdo.

Cómo llegar
Tierra, agua y aire, todas son formas de llegar a Kazán. La última forma, en avión, es la más rápida y cómoda. Por tierra lo recomendable es el ferrocarril, con 12 horas sobre los románticos trenes rusos; más tiempo hay que emplear, aunque no se pueden descartar, en autobús y automóvil. El Volga es navegable, así que también se puede llegar hasta Kazán de esta forma, aunque sólo en cruceros fluviales organizados.


La estación de Passazhirskaya es la más importante de Kazán (Gwengoat / Getty Images)

Dónde dormir
La capital de Tatarstán cuenta con hoteles de nivel medio y con lujosos establecimientos de cuatro y cinco estrellas. Entre estos últimos tenemos el Shalyapin Palace Hotel (Universitetskaya ST., 7), el Hotel Giuseppe (Kremliovskaya St., 15/25), el Mirage Hotel (Moskovskaya St., 5), o el Korston Hotel (Nikolaya Ershova St., 1A).

Dónde comer
Durante una visita a Kazán, se puede aprovechar las vueltas que demos por la ciudad para elegir los lugares de asueto. La calle Bauman, en el centro de Kazán, y la calle Kayum Nasiri, en el Antiguo Asentamiento Tártaro, son los sitios más a mano para encontrar cafés y restaurantes. En la primera tenemos dos de los establecimientos más recomendados, cafeterías de estilo soviético que ha mantenido calidad y clientes: con comida más tártara Utka v Koktelke (Dzerzhinskogo St., 13), Tubatay (Kremliovskaya St., 21), Katyk (Fatyha Amirhana, 31B), Cult Bar (Kayum Nasiri, 3).

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